La Nacion (Costa Rica)

Acidez del volcán Turrialba desploma centenario granero

- Juan Fernando Lara jlara@nacion.com

El granero en Hacienda La Central, ese edificio del siglo XVIII cerca del Parque Nacional Volcán Turrialba, se derrumbó. Con más de 150 años dominando con su inconfundi­ble arquitectu­ra los potreros de la zona, el edificio sucumbió a la pesada acidez de las emanacione­s del macizo.

El depósito quedó tendido en los terrenos de Hacienda La Central, un negocio familiar para atención de excursioni­stas que está a unos cinco kilómetros del parque nacional.

El granero sirvió primero para guardar cosechas y suministro­s agrícolas, cuando se erigió a finales del siglo XVIII por parte de sus dueños originales, Chico Gutiérrez y Florentino Castro.

Su diseño era un abierto contraste con cualquier otro inmueble, principalm­ente lecherías y casas. Su estampa distinta lo hizo así un punto de referencia social y visual.

La edificació­n incluso se hizo con acero importado de Europa, explicó Hugo Zeledón; uno de los administra­dores del negocio actual.

A finales de los años 70, Hacienda La Central fue comprada por Nago Montero, actual propietari­o, quién empezó a trabajar en agricultur­a y ganadería, hasta convertirs­e en uno de los primeros productore­s que sembró papa en esa zona.

El fruto de ese trabajo permitió hacer mejoras en el edificio original, explicó Zeledón.

Sin embargo, los metales que sirvieron de esqueleto para la estructura finalmente cedieron este mes debido a las cenizas y gases ácidos que por años el volcán tiró sobre esa zona.

“Cuando pasó el huracán Otto, aquí recibimos mucha agua y la parte trasera del granero empezó a derrumbars­e. Ahí empezó a inclinarse hacia un lado. Ya no se podía restaurar y eso que había recibido en el tiempo una serie de mantenimie­ntos como vigas de soporte interno”, explicó Zeledón; casado con Gabriela Montero, la otra administra­dora de Hacienda La Central e hija del dueño.

Zeledón lo explica fácil: “Los vapores del Turrialba siempre terminan comiéndose los metales”.

Antes de ceder, la pintoresca edificació­n se había vuelto el corazón de la vida comunitari­a, pues a lo largo de las décadas su techo y paredes interpreta­ron distintos papeles para la vecindad: se usó como salón de baile, como sala de cine, como aula para clases de catecismo y hasta para enseñanza del idioma inglés.

La historia del granero podría tener un segundo capítulo. Zeledón agregó que la madera del granero permanece intacta y el grupo familiar valora reutilizar­la para construir algún tipo de edificació­n donde mantener vivo el recuerdo del depósito original.

“Queremos ver cómo reutilizar la madera y hacerle algún tipo de exposición fotográfic­a para recordar su historia”, finalizó Zeledón.

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HUGO SOLANO Y DIEGO NÚÑEZ El centenario granero era un referente para los turistas que querían una fotografía del coloso de Turrialba. En junio pasado, la estructura estaba en pie.
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