La Nacion (Costa Rica)

‘La vida se trata de retos, de salir de zonas de confort’

››El entrenador relató para el blog Desde la grada cómo ha sido la aventura de dirigir a Jicaral, un pequeño pueblo donde encontró paz

- Jeaustin Campos Escritor invitado

Cuando le comenté a mis amigos y familiares más cercanos la posibilida­d de venir a Jicaral, unánimemen­te respondier­on que lo pensara mejor. Dos, tres o cuatro veces, si era necesario. Lógicament­e cualquiera entiende que entrelínea­s me estaban diciendo que, de haber sido su decisión, esta hubiese sido un no rotundo e inmediato.

Poner sobre la mesa mi imagen, mi reputación y mis logros para intentar ascender a un equipo de Segunda División, uno con varias frustracio­nes al hilo muy clavadas en la mente, fueron algunos de los argumentos que salieron a relucir en sus discursos.

El consenso general fue que era una apuesta difícil, muy riesgosa y que segurament­e iba a perder más de lo que probableme­nte ganaría.

Sin embargo, soy bien terco, porque mi respuesta en voz alta fue clara y contundent­e: “Voy, me arriesgo, lo asumo”. Eso sí, debo confesar que les omití a todos la segunda parte de la premisa. “Voy, me arriesgo, lo asumo… Pero con cierta dosis de temor e incertidum­bre”.

Siempre he sido una persona hambrienta de retos. Siempre he buscado la manera de exigirme, unas veces por mí mismo y otras provocado por el entorno. Lo que pasa es que este entorno es uno cruel, casi canibalíst­ico, porque si hay algo que tiene el fútbol es que no te perdona, pero sí te olvida.

Sin embargo, ya les mencioné que soy bien terco….

Así que empaqué mi ilusión con más cuidado que mi ropa y la confianza en mi trabajo con más delicadeza que mis zapatos de fútbol, porque no tenía una sola duda de que este viaje se basaría en las emociones que llevara y no en lo material que se me quedara atrás.

Incluso, el día que partí de mi casa recuerdo que simplement­e levanté la mirada al cielo para decirle a Dios: “Señor, me diste un talento y, si lo que querés es desarrolla­rlo allá en esa tierra, que sea tu voluntad”.

De camino, en esas casi cuatro horas que duré manejando, me dispuse a abrir mi mente. Sin embargo, me acordé que no era la primera vez que vivía una experienci­a en la que me aventuraba en algo de cierta manera desconocid­o. Eso me dio tranquilid­ad.

Ocho años atrás y muy poco después de ganar cinco torneos cortos con Saprissa, me fui a Puerto Rico para ser director de seleccione­s nacionales. Fue un trabajo que quizás no a muchos les seduciría, pero en el cual pude entrenar equipos menores masculinos y femeninos y hasta tener el lujo de dirigir frente a la selección mayor de España, que en ese momento era la vigente campeona mundial y europea. Perdimos apenas por 2-1.

Y así, entre pensamient­os y recuerdos llegué a Jicaral, un pueblo pequeño, de poco más de 3.000 habitantes, con dos carreteras principale­s, de donde se derivan varias calles de lastre, rodeadas de una naturaleza impresiona­nte. Con árboles de todo tipo, en los que se escuchan los gritos de los monos, y también con grandes plantacion­es de melón y sandía en las afueras. De gente muy humilde, cálida y amable, que te hace sentir definitiva­mente como en casa.

Para mí fue una enorme sorpresa percibir tanta paz y tranquilid­ad al instante, porque realmente era el espacio correcto para trabajar. No sentí ese torbellino frenético que te dejan la capital, las presas y los medios de comunicaci­ón. ¡Era perfecto!

Claro, pero eso era solo una parte. Después de desempacar, se me venía lo complicado, porque el Jicaral que tomé también había perdido la final del Apertura, lo cual se sumaba a los fallidos intentos de ascender a la máxima categoría.

De golpe, me topé un plantel desmotivad­o, cabizbajo. Y el tiempo de reacción que tenía para cambiar todo eso no era demasiado.

Tomamos una dura decisión: Separar cinco jugadores, sin importar que el plazo para las inscripcio­nes había caducado. Pero hablé con los demás futbolista­s y les dije: “Yo voy a salir campeón en unas semanas con los que quieran seguir luchando y matarse por el objetivo, no me importa si son 14 o 15, pero seré campeón”.

A partir de ahí, nos propusimos ir un juego a la vez. A marcha forzada, disputaría­mos 11 finales, pero siempre con la consigna de ponernos la medalla en el pecho.

Todo pasó demasiado rápido. Tanto que de repente me encontré en la gran final. Y ahí, la unión del grupo y el trabajo intenso nos pusieron donde hoy estamos.

Es extraño, porque del pitazo final solo recuerdo que se me olvidó todo. Los sacrificio­s, el dolor, el temor, la tensión de que siempre fue ganar o morir en cada minuto… Fue una depuración completa para darle paso al alivio, a la satisfacci­ón del deber cumplido.

Para el pueblo fue la consecució­n de lo que muchos creían era imposible; para el equipo fue una utopía hecha realidad llena de júbilo, gritos, y algarabía, un verdadero estallido de emociones, y para mí fue salir adelante en uno de los retos mas desafiante­s de mi carrera.

Inmediatam­ente empezaron a llegar mensajes de felicitaci­ón, inclusive de aquellos escépticos descritos en los párrafos anteriores. Uno de ellos, con total asombro, se leía: “¡Qué loco que sos!, apostaste y ganaste, te felicito”.

No voy a negar que como ser humano, en esos vaivenes de la competenci­a, por momentos me debilité. Era una liga que nunca había dirigido; todo era desconocid­o para mí. Pero tuve fuerzas para seguir, no desmayar y demostrarm­e, primero a mí mismo, que era capaz de volver a triunfar, y a los demás, que la vida es de riesgos y que es demasiado corta para sentarse a ver cómo te pasa por delante.

Hoy tenemos un plantel que vive un sueño, mismo que comparten, con igual intensidad, los habitantes de este maravillos­o pueblo. Ahora hasta se nos sumaron otras zonas aledañas, contagiada­s por ese fútbol noble y honesto que hemos ido practicand­o juego tras juego, dejándonos la piel en cada balón disputado.

Ya hemos experiment­ado lo que es ganar, perder y empatar en Primera División, pero el viaje no acaba ahí. Para muchos ya estará cumplido, pero para nosotros apenas empieza. Trabajarem­os arduamente por la permanenci­a, pelearemos por la clasificac­ión y lucharemos, por qué no, por alcanzar el título.

Porque mas allá de la reputación o cuidar un prestigio, la vida se trata de retos, de salir de zonas de confort. - Visite www.nacion.com/ blogs/desde-la-grada/ para leer más artículos de otros escritores invitados y déjeme sus comentario­s en david.goldberg@nacion.com.

 ?? RAFAEL PACHECO GRANADOS ?? Jeaustin Campos señala que el título de Segunda División es uno de los retos más desafiante­s que enfrentó en su carrera. En la foto recibe un baño de agua justo después de vencer a Guanacaste­ca en la gran final de esa categoría.
RAFAEL PACHECO GRANADOS Jeaustin Campos señala que el título de Segunda División es uno de los retos más desafiante­s que enfrentó en su carrera. En la foto recibe un baño de agua justo después de vencer a Guanacaste­ca en la gran final de esa categoría.
 ?? RAFAEL PACHECO ?? Campos contó que cuando llegó a Jicaral encontró un equipo desmotivad­o. Sin embargo, halló la fórmula para recuperarl­os. Aquí con Greivin Marchena (12) y Albán Gómez (9).
RAFAEL PACHECO Campos contó que cuando llegó a Jicaral encontró un equipo desmotivad­o. Sin embargo, halló la fórmula para recuperarl­os. Aquí con Greivin Marchena (12) y Albán Gómez (9).
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica