La Amazonía se desvanece
La Amazonía está bajo fuego intenso desde hace más de dos semanas. Las llamas arrasan con miles de hectáreas de bosque tropical. La humanidad es testigo de un verdadero cataclismo de incalculables proporciones ecológicas y económicas. Aunque es pronto para hablar de consecuencias, por décadas viviremos las nefastas secuelas de esta catástrofe ambiental. El principal pulmón del mundo se quema y nuestra única nave planetaria pierde resiliencia y capacidad para frenar los efectos del cambio climático y regular los patrones climáticos regionales y globales. El vapor de agua, que se libera en el bosque, dejará de producir los llamados “ríos voladores”,
que suben a la atmósfera y controlan los patrones de lluvia en diferentes regiones de Suramérica.
Tesoro invaluable. Este inmenso territorio representa el 4,9 % del área continental mundial y cubre 7,4 millones de kilómetros cuadrados de extensiones de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. Almacena 100.000 millones de toneladas de carbono anuales, una cantidad diez veces superior a la emitida cada año por el uso de combustibles fósiles. Sus bosques representan el 10 % de la reserva global de carbono, es decir, son verdaderos pulmones terrestres que frenan el calentamiento global y purifican el aire del mundo. Si desaparece, toda esa cantidad de ese elemento —o la correspondiente en función del daño— se liberaría a la atmósfera, lo cual aceleraría a ritmo de vértigo el calentamiento global y, por tanto, el aumento de la temperatura media mundial.
La Amazonía es única; es el bosque y el sistema fluvial más grande del mundo. Allí vive una décima parte de todas las especies del planeta. Algunos números despejan toda duda acerca de su valor ecosistémico y permiten comprender lo que cada día desaparece entre las llamas. Tiene 6,7 millones de kilómetros cuadrados de bosques y, en los últimos 20 años, se han registrado 220 es pecies de animales terrestres 2.500 especies de peces de agua dulce y 40.000 especies de plan tas. Desde el punto de vista so cial, representa 11.000 años de asentamientos humanos. Ah conviven más de 34 millones de personas distribuidas en 350 grupos indígenas, muchos de ellos conservan lenguas au tóctonas y costumbres apenas conocidas por el resto de la hu manidad.
En peligro. Mientras la Ama zonía arde, el gobierno de Brasil ha excluido el desarro llo sostenible de sus planes alienta la deforestación y las actividades humanas en las selvas tropicales. Lejos de presentar medidas que frenen la catástrofe, Jair Bolsonaro culpa a las organizaciones ambientales y niega categóri camente que sus políticas ha yan contribuido al siniestro
Está siendo arrasada por las llamas, mientras Jair Bolsonaro niega su incidencia en la catástrofe
Sin embargo, las cifras hablan por sí solas. Los agricultores y ganaderos han expandido sus operaciones en toda la selva e interpretan los mensajes de presidente como una licencia para causar incendios con to tal impunidad. Bolsonaro se ha identificado como un es céptico del cambio climático y anunció su intención de aban donar el Acuerdo de París. Ha llamado “psicosis ambiental” a toda reacción a favor de dis minuir las emisiones de gases de efecto invernadero y desde su campaña prometió reducir las reservas indígenas en pro de la industria minera, agríco la y ganadera.
El mundo necesita la Ama zonía por ser la reserva bos cosa más grande del planeta vital para la ralentizar el ca lentamiento global y asegurar la existencia de la raza huma na. Cada día que pasa, la selva muere, el bosque tropical falle ce y, con ellos, el futuro de las generaciones. No más impuni dad ambiental.