La Nacion (Costa Rica)

El simbolismo de la peregrinac­ión

- Helena Fonseca ADMINISTRA­DORA DE NEGOCIOS hf@eecr.net

¿Qué mueve a tan grande cantidad de población de este país a caminar durante horas, incluso días, hacia la basílica de la Virgen de los Ángeles? Definitiva­mente, un acto humano y, por tanto libre. Un acto auténtico de confianza y, consecuent­emente, de fe.

La fe es una gran necesidad porque la esperanza es, tal vez, el reto más grande

que tenemos todos. No se puede vivir en un mundo sin esperanza.

Para algunos, la imagen es una piedra volcánica. Otros reconocen el hecho histórico y sobrenatur­al con testimonio­s ampliament­e recogidos. Los testimonio­s siguen manifestán­dose hasta hoy y seguirán caminando a lo largo de los años.

Las campanas repican para todos y, muy especialme­nte, para aquellos que están revestidos de autoridad: padres de familia, maestros, gobernante­s,

La fe es una necesidad porque la esperanza es, tal vez, el reto más grande que tenemos

autoridade­s civiles, empresario­s, sacerdotes, políticos, etc., para luchar por devolver a Costa Rica la verdad sobre sí misma. Esta verdad comienza con la educación, con el trabajo. Es hora de caminar. Los arcos. Existe una metáfora interesant­e entre los padres de familia y los arcos que son necesarios para impulsar las flechas, imagen de los hijos.

El arco confiere a la flecha fuerza y dirección. Un arte de tensar, proyectar y dirigir. La fuerza de ese arco, forjador de personas, parte de la calidad de un amor responsabl­e. Y para que sea responsabl­e tiene que hacerse presente.

¿Dónde están los arcos que dirigen las flechas? ¿Dónde están los padres y madres, los verdaderos agentes de transforma­ción de la sociedad?

El mejor servicio que podemos prestar a la sociedad es involucrar­nos en la educación de nuestros hijos. Ante una crisis educativa que se detona muchas veces desde la familia, y que le cuesta al Estado muy cara, ni que decir al futuro del país, más que escudos para defenderno­s, necesitamo­s arcos para atacar.

Los padres de familia, gestores, aurigas de la educación, somos elementos configurad­ores del proyecto de vida de cada uno de nuestros hijos Podemos facilitarl­es buenas cartas de navegación.

No nos jubilaremo­s n claudicare­mos en el arte de lanzar flechas hacia un noble horizonte: aprender a pensar aprender a elegir, aprender a amar responsabl­emente y, por ende, aprender a vivir.

Me conmueven tantos pa dres de familia que caminan con sus hijos, grandes y pe queños, durante largas horas hacia el encuentro con La Ne grita. Una fe que se transmite desde la familia, de la mano del ejemplo. Nunca dejemos de asombrarno­s ante la fe de muchos costarrice­nses, ante una forma de demostrar una piedad honda, sincera, fuerte filial y recia.

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