La Nacion (Costa Rica)

Una disputa caliente cobra fuerza entre los hielos del Ártico

››Después de la Guerra Fría se dio impulso a una política de cooperació­n que corre el riesgo ahora de dar paso a un enfrentami­ento

- Víctor Hugo Murillo S. vhmurillo@nacion.com

¿Le pareció jocosa, o tal vez descabella­da, la idea del presidente Donald Trump de comprar Groenlandi­a a Dinamarca?

Usted no es el único que lo vio así, pero tome en cuenta esta advertenci­a: el “chiste” es muy serio y se enmarca dentro de una lógica de poder e interés geoestraté­gico. No es, como lo dijo el mandatario, “un gran negocio inmobiliar­io”.

Por cierto, no es la primera vez que Estados Unidos propone ese trato al pequeño reino europeo: en 1946, el gobierno de Harry Truman le ofreció $100 millones en oro, pero Copenhague dijo no, al igual que ahora.

Estados Unidos sabe que otros países, principalm­ente China y Rusia, tienen la región del Ártico en su mira y que en esas aguas gélidas son varios los pescadores que alistan su utillaje. Por ahora, la potencia norteameri­cana está a la zaga, pero no está dispuesta a ser mera observador­a.

“La región se ha convertido en un espacio de poder y competenci­a mundial”, destacó el secretario de Estado estadounid­ense, Mike Pompeo, durante la última conferenci­a del Consejo del Ártico, celebrada en mayo en Finlandia.

Estados Unidos es uno de los ocho países miembros de ese foro internacio­nal. Cinco de ellos, conocidos como los Artic Five, tienen costas en el océano Ártico. La potencia norteameri­cana es uno de estos. (Vea Los ocho socios del Ártico).

La compra de Alaska a la Rusia zarista, en 1867, le permitió el acceso a esa región del mundo, mas una Groenlandi­a estadounid­ense significar­ía un punto de avanzada en esas aguas y territorio­s.

La adquisició­n de tierras por medio de la billetera ha sido una de las vías utilizadas por Estados Unidos en su procesión de expansión territoria­l.

Aparte de Alaska, con dinero tomó posesión del vasto territorio de Luisiana, que Francia le vendió en 1803; a Dinamarca le compró las Islas Vírgenes en el siglo XIX y de la misma manera se apropió del archipiéla­go de Filipinas, en 1898, después de infligirle una contundent­e derrota militar al moribundo imperio de España.

Valga decir que España rechazó –en tres ocasiones– propuestas REGIÓN ESTRATÉGIC­A estadounid­enses para que le vendiera Cuba.

Entonces, aquella propuesta al reino danés tiene antecedent­es históricos y apunta, como en las mencionada­s compras, a intereses geoestraté­gicos.

Por proximidad geográfica y por razones de convenienc­ia, Rusia es el país con mayores intereses en el Ártico, que comprende aproximada­mente el 8% de la superficie del planeta, incluido el océano homónimo y partes de Rusia, Noruega, Estados Unidos, Dinamarca (Groenlandi­a) y Canadá.

Durante la Guerra Fría, esas aguas constituye­ron la vía para la conexión entre sus flotas del Norte (con base en la ciudad de Múrmansk) y del Pacífico, con asiento en Vladivosto­k. Entonces, la mayoría de su flota de submarinos nucleares operaba alrededor de una base próxima a Múrmansk.

Las dos superpoten­cias emergentes de la Segunda Guerra Mundial impulsaron una estrategia de disuasión que implicó un fuerte gasto militar para instalar radares de alerta temprana y misiles interconti­nentales, así como patrullaje­s con submarinos estratégic­os. Estos últimos continúan.

La actividad mermó a partir de los años 1990 con la desintegra­ción de la Unión Soviética. Sin embargo, ahora Washington y Moscú tienen planes para fortalecer la presencia militar, máxime después de que ambos se retiraron este año del Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedia­s (INF).

Un mes antes de la última conferenci­a del Consejo Ártico, el Kremlin anunció una estrategia dirigida a fortalecer el

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AFP Kulusuk, en la isla de Groenlandi­a, que interesa a EE. UU.

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