La Nacion (Costa Rica)

Gandhi y la teosofía

- José Ricardo Chaves ESCRITOR richavespa@gmail.com

El Museo de Memoria y Tolerancia de Ciudad de México organizó una exposición para conmemorar el 150 aniversari­o del nacimiento del admirado líder de la India Mahatma Gandhi. De este modo, el público se da una idea de su trayectori­a vital y política, su defensa de los métodos no violentos en la lucha política y la necesidad del diálogo interrelig­ioso para el avance social, lo cual es válido, sobre todo para una sociedad en que las dos religiones principale­s, la hinduista y la islámica, conviven a duras penas. También el museo presentó la herencia pacifista en figuras posteriore­s como Martin Luther King, Desmond Tutu y el actual dalái lama .

Aunque se acostumbre ver a Gandhi como una suerte de santo moderno, en su propia tierra hay una perspectiv­a más matizada sobre él, en la que, si bien se le reconoce su gran papel en la independen­cia de India ante Inglaterra, también se le endilga haber contribuid­o a su partición con Pakistán. Cuando se visita India, no es tan santo como cuando es visto desde fuera. Constituye una figura política carismátic­a, que hoy parece ubicada en la retaguardi­a, alejada de las tendencias políticas actuales, aunque los políticos sigan utilizando su imagen para explotar la nostalgia por él.

La huella de Gandhi no se encuentra tanto en la política práctica actual, a pesar de que sus imágenes aparezcan por muchos lados, sino en otros ámbitos, como en los grupos que defienden la vida tradiciona­l de los pueblos, los ambientali­stas o los promotores de la armonía interrelig­iosa. Todos estos rasgos son muy importante­s para la sobreviven­cia de la India a mediano y a largo plazo. En el aspecto religioso, la memoria histórica resulta parcial, conformada de acuerdo con intereses y prejuicios. Por ejemplo, en la exposición mencionada, parece que Gandhi fue siempre un fervoroso hinduista, con una mente amplia para dialogar con musulmanes y cristianos, quién sabe por qué causa.

Teosofía. Sin embargo, la razón es muy sencilla, aunque la historia oficial no la tome en cuenta por prejuicio secular, y radica en la temprana relación de Gandhi con la teosofía, esa corriente esotérica de finales de siglo XIX en adelante, de gran influencia en tantos lugares (incluida Costa Rica), y con la cual entró en contacto durante sus años en Inglaterra. Si bien provenía de una familia hindú, al igual que otros indios con educación occidental, no se sentía vinculado con su religión. Fue en Londres, por su contacto con los teosófos, cuando comenzó a cambiar su valoración religiosa, asombrado de que los europeos supieran más que él al respecto, tal como lo indica en su autobiogra­fía: “Hacia el final de mi segundo año en Inglaterra entré en contacto con dos teósofos, hermanos y solteros. Me hablaron sobre el [Bhagavad] Gita. Ellos estaban leyendo la traducción de Sir Edwin Arnold, El Canto Celestial, y me invitaron a leer el original con ellos. Me sentí avergonzad­o, pues yo no había leído el divino poema ni en sánscrito ni en gujarati. […] Comencé a leer el Gita con ellos… el libro me pareció de un valor incalculab­le”.

Así inició la larga y fructífera relación de Gandhi con la teosofía. Los dos teósofos de los que habla, los Keightley, en realidad no eran hermanos, sino más bien tío y sobrino, aunque de parecida edad, colaborado­res cercanos de la fundadora de la Sociedad Teosófica, Helena Blavatsky, a quien después lo presentará­n en la sede de Londres. También conoció a Annie Besant, de gran carisma político en ese momento por su participac­ión previa en el socialismo fabiano y en el feminismo.

De las dos, Gandhi prefirió a Blavatsky. De ella leyó La clave de la teosofía, del que dijo: “Este libro estimuló en mí el deseo de leer libros sobre hinduismo, y me quitó la noción fomentada por los misioneros [cristianos] de que el hinduismo estaba lleno de superstici­ón”. Después, siguió con La doctrina secreta. El efecto sobre Gandhi no fue algo aislado: muchos hindúes y budistas retomaron con orgullo sus defenestra­das tradicione­s religiosas gracias a la influencia teosófica, que subrayaba su valor intrínseco, comparable al de otras religiones, y a veces mayor. La tolerancia y el ecumenismo religiosos, valores y actitudes que en la actualidad nos parecen normales, eran algo insólito y mal visto en aquellos tiempos, y fue una de las vías de acción de los teósofos, quienes retomaron la noción renacentis­ta de una tradición espiritual antiquísim­a, el “rizoma perenne” de Jung, de la cual derivarían las diversas religiones históricas.

Preferenci­a por Blavatsky. Tiempo después de la muerte de Blavatsky, Besant tomó el control de la Sociedad Teosófica. Se desplazó a la India, donde, junto con otros teósofos, apoyó los movimiento­s en pro de la autonomía de ese país, aunque con perspectiv­as distintas a las de Gandhi.

Lo anterior explica la distancia entre ambos, no solo en sentido figurado, sino incluso físico: en una foto tomada en la sede mundial teosófica de Adyar, India, con motivo de la visita de Gandhi en 1915, se le ve a él y a su esposa al centro y, a un lado, con varias personas de por medio, a una distante Annie Besant.

Existía entre ellos afinidad, pero no sintonía. No solo había diferencia­s políticas, sino también filosófica­s, pues Gandhi no estuvo de acuerdo con los cambios introducid­os por Besant y su consejero Charles Webster Leadbeater en la Sociedad Teosófica, en especial el culto mesiánico del joven Krishnamur­ti. Gandhi mantuvo su gusto por Blavatsky y afirmó rotundamen­te: “Teosofía es la enseñanza de Madame Blavatsky. Teosofía es la fraternida­d del hombre”.

También dijo: “No creo que la señora Besant sea hipócrita; es crédula y está engañada por Leadbeater”. Todavía mucha gente sigue creyendo equivocada­mente que esas derivacion­es posteriore­s de Besant, Leadbeater y Krishnamur­ti se vinculan con lo enseñado ori ginalmente por Blavatsky.

Después de Londres. En sus años sudafrican­os, Gand hi continuó con actividade­s teosóficas. Aunque al volver a India comenzó cierto distan ciamiento, se debió al rum bo dado por Besant al movi miento; además, estaba más involucrad­o con las doctrinas hinduistas que los teósofos de Londres le habían enseñado a valorar.

En 1926, Max Wardall le pre guntó en una entrevista si aún era teósofo; Gandhi respondió “Todavía soy teósofo, pero no estoy en simpatía con el movi miento. No estoy a favor de fa vorecer el secreto. He abogado constantem­ente por levantar las barreras entre las personas de todas las clases”.

Desde su hinduismo, Gand hi siguió subrayando la uni dad religiosa propuesta por la teosofía: “El alma de las religiones es una, pero está encerrada en una multitud de formas. Los sabios ignorarán la corteza exterior y verán la misma alma viviendo bajo una variedad de costras. Debajo de esa diversidad hay una unidad que es inconfundi­ble y debajo de muchas religiones también hay una sola religión”.

El admirado líder de la India no habría sido un fervoroso hinduista sin los teósofos

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