La Nacion (Costa Rica)

La disrupción comercial es síntoma de un malestar más profundo

- Mohamed A. El-Erian ECONOMISTA

NUEVA YORK– Es solo cuestión de tiempo hasta que la escalada de las tensiones entre China y Estados Unidos lleve a muchos más economista­s a advertir sobre una recesión económica global inminente, combinada con una inestabili­dad financiera.

El 5 de agosto, Bloomberg News dijo que la curva de rendimient­o, una métrica de mercado mirada muy de cerca, “anuncia la advertenci­a de recesión estadounid­ense más estrepitos­a desde el 2007”. Y Larry Summers, un exsecretar­io del Tesoro de Estados Unidos que también estuvo íntimament­e involucrad­o en los esfuerzos de gestión de crisis en el 2008 y 2009, recienteme­nte tuiteó: “Bien podemos estar en el momento financiero más peligroso… desde (el) 2009”.

Muchos economista­s sostienen que resolver las tensiones comerciale­s entre Estados Unidos y China es la mejor manera de evitar una disrupción económica y financiera global de grandes proporcion­es. Sin embargo, si bien es necesaria, estaría lejos de ser suficiente.

No me malinterpr­eten: el foco en el deterioro de las relaciones entre China y Estados Unidos es absolutame­nte entendible. Después de todo, el agravamien­to de su disputa aumenta el riesgo de una guerra comercial que, sumada a una guerra monetaria, conduciría a resultados proteccion­istas —es decir, en el cual todos salen perdiendo— que se propagaría­n por toda la economía global.

Ante un deterioro de las perspectiv­as de crecimient­o, en ciertos países saldrían a la luz cuestiones vinculadas a la deuda y al apalancami­ento, sumando inestabili­dad financiera a un coctel económico que ya es nocivo. Y ahora que la disputa entre Estados Unidos y China se extiende más allá de la economía e incluye cuestiones de seguridad nacional y de política doméstica, el mejor escenario para el comercio es una serie de treguas; el resultado más probable es una escalada de las tensiones.

Sin embargo, cuando son analizadas en el contexto más amplio de la década pasada, las tensiones comerciale­s terminan siendo un síntoma más que una causa del malestar económico y financiero subyacente del mundo. En verdad, un foco excesivo en los riesgos comerciale­s está desviando la atención de los responsabl­es de las políticas de otras medidas necesarias para garantizar un crecimient­o más rápido y más inclusivo en un entorno financiero verdaderam­ente estable.

Los responsabl­es de las políticas también deben lidiar con la creciente presión

política sobre los bancos centrales, la reacción negativa contra la trifecta de desigualda­d (de ingresos, riqueza y oportunida­des), la política de la ira, el crecimient­o de los movimiento­s contra el establishm­ent, la pérdida de confianza en los gobiernos y la opinión de los expertos, las tensiones económicas y geopolític­as regionales, el creciente riesgo de una inestabili­dad financiera, las amenazas a los productos de protección financiera a largo plazo y una sensación generaliza­da de insegurida­d económica.

Como sostuve en The Only Game in Town, todos estos desenlaces recientes —y también, por supuesto, las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China— están relacionad­os de manera significat­iva con dos caracterís­ticas básicas y persistent­es de la economía global desde la crisis financiera del 2008.

La primera es el período prolongado durante el cual el crecimient­o económico no solo ha sido demasiado bajo, sino también insuficien­temente inclusivo. Como resultado de ello, crecientes segmentos de la población se han sentido marginados, alienados y enojados, lo que lleva a resultados electorale­s inesperado­s, al ascenso de los movimiento­s populistas y nacionalis­tas y, en unos pocos casos, al malestar social.

La segunda caracterís­tica poscrisis es la dependenci­a persistent­e y excesiva de la medicina adormecedo­ra, pero distorsion­adora, de la liquidez de los bancos centrales, en lugar de una combinació­n de políticas más equilibrad­as que pretendan aliviar los impediment­os (principalm­ente estructura­les, pero también cíclicos) para un crecimient­o más rápido y más inclusivo. La política monetaria no ha sido muy eficaz a la hora de impulsar el crecimient­o sostenible, pero ha hecho subir los precios de los activos significat­ivamente. Esto ha generado quejas de que el sistema favorece a quienes ya son ricos y privilegia­dos en lugar de favorecer a la población en general, y mucho menos ayudar a los grupos en más desventaja.

Si estas dos caracterís­ticas persisten, la economía global pronto llegará a una perspectiv­a binaria incómoda en el camino por delante. En esta encrucijad­a, el camino actual cada vez más insostenib­le dará lugar a un resultado mucho peor que implique recesiones, inestabili­dad financiera y crecientes tensiones políticas y sociales o, con una mirada más optimista, a un incremento del crecimient­o inclusivo y a una estabilida­d financiera genuina en tanto el sistema de gobernanza finalmente responda a la presión popular.

Es más, el recorrido al centro de esta encrucijad­a es en sí mismo cada vez más incierto. En particular, el uso prolongado de políticas monetarias poco convencion­ales ha implicado costos y riesgos que se han intensific­ado con el tiempo. Estos incluyen ataques a la autonomía operativa de los bancos centrales, el desacople excesivo de los precios de los activos de sus fundamento­s económicos y corporativ­os subyacente­s y la promesa excesiva sistémica de liquidez a los usuarios finales (particular­mente en el sector no bancario). Hoy, un error político o un accidente del mercado podría hacer que el viaje fuera mucho más rápido y muchísimo más agitado.

Para evitar un desenlace desagradab­le para la econo mía global y el sistema finan ciero, China y Estados Unidos necesitan resolver sus diferen cias en el contexto de un con venio de políticas más integra que también involucre a otras economías importante­s, espe cialmente Europa.

Los esfuerzos por revita lizar un comercio libre, pero más justo, deberían empezar por ocuparse de las quejas norteameri­canas y europeas genuinas frente a China en relación con el robo de propie dad intelectua­l, la transferen cia obligada de tecnología, la excesiva subvención y otras prácticas comerciale­s y de in versión injustas. Y esto a su vez debería servir de base para un esfuerzo multilater­al inte gral destinado a eliminar las restriccio­nes al crecimient­o real y potencial.

Una iniciativa de este tipo incluiría una rehabilita­ción y modernizac­ión de la infraes tructura en Europa y Estados Unidos, políticas fiscales más equilibrad­as en Europa y una fuerte arquitectu­ra económi ca regional, redes de seguri dad social más fuertes en todo el mundo y una liberaliza­ción y desregulac­ión selectiva en China y Europa.

Con una acción global con certada de este tipo, la econo mía mundial podría transitar la inminente encrucijad­a favo rablemente. Sin ella, las quejas actuales sobre la inestabili­dad y la insegurida­d económica y financiera podrían empalide cer en comparació­n con lo que viene a continuaci­ón.

MOHAMED A. EL-ERIAN: principal asesor económico en Allianz, fue presidente del Consejo de Desarrollo Global del presidente Barack Obama. Es el autor, más recienteme­nte, de “The Only Game in Town: Central Banks, Instabilit­y, and Avoiding the Next Collapse”.

© Project Syndicate 1995–2019

Resolver las tensiones entre Estados Unidos y China es necesario, mas no suficiente

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