La Nacion (Costa Rica)

Bolsas plásticas

- Armando González R. DIRECTOR DE LA NACIÓN

Desde hace tiempo el Automercad­o intenta convencer me de abandonar las bolsas plásticas utilizadas para transporta­r las compras. A falta de una bolsa reutilizab­le de otro material, los cajeros ofrecen una caja de car tón. A menudo declino. No ma nejo, y llevar una caja a cuestas es incómodo.

Nunca desaprovec­ho la opor tunidad de reciclar. Lo hago mi nuciosamen­te y hasta las bolsi tas para recoger las gracias de mi bulldog son biodegrada­bles Como periodista, denuncio e abuso del plástico, pero en ese momento crucial, frente a la cajera del Automercad­o, vienen a mi mente pretendida­s justifi caciones para una conducta a todas luces inconsecue­nte.

Ya no solo justifico la bolsa plástica por la incomodida­d de cargar una caja, sino por el he cho mismo de ser un caminan te. Mi reducida huella de car bono probableme­nte compense los efectos nocivos de la pinche bolsa plástica. Observo a quie nes aceptan la cajita de cartón y rechazo mentalment­e todo re proche a mi conducta. “Yo sal dré caminando mientras usted y sus cajitas viajan a expensas de un motor de combustión” digo para mis adentros con cier ta vanagloria.

Los cajeros plantean una al ternativa. Siempre tienen a la venta bolsas reutilizab­les. Tam poco las aceptaba. ¿Voy a com prar una cada vez que voy a supermerca­do? Esta nueva ar gumentació­n es más débil. Las cajas son difíciles de cargar y los peatones no contaminam­os pero la única razón para no em plear una bolsa reutilizab­le es la pereza de cargar con ella ca mino al supermerca­do.

Pero a veces voy al Masx menos, cerca de mi lugar de trabajo. ¿Voy a tener una bolsa reutilizab­le también en mi es critorio? Ahí está la excusa; la última trinchera. El supermer cado me obligó a abandonarl­a con un despliegue de valentía (de ellos, no mía). Hice la com pra y pedí una bolsa. “Ya no hay”, dijo el cajero. Solo atiné a dar las gracias, sin explicar por qué. Salí del establecim­iento con un dilema resuelto y bas tante menos hipocresía.

Mi resistenci­a no cedió de todo. Las bolsas plásticas están descartada­s, pero no compré la reutilizab­le. Hice malaba res para caminar de regreso a trabajo con varios artículos en las manos. A medio camino me sentí verdaderam­ente idio ta. ¿Qué tiene de malo guardar una bolsa reutilizab­le en el es critorio?

Claro está, una mirada a la compra evidencia la cantidad de plástico utilizado en envases y empaques. Es un problema apremiante. El fin de las bolsas del súper es apenas un ensa yo. Bien vale la pena y, a fin de cuentas, la pena es poca.

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