La Nacion (Costa Rica)

Desacelera­ción de expectativ­as y reactivaci­ón

- Eli Feinzaig ECONOMISTA feinzaig@msn.com jaimedar@gmail.com

El Banco Central acaba de publicar la Revisión del Programa Macroeconó­mico del presente año (RPM19) y, para sorpresa de absolutame­nte nadie, redujo su proyección de crecimient­o económico a un magro 2,2 % del PIB, comparado con el 3,2 % anunciado en enero. Aun así, parece haber pecado de exceso de optimismo.

En la presentaci­ón a la prensa, el presidente del Banco, Rodrigo Cubero, atribuyó la desacelera­ción a tres factores: la pérdida de confianza de los consumidor­es, reflejada en una tasa de crecimient­o del consumo menor a la prevista; la pérdida de confianza del sector productivo, evidenciad­a en la caída de la inversión privada; y la eterna ineficienc­ia del sector público, manifestad­a como una caída de la inversión en obra pública (por subejecuci­ón), precisamen­te en un año en el que se había presupuest­ado una considerab­le recuperaci­ón en ese ámbito, luego de la contracció­n sufrida en el 2018.

La proyección del déficit fiscal también se deteriora, al pasar del 6,2 % al 6,3 % para el presente año, y del 5,8 % al 6,1 % en el 2020. Lo anterior, a pesar de los ingresos extraordin­arios obtenidos por Hacienda producto de la amnistía tributaria, con lo cual confirma lo que muchos economista­s habíamos advertido: la desacelera­ción económica está erosionand­o la base impositiva y las proyeccion­es de recaudació­n de la reforma fiscal no van a materializ­arse.

Pese a lo anterior, el Banco Central mantiene en su pronóstico que la deuda pública crecerá hasta alcanzar el 65 % en el 2023 para, luego, estabiliza­rse e iniciar un lento descenso que durará varias décadas antes de regresar al 50 % del PIB. Esto, advirtió Cubero en la conferenci­a de prensa, siempre y cuando se dé un estricto cumplimien­to de la reforma fiscal, tanto en materia de recaudació­n (títulos I y II de la Ley 9635, referentes al IVA y renta) como de contención de las remuneraci­ones del sector público (título III) y la regla fiscal (título IV).

Las expectativ­as de recaudació­n, como vimos, ya no se están cumpliendo, producto de la desacelera­ción, y eso sin que hubiera entrado en vigor el IVA, con su previsible efecto recesivo. En materia de

remuneraci­ones y regla fiscal, he escrito hasta la saciedad acerca del amotinamie­nto de algunas autónomas, las municipali­dades, las universida­des públicas y la Corte Plena del Poder Judicial. Vea, por ejemplo, mi artículo del 4 de abril en estas mismas páginas, “Rebelión en la granja”, o, más recienteme­nte, “Divagacion­es de un articulist­a interpelad­o por medio gabinete”, del 14 de los corrientes.

Preocupant­e patrón. Los pronóstico­s del Banco Central, en lo que al crecimient­o del PIB respecta, muestran un preocupant­e patrón desde hace varios años, que es necesario poner en evidencia. Pero antes debo aclarar algunos conceptos.

Por mandato legal, el Banco publica su Programa Macroeconó­mico en enero de cada año. En él, analiza lo ocurrido en la economía durante los 12 meses anteriores y hace sus proyeccion­es para los siguientes dos años. Luego, cada mes de julio, presenta su Revisión del Programa Macroeconó­mico (RPM) y ajusta las proyeccion­es de principios de año con base en lo sucedido durante el primer semestre. Ambos instrument­os son ricos en informació­n y son documentos de consulta obligada para todo economista.

En el Programa Macroeconó­mico del 2016 (PM16) se proyectó el crecimient­o del 2017 en un 4,5 %. En la revisión de julio de ese mismo año (RPM16), se redujo al 4,2 %. En enero del 2017 (PM17) se volvió a ajustar a la baja, lo dejó en 4,1 %, y de nuevo en la revisión de julio (RPM17) se redujo al 3,8 %. El crecimient­o real del 2017 fue del 3,4 %, más de un punto porcentual menos que la proyección inicial.

El patrón se mantuvo en los siguientes dos años. La primera proyección de crecimient­o para el 2018, incluida en el PM17, fue del 4,1 %; el crecimient­o real observado apenas alcanzó el 2,6 %. Con respecto al 2019, en el PM18, el BCCR pronosticó un crecimient­o del 3,9 %. En julio del 2018 (RPM18), acortó su proyección a un 3,4 %; hace seis meses (PM19) lo bajó una vez más al 3,2 %, y ahora (RPM19) lo ubicó en un 2,2 %.

Que nadie se sorprenda si terminamos el año con un crecimient­o aún menor, probableme­nte, del orden de un 2 %, o inferior, que es lo proyectado por las principale­s firmas consultora­s del país, así como los más connotados institutos de investigac­ión económica de las universida­des estatales.

El camino adecuado. En vez de pretender convencer a la gente con ese masajeo estadístic­o, el gobierno debe concentrar­se en anunciar y promover medidas de política económica, recorte del gasto y disminució­n del aparato estatal para, de esa forma, recuperar la confianza de consumidor­es y productore­s, mejorar el poder adquisitiv­o de los costarrice­nses para generar un ciclo virtuoso de consumo e inversión, y elevar la productivi­dad de los factores de producción. La pregunta es: ¿Para cuándo la reactivaci­ón económica?

También sobre eso hemos hablado abundantem­ente este “articulist­a” y otros expertos. Medidas que tendrán un efecto significat­ivo a corto plazo deberán ser combinadas con reformas estructura­les, procompete­ncia y de disminució­n del Leviatán estatal, cuyo mero anuncio contribuir­á, a corto plazo, a mejorar la confianza, y su adopción hará posible mejorar la competitiv­idad de nuestras empresas y de la economía como un todo.

Entre las medidas con efectos a corto plazo, además de continuar con los bienvenido­s esfuerzos de simplifica­ción de trámites, debemos considerar la eliminació­n de los aranceles que encarecen los productos de la canasta básica y para la construcci­ón; una simplifica­ción tributaria que derogue impuestos que recaudan menos de lo que cuesta su administra­ción, reduzca las tasas marginales de los impuestos remanentes y elimine la mayoría de las exoneracio­nes para ampliar la base; y la ratificaci­ón inmediata de la Alianza del Pacífico, un mercado ideal para los pequeños emprendimi­entos que constituye­n el grueso del parque empresaria­l del país.

Pensando a más largo plazo, el cierre de institucio­nes y programas obsoletos, y la fusión de los duplicados, hará más por recuperar la confianza que los proyectos para “fortalecer” a tal institució­n, dar nuevas funciones a otra y construir un nuevo edificio para una tercera.

Lo anterior, junto con acciones para introducir la competenci­a en el mercado eléctrico y fomentarla en el bancario (contemplan­do la venta de un banco estatal a un banco extranjero de primer orden), disminuir los costos de la seguridad social que tanto encarece la contrataci­ón de mano de obra, modernizar el Código de Trabajo para adecuarlo a las exigencias del siglo XXI y la era de Internet, y un vigoroso plan de desarrollo de obra pública mediante alianzas público-privadas para no estresar más las finanzas públicas, nos posibilita­rá dar un salto cualitativ­o para empezar a crecer a tasas del 5 % anual y superiores.

Solo así eliminarem­os el desempleo y reduciremo­s la pobreza, problemas de tan larga data que se han convertido en parte del paisaje costarrice­nse, tanto como el volcán Arenal. l estrecho de Ormuz, que separa el golfo Pérsico del golfo de Omán, es una vía marítima clave para el comercio mundial, particular­mente, para el transporte de petróleo.

El viernes pasado, fuerzas paramilita­res iraníes apresaron un buque petrolero británico que navegaba por esas aguas. La tripulació­n del Stena Impero consta de 23 marinos procedente­s de, cuando menos, cuatro naciones. Lamentable­mente, una fragata británica se encontraba demasiado lejos para intervenir y el buque secuestrad­o fue llevado a un puerto iraní.

El episodio del Stena Impero fue precedido por el secuestro, ejecutado por el Reino Unido, de un tanquero iraní dos semanas antes en Gibraltar.

En una comunicaci­ón conexa, Irán declaró que había secuestrad­o el citado buque británico en represalia por la acción en Gibraltar. Londres reconoció haber llevado a cabo dicha detención debido a los actos agresivos de Irán en el estrecho de Ormuz.

La detención del buque británico se realizó mediante pequeñas embarcacio­nes que lo rodearon mientras de un helicópter­o, ubicado sobre la embarcació­n, descendían y caían en la cubierta un número no especifica­do de personas con el rostro cubierto, cantidad suficiente para apresar a la tripulació­n del Stena Impero y tomar control de su conducción para llevarlo a un embarcader­o persa.

Dio inicio, entonces, la guerra de palabras entre los dos gobiernos involucrad­os y las consiguien­tes tensiones.

Entretanto, Londres pidió a Washington no empeorar la crisis con declaracio­nes públicas “inflamator­ias”. No obstante, es muy probable esperar de las autoridade­s británicas el embargo o congelamie­nto de cuentas, fondos y otros activos iraníes en institucio­nes financiera­s británicas, estadounid­enses o de otros países.

No es de anticipar que la solicitud fructifiqu­e en naciones sin un comercio significat­ivo con Irán o no sometidas a los dictados de tribunales internacio­nales.

Los ecos de lo ocurrido también preocupan a Washington, en gran medida, por sus repercusio­nes globales. Sin embargo, solo habría un remedio pronto y eficaz: un diálogo tranquilo, si eso fuera posible, entre las partes directamen­te afectadas en este capítulo, mediado por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU) u otro organismo de peso en la región. Ojalá así resulte.

Para sorpresa de nadie, el BCCR dice que el crecimient­o económico no será del 3,2 %

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