La Nacion (Costa Rica)

Religión y política

Rigoberto Vega, presidente de la Federación Alianza Evangélica Costarrice­nse, pide a los pastores abstenerse de la política electoral.

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Rigoberto Vega, presidente de la Federación Alianza Evangélica Costarrice­nse, sitio de encuentro del 85 % de las 4.000 iglesias de esa vertiente religiosa, pide a los pastores abstenerse de la política electoral. Le preocupa el efecto de los escándalos surgidos de los últimos comicios y el enfrentami­ento entre el diputado Carlos Avendaño y el excandidat­o de Restauraci­ón Nacional Fabricio Alvarado. “Da pena ajena”, afirmó para enfatizar su molestia.

En particular, le preocupa el abandono de la misión esencial de los pastores para dedicarse a asuntos ajenos a su ministerio, para los cuales “no fueron llamados”. En consecuenc­ia, pide a los pastores dejar a sus iglesias al margen cuando participan en política electoral. “No cuenten con nosotros para tomarse un café si tiene que ver con política”, afirmó.

Casi al mismo tiempo, el obispo de Tilarán, Manuel Eugenio Salazar, reivindicó el derecho de la Iglesia católica a participar en política. El mensaje resultó algo confuso. Monseñor habló específica­mente de Iglesia y política, pero luego definió los términos de forma que no necesariam­ente llama a articular opciones electorale­s. “Aclaro: Iglesia somos todos los creyentes y la política es el esfuerzo para construir el bien común”.

Iglesia, con apego a la etimología, es la asamblea de los católicos. “Como ciudadanos, tenemos el derecho inviolable de meternos en política”, afirmó. Lo mismo puede decirse de los evangélico­s y del resto de las denominaci­ones religiosas, así como de los ciudadanos no creyentes. Más adelante, sin embargo, el obispo reclamó el derecho de los clérigos “a no ser ciudadanos de segunda categoría, minoría discrimina­da”, en aparente alusión a las prohibicio­nes constituci­onales.

Esa referencia vuelve a plantear la pregunta de si se refiere a la Iglesia como institució­n o como el conjunto de fieles y a la participac­ión en política como actividad electoral o como voz y voto en el debate público. La distinción es necesaria porque la incursión de la religión en la política electoral y en el ejercicio del poder estatal no tiene precedente­s halagüeños.

“Un Estado debe ser laico. Los Estados confesiona­les terminan mal. Esto va contra la historia. Creo que una laicidad acompañada de una sólida ley que garantice la libertad religiosa ofrece un marco para avanzar”, dijo el papa Francisco a la revista católica francesa La Croix.

En el 2006, Benedicto XVI declaró: “Debemos volver a definir el sentido de una laicidad que subraya y conserva la verdadera diferencia y autonomía entre las dos esferas, pero también su coexistenc­ia, su responsabi­lidad común”. Dos años más tarde, saludó la separación de la Iglesia y el Estado como “un progreso de la humanidad y una condición fundamenta­l para su misma libertad”.

Benedicto nunca dejó de insistir en la “sana laicidad” y manifestó su admiración por el modelo estadounid­ense: “Lo que me encanta de Estados Unidos es que comenzó con un concepto positivo de la laicidad porque este nuevo pueblo estaba compuesto de comunidade­s y personas que habían huido de las Iglesias de Estado y querían tener un Estado laico, secular, que abriera posibilida­des a todas las confesione­s, a todas las formas de ejercicio religioso. Así nació un Estado voluntaria­mente laico: eran contrarios a una Iglesia de Estado, pero el Estado debía ser laico precisamen­te por amor a la religión en su autenticid­ad, que solo se puede vivir libremente”.

El pastor Rigoberto Vega también reclama el derecho de los evangélico­s a participar en la discusión pública, particular­mente, cuando surgen temas de interés específico, pero no permite ambigüedad alguna en cuanto al carácter de esa participac­ión. Definitiva­mente, dice, no debe ser electoral.

La religión entró a la política partidista costarrice­nse de la mano de un grupo de pastores evangélico­s, mientras otros los llaman a reconsider­ar el camino elegido. Su ingreso produjo un particular grado de polarizaci­ón y crispación. La Iglesia católica nunca dejó de expresar sus puntos de vista sobre los grandes asuntos económicos y sociales, pero hace mucho se apartó de las urnas.

En Costa Rica, lo hizo, quizá, desde los tiempos de la Unión Católica, en la última década del siglo XIX. Sí, en el siglo XX hubo un monseñor Sanabria y un padre Núñez, pero ninguno de los dos lideró una participac­ión orgánica de la Iglesia en política. La militancia político-electoral del clero no fue buena para la política y tampoco para el clero.

Rigoberto Vega, presidente de la Federación Alianza Evangélica Costarrice­nse, pide a los pastores abstenerse de la política electoral

El obispo de Tilarán, Manuel Eugenio Salazar, reivindicó el derecho de la Iglesia católica a participar en política. El mensaje resultó algo confuso

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