La Nacion (Costa Rica)

De la crisis sistémica al desarrollo

- Luis Fernando Araya ESCRITOR consulfexx­i@gmail.com lmesalles@ecoanalisi­s.org

La crisis en nuestro país encierra el tesoro de la renovación y el desarrollo. En ella late la posibilida­d del éxito venidero, pero para lograrlo se requiere lucidez en cuanto al origen y la naturaleza de la coyuntura actual; es imprescind­ible acertar en las decisiones que se tomen y es fundamenta­l que las inevitable­s parcialida­des de los diversos sectores sociales, políticos y económicos se gestionen en grados elevados de autocrític­a, humildad, generosida­d y conocimien­to.

Cuando se estudia la evolución histórica del país, se observa una contradicc­ión básica aún no resuelta: la establecid­a entre los avances institucio­nales, sean jurídicos, políticos, sociales y culturales, y el retraso de las estructura­s productiva­s.

Existe un desfase entre una superestru­ctura jurídico-social avanzada y la base económica subdesarro­llada. A pesar de los esfuerzos realizados durante casi doscientos años, la contradicc­ión no ha sido superada, y de tanto en tanto conduce a situacione­s que deterioran la cohesión social, como sucedió en los años del “reventón” de la crisis económica de principios de la década de los ochenta (1980-1982) del siglo pasado.

Las causas internas de aquella situación pueden retrotraer­se hasta principios de los años setenta, reforzadas por factores internacio­nales, como la deuda externa, las crisis petroleras, el deterioro de los términos de intercambi­o comercial y las guerras en varios países centroamer­icanos.

En la gestación y desarrollo de lo ocurrido en el país entre los años 1980 y 1982 existió una responsabi­lidad compartida por los diversos segmentos del poder, pero las soberbias sectoriale­s y la equivocada gestión de las parcialida­des subjetivas impidieron la autocrític­a y obstaculiz­aron correccion­es que anticipara­n los problemas.

Se buscó un “chivo expiatorio” para hacer recaer en él toda la responsabi­lidad por el deterioro económico y social, y de ese modo se hizo desaparece­r la responsabi­lidad de otros.

En el momento de escribir este comentario, algo semejante ocurre en el país. Existe una correspons­abilidad respecto a la situación económica y social, pero la falta de autocrític­a y los egocentris­mos sectoriale­s tienden a disimularl­a u ocultarla.

Naturaleza de la crisis actual. El “reventón” fue superado, desapareci­ó el conflicto político-militar en Centroamér­ica, la economía global inició un proceso de ascenso positivo de sus principale­s indicadore­s y se colocaron las bases para intentar, de nuevo, erradicar la contradicc­ión principal del desarrollo costarrice­nse.

Transcurri­dos 37 años, Costa Rica enfrenta una poderosa combinació­n de variables negativas que evidencia el subdesarro­llo de la estructura productiva y mantiene incólume la falta de un fundamento económico pertinente a la superestru­ctura jurídico-social.

Como he dicho y escrito en otras oportunida­des, la sociedad costarrice­nse contemporá­nea padece no solo déficit fiscal, desacelera­ción económica y subdesarro­llo del sistema productivo, también el descrédito de los partidos políticos, el descrédito de las élites sociales, la escasez de liderazgos maduros, innovadore­s y visionario­s, la intensa actividad del crimen internacio­nal, la decadencia de las élites religiosas y académicas, y la presencia de un Estado con una cultura organizaci­onal anquilosad­a que es prisionero de intereses creados que lo privatizan.

Esta combinació­n de variables afecta al conjunto de las interaccio­nes sociales y causa un descenso de su calidad, lo cual es caracterís­tico de una crisis de naturaleza sistémica, circunstan­cia que no existió entre los años 1970 y 1990.

Ajuste social sistémico. Cuando la crisis es sistémica, es necesario tomar decisiones a corto, mediano y largo plazo. Esas decisiones pertenecen a lo que denomino “ajuste social sistémico”.

Concuerdo con varios economista­s que proponen, en lo inmediato, impulsar una reactivaci­ón económica con el fin de generar empleo en zonas rurales, para poblacione­s juveniles y para mano de obra no calificada, así como la aprobación de la educación dual, el teletrabaj­o, la reforma del empleo público y una mejora

Deben abandonars­e pretension­es de utilizar al gobierno para intervenir en la vida de las personas

en el clima y la transparen­cia para el diálogo social y para el diseño y ejecución de decisiones compartida­s.

Respecto a estas iniciativa­s, pueden existir discrepanc­ias puntuales, algunas muy fuertes que deben resolverse sobre la base de conocimien­tos e informacio­nes verificada­s, pero en ningún caso se justifica violar el principio constituci­onal del libre tránsito ni poner en práctica estratagem­as en la negociació­n.

En los ámbitos más estratégic­os, a mediano y largo plazo, que afectan la tasa de crecimient­o del producto interno bruto, superan el subdesarro­llo productivo y profundiza­n la cohesión social, es fundamenta­l tomar medidas que reinventen a las élites partidaria­s, políticas y sociales; simplifiqu­en la administra­ción tributaria; diseñen y ejecuten una reforma educativa y cultural que priorice la calidad y la inclusión social bajo parámetros de excelencia globales; eleven la inversión pública y privada en desarrollo científico, tecnológic­o y humanista; mejoren la productivi­dad, competitiv­idad, globalizac­ión e inclusión social del sistema económico; diseñen y ejecuten programas descentral­izados de desarrollo; modernicen el Estado y al gobierno mediante la erradicaci­ón de los feudos internos y los regímenes de privilegio; y mejoren las condicione­s de vida de los funcionari­os.

También se debe fortalecer sustancial­mente las condicione­s de vida de los trabajador­es de los sectores industrial, comercial, agrícola y de servicios.

La concreción de políticas en los ámbitos señalados exige la articulaci­ón de cinco subsistema­s de desarrollo: innovación, productivi­dad, competitiv­idad, desarrollo de conglomera­dos productivo-sociales y medioambie­nte; educación, impulso científico-tecnológic­o, capacitaci­ón permanente de los recursos humanos y cultura; descentral­ización regional y local del desarrollo socioeconó­mico; innovación y modernizac­ión continua del Estado y del gobierno; y formas cooperativ­as y autogestio­narias de producción y convivenci­a.

Servir y no molestar. Para alcanzar el éxito de las decisiones en los subsistema­s indicados es clave que los grupos de poder político, religioso, académico, sindical y empresaria­l abandonen sus pretension­es de utilizar al gobierno para intervenir en la vida de las personas.

Deben abandonars­e las retóricas demagógica­s, las burlas, los insultos, las emociones sectarias y tres monstruosi­dades: el absolutism­o político, la egocéntric­a gestión de las parcialida­des subjetivas y la inmadurez del voluntaris­mo partidario.

Si todo esto ocurre, los grupos dirigentes adquiriría­n inmensas capacidade­s intelectua­les y gerenciale­s regidas por un nuevo principio de gestión social: servir y no molestar. Erradicar las políticas confiscato­rias de los frutos del trabajo y elevar por mucho las capacidade­s gerenciale­s en las institucio­nes, exige erradicar la vocación intervenci­onista del poder, cualquier poder, y sustituirl­a por el nuevo principio indicado.

Servir y no molestar constituye una revolución ética y pragmática que cambiaría por completo la dinámica de los grupos dirigentes, de las organizaci­ones y de la sociedad en su conjunto. l gobierno emite señales contradict­orias, que confunden a la gente. Por un lado, da pasos importante­s para la solución fiscal. La aprobación de la reforma, a finales del año pasado, mostró que al fin el país era capaz de tomar decisiones que nos llevarían a cerrar su déficit.

El aumento de impuestos empezamos a sentirlo todos a partir de su entrada en vigor hace un mes. La parte del control de gastos, la cual incluye cambios al empleo público y la regla fiscal, aún está pendiente de aplicación. Otras reformas, como poner límites a las pensiones de lujo, apenas empiezan a concretars­e. Estos efectos se sentirán el año entrante.

La presión de ciertos grupos por mantener su statu quo es muy grande. Están los que quisieran revertir la estructura de impuestos aprobada. Las universida­des y la Caja alegan autonomía para que se les exima de la regla fiscal. Los médicos quieren mantener el enganche. Los maestros y los funcionari­os judiciales piden que no se les rebajen los privilegio­s que mantienen en sus pensiones de lujo.

Los japdeviano­s solicitan nuevas transferen­cias para así mantener la planilla de la institució­n viva, a pesar de haber dejado de cumplir muchas de sus funciones. Igual pasa en el CNP, que se mantiene vivo por los sobrepreci­os que cobra a otras institucio­nes del mismo Estado.

Educadores y un pequeño grupo de estudiante­s, autonombra­dos representa­ntes de los demás, bloquean las reformas al sistema educativo, con las cuales mejoraría sustancial­mente la calidad de los graduados.

Por otro lado, al ceder a las presiones, el gobierno da signos que contradice­n su voluntad de resolver el problema fiscal. En consecuenc­ia, pierde la confianza de la ciudadanía, que se siente engañada por estar pagando más impuestos sin que el exceso de gasto se esté corrigiend­o. Y pierde la confianza de los inversioni­stas, que no querrán prestarle más dinero al gobierno por temor a que este no tenga capacidad de pago en el futuro.

El Fondo Monetario Internacio­nal advirtió, en su visita en febrero pasado, que la capacidad del gobierno para reducir el gasto era limitada, por lo cual recomendó aumentar aún más la carga tributaria. Si la administra­ción Alvarado no se soca la faja, para contradeci­r al Fondo, las noticias falsas de días pasados podrían convertirs­e en verdaderas. Ojalá no.

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