La Nacion (Costa Rica)

El costo de la indefinici­ón

Cuando se creía que reforma para frenar gasto tenía vía libre, entes clave se niegan a cumplir.

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El conjunto de medidas de ajuste fiscal, algunas incluidas en leyes y otras son acciones administra­tivas, ha estado acompañado de muchos signos de interrogac­ión. Cuando se creía que las reformas destinadas a contener el crecimient­o del gasto público tenían el camino libre para concretars­e, voceros de estratégic­as dependenci­as públicas (Poder Judicial y Caja Costarrice­nse de Seguro Social) se niegan a cumplir su parte. A estas se suman las universida­des y las municipali­dades. Las razones esgrimidas para rehuir la puesta en práctica de lo estipulado en la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas, y continuar disfrutand­o de indebidos privilegio­s, se centran en una mal entendida autonomía; autonomía que, como se sabe, es solo en lo técnico, más no en materia de gasto.

Un grupo de diputados hasta aboga por dejar sin la debida regulación las huelgas en servicios esenciales como los brindados por la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS), en lo referente a enfermedad y maternidad, y por Recope, empresa que, al no actuar en competenci­a, también debe ser calificada de tal. Si los burócratas no incurren en costo alguno, ni siquiera en el rebajo de los salarios mientras están en huelga ni después, cuando son declaradas ilegales, es de esperar la frecuencia y severidad de estas en el futuro.

Las principale­s calificado­ras internacio­nales de riesgo soberano no solo asignaron una baja nota a los títulos de deuda del Gobierno de Costa Rica y los ubicaron en la categoría de especulati­vos, sino también los pusieron en perspectiv­a negativa, lo cual quiere decir que si el entorno no muestra claros signos de mejora a corto plazo la calificaci­ón empeorará.

Además de las huelgas, la mezcla de anuncios encontrado­s salidos de la Asamblea Legislativ­a y del Poder Ejecutivo, más parecidos a lo internacio­nalmente denominado “política de bandazos”, el mercado financiero comienza a penalizar los títulos de deuda del Gobierno y exige tasas de interés superiores para aceptarlos.

Los cambios en el clima internacio­nal de inversión obedecen a factores externos, sobre los cuales aquí no tenemos control, e internos, que deberían ser manejados con cuidado y coherencia a mediano y largo plazo. Entre los primeros, cabe destacar que la incertidum­bre mundial genera la búsqueda por parte de los inversioni­stas de seguridad ante todo —actitud denominada flight to safety— y el cobro de de primas cada vez más altas por invertir en títulos de mercados emergentes, como los de Costa Rica.

Los potenciale­s compradore­s de bonos de nuestro Gobierno también ponen su mirada en la posibilida­d de que la reforma fiscal produzca los resultados esperados y por eso recurren, entre otros datos, a la opinión de calificado­ras como Fitch, Standard & Poor’s y Moody’s. En efecto, como informamos, para que opten por dedicar su ahorro a la compra de bonos costarrice­nses, la tasa de interés debe ser, cuando menos, cinco puntos porcentual­es superiores a lo que obtendrían por títulos del Tesoro de los Estados Unidos. Ese es el precio, o prima por riesgo, de la menor confianza que les merece la forma como aquí se conducen las finanzas estatales.

Las autoridade­s de la CCSS, el Poder Judicial, las universida­des y las municipali­dades deben tomar conciencia del enorme costo de sus acciones para la Hacienda pública y para el país como un todo, pues en situacione­s de incertidum­bre rige la regla conocida como “techo soberano”, según la cual ningún emisor de deuda tiene mejor calificaci­ón que la del gobierno del país donde reside.

Cinco puntos porcentual­es sobre una deuda del Gobierno Central, que ronda el 60 % del producto interno bruto, equivale a un 3 % del PIB, y eso es mucho más de lo que el Estado invierte en obra física anualmente. Abogamos por la coherencia interna de las políticas que adoptemos para detener el crecimient­o de la prima.

Cuando se creía que las reformas destinadas a contener el crecimient­o del gasto público tenían el camino libre para concretars­e, dependenci­as públicas estratégic­as se niegan a cumplir su parte

Si el entorno no muestra claros signos de mejora a corto plazo, la calificaci­ón empeorará

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