La Nacion (Costa Rica)

EN GUARDIA

- Jorge Guardia ABOGADO Y ECONOMISTA jorge.guardiaqui­ros@yahoo.com

Se enojó Carlitos ¡Y de qué manera Ese personaje de mediana estatura ojos oscuros y cejas pobladas, pelo tupido color azabache partido a la mitad usualmente de temple cal mado y sereno, de pronto se transformó en una fiera he rida, irreconoci­ble, capaz de levantar el puño y espetar palabras fuertes a sus adver sarios que, insidiosam­ente, lo acosaban.

Hasta su fiel compañera de juventud, la rubia de cabellos largos que desde entonces lo apodaba Charlie, sintió el fra gor de un mar embravecid­o Sabía que, si lo asediaban, lo encontraba­n; si lo empuja ban, se plantaba. Por eso, le rogó no mostrar el lado ocul to de su personalid­ad y recor dar su promesa de cumplir la Constituci­ón y las leyes, des echar la violencia y no salirse jamás de sus casillas, aunque lo provocaran. ¿Adivinan ya de quién estoy hablando?

Me refiero a Carlito Bri gante (Carlitos, en mi ver sión), el polifacéti­co persona je, a veces amable y locuaz y a veces rudo y tajante, creado por el escritor Edwin Torres un juez de la corte penal de apelacione­s del Bronx, Nue va York, en su novela policía ca y callejera Carlito’s Way llevada a la pantalla por e director Brian de Palma, en 1993.

El personaje es interpreta do con fuerza dramática por Al Pacino. Charlie, como le decía su compañera, tras ha ber sido liberado con base en una tecnicidad legal, vuelve a la calle decidido a redimir se, mantenerse limpio (stay clean, en la jerga neoyorqui na) y emprender una nueva vida. Entonces, busca a su amor de juventud, Gail, la agraciada y versátil rubia de cabellos largos, exbailarin­a de ballet, cuyo nombre de pila real es Penelope Ann Mi ller. Busca con ella un sueño huir a una isla caribeña para liberarse del pasado y empe zar de nuevo. Pero el pasado no perdona, y esa parte de la sociedad, con tantos intere ses creados, le exige reincidir Al final lo matan. Le im piden transforma­rse y trans formar el orden establecid­o Pero no siempre debe ser así Si se hubiera filmado en Cos ta Rica, de seguro la última escena se habría rodado en Guanacaste, y Charlie, en vez de morir, se habría reinven tado para combatir vigoro samente a las recalcitra­ntes fuerzas empeñadas en dete ner la transforma­ción y ex clamar, como en el filme, que a todo hombre le llega la hora de hacer lo que debe hacer (a man has to do what he has to do). Entonces, acompañado de su guitarra, como Sinatra cantaría un final feliz: ¡I did i my way!

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