¿Cooperación o enfrentamiento?
Pasada la Guerra Fría, surgieron iniciativas de cooperación para el Ártico. La más notable ha sido el Consejo Ártico, que explícitamente excluye asuntos militares y de seguridad, comercio y migración. Sus decisiones se toman por consenso y, a diferencia del Tratado Antártico, las decisiones del Consejo no son vinculantes.
Sin embargo, esa búsqueda de consenso se rompió este año –por primera vez en dos décadas– cuando sus miembros fueron incapaces de acordar una declaración en la cumbre que sostuvieron en mayo en Ravaniemi, Finlandia. Estados Unidos rehusó plegarse a un documento que advertía de los riesgos del cambio climático.
Esta situación da una alerta sobre el desafío que deben enfrentarse las iniciativas de cooperación ante la presencia de intereses múltiples y, en ciertos casos, contrapuestos.
“La territorialización de la región y el persistente y tradicional dominio en el sistema internacional de la balanza de poderes pueden poner en serio peligro los avances en materia de cooperación e integración de los últimos 20 años”, advirtió Alejandro Márquez, con una maestría en Estudios Internacionales de la Universidad de Barcelona.
Díaz González, por su parte, señaló que la falta de un tratado similar al que rige para la Antártida y el papel casi nulo de las Naciones Unidas acarrea el peligro de que el enfrentamiento cobre más vigencia. Indicó: “El Ártico seguirá estando al arbitrio de las grandes potencias, confrontaciones que pueden llegar a poner en peligro la paz y la seguridad internacionales”.
Este especialista prevé un panorama más difícil con un aumento de las tensiones conforme el deshielo siga creciendo y los países árticos choquen por la definición de fronteras. “Luego vendrán los conflictos sobre cómo y a qué ritmo se produce la explotación de los recursos”, planteó en su artículo “Las ¿nuevas? estrategias para el Ártico”, publicado en Revista de Pensamiento Estratégico y Seguridad CISDE.
La eventual apertura de la Ruta Marítima del Norte, a través del océano Ártico, acortaría el trayecto entre los puertos del Lejano Oriente y Occidente.
control suyo en la región para lo cual construirá infraestructura, rehabilitará bases militares de la época soviética que están abandonadas y ampliará la flota de buques rompehielos. El gigantesco país es el único que dispone de este tipo de naves propulsadas por energía nuclear y su contingente es, con mucho, el mayor de todos los Artic Five.
Uno de los objetivos de esta política tiene como propósito resguardar la Ruta Marítima del Norte, puntualizó el presidente Vladimir Putin. Rusia aspira a aumentar el tránsito por allí y proyectó que para el 2025 pasen 80 millones de toneladas de mercancías contra 20 millones en el 2018.
“Esta es una tarea realista, concreta y bien calculada”, resumió.
Estados Unidos no tardó en anunciar su respuesta ante la “actitud agresiva” de Rusia y China en el Ártico.
Al visualizar la región como un teatro de “poder y competencia”, el secretario Pompeo indicó que su país reconstituirá su flota de rompehielos, hará ejercicios militares y no permitirá que ese espacio se vuelva “un lugar sin ley”.
Esta alusión la dirigió contra Moscú, al que recriminó pretender el control de la navegación en la Ruta Marítima del Norte lo que, a su juicio, evidencia una “actitud agresiva rusa”.
China no escapó a la arremetida de Pompeo en el Consejo Ártico: denunció intenciones de Pekín por establecer una presencia permanente en la zona polar, incluso con un posible despliegue de submarinos nucleares.
Lo criticó por querer presentarse como un país “casi ártico”. “Hay solamente Estados árticos y no árticos. No existe una tercera categoría, y asegurar lo contrario no da a China derecho a nada”.
El gigante asiático tiene estatus de observador en el Consejo Ártico.
China no oculta su interés en la explotación de recursos naturales, minerales y energéticos, así como en beneficiarse de la apertura de la Ruta Marítima del Noroeste, que acortaría el tiempo y distancia de navegación entre sus puertos y Europa. (Vea Un viaje más corto entre Oriente y Occidente).
Al no contar con presencia geográfica en el Ártico, esa potencia asiática rechaza los reclamos de soberanía de los Artic Five y pugna porque se establezca una gobernanza que salvaguarde sus planes y objetivos allí.
Pekín apuesta por una “Ruta de la Seda Polar” que conecte sus puertos con Europa y para ello busca trabajar en conjunto con Rusia. Esta cooperación, que Washington ve con recelo, ya se manifiesta en acuerdos conjuntos para el acarreo de hidrocarburos y un convenio general para el transporte en la Ruta Marítima del Norte.
“El objetivo principal de la política ártica china es no quedar fuera de la gobernanza del Ruta Marítima del Norte Polo Norte”, explicó Norma Pensado Moreno, quien se desempeña como embajadora de México en Rusia.
En su libro blanco sobre su política en el Ártico, expuesto en enero del 2018, China recalca lo anterior mientras se presenta como “una potencia responsable, dispuesta a cooperar con todas las partes relevantes” para desarrollar la región.
Es claro en ese documento la oposición de Pekín al control de las rutas marítimas por parte de un país, así como a los reclamos de soberanía de los Artic Five.”Respeto, cooperación, ganancia compartida y sostenibilidad” se erigen como los pilares básicos de su estrategia.
No solo las tres potencias se marcan de cerca en su afán por aprovechar el potencial que tiene el Ártico, mucho del cual se abre a las posibilidades de exploración y explotación ante el deshielo provocado por el cambio climático. Una expectativa que décadas atrás era casi impensable.
Concatenado con lo anterior tienen explicación los reclamos de soberanía de algunos de los cinco países costeros, que buscan legitimar así su condición de miembros de lo que José Carlos Díaz González, especialista en seguridad internacional, denomina el “primer anillo” de influencia regional.
En el segundo se ubican los países árticos sin costa (Suecia, Finlandia e Islandia) con intereses y capacidades menos determinantes y, por último, un tercero en el cual están China, Japón, Singapur, Corea del Sur, India y la Unión Europea.
Dinamarca alega derechos soberanos sobre casi 900.000 km² y Canadá afirma que le pertenecen 1,2 millones de km². Todas esas reclamaciones las hacen tomando como referencia la sierra de Lomonósov, un sistema montañoso submarino que cada país busca demostrar que es una prolongación de su plataforma continental.
Toca a la Comisión Internacional para los Límites de la Placa Continental de las Naciones Unidas resolver este asunto, con base en la Convención de Derecho del Mar.
Además del control de rutas de navegación, en el Ártico están en juego otros intereses. El Instituto Geológico de Estados Unidos estima que allí yacen el 13% del petróleo y el 30% del gas natural del planeta. Para países como Noruega, cuyas reservas petrolíferas están decayendo, es lógico mirar al norte para hallar más hidrocarburos.
Rusia, por ejemplo, tiene en la región amplias fuentes energéticas y mineras. La embajadora Pensado refiere a estudios según los cuales el 95% de la producción de gas y el 70% del petróleo de ese país provienen de allí, y hay decenas de depósitos de estos hidrocarburos aún sin explotar.
El país extrae del Ártico minerales como diamantes, platino, níquel, cobalto, cromo, manganeso, tungsteno, tierras raras y oro.
Groenlandia, territorio autónomo de Dinamarca, guarda en su subsuelo grandes depósitos de tierras raras, un grupo de minerales y metales que son clave para la fabricación de instrumentos y aparatos tecnológicos, además de uranio y cinc.
Por eso, no solo Estados Unidos vuelve la vista a la enorme isla helada; también China hace su apuesta. Una empresa estatal china desarrolla un plan para construir una mina de tierras raras y una de uranio.
El Gobierno de Dinamarca rechazó el año anterior una oferta china para construir tres aeropuertos.