La Nacion (Costa Rica)

La cerca de La Sabana

El Icoder planteó el curioso proyecto de rodear las 72 hectáreas del concurrido espacio con 2.800 metros de cerca.

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La función primordial de La Sabana no es servir al deporte. Es un espacio público dedicado al esparcimie­nto de los visitantes, incluidos los deportista­s. En cambio, el Instituto Costarrice­nse del Deporte, encargado del parque, existe para los fines contenidos en su nombre, si bien la Recreación (Icoder), en términos generales, se añade a sus funciones.

Eso podría explicar el curioso proyecto de rodear las 72 hectáreas del parque con 2.800 metros lineales de cerca porque no cabe duda del énfasis puesto por la iniciativa en la protección de las instalacio­nes deportivas, con olvido de los demás servicios. Una cerca protegería a toda La Sabana, es cierto, incluidas las inversione­s relativame­nte modestas en recreación no deportiva, pero el cuidado de estas últimas no es, evidenteme­nte, la prioridad detrás de la propuesta.

La cerca protegería, primordial­mente, las instalacio­nes deportivas al costo de limitar el acceso al más extenso espacio público dedicado al esparcimie­nto en la capital. La Sabana sería estupenda aunque no tuviera instalacio­nes deportivas, más allá de senderos para correr y aparatos de gimnasia en exteriores. Su verdadero valor reside en los árboles, los lagos y las extensione­s de hierba que invitan a las familias a disfrutar un almuerzo campestre y a todo ciudadano a emprender una caminata.

La experienci­a de La Sabana también es estética, y eso el Icoder no parece tenerlo presente, como se hace evidente al mirar las vallas publicitar­ias instaladas por todas partes, algunas con la excusa de una indicación, no importa cuán obvia e innecesari­a (“Cancha de béisbol número dos”).

Una cerca alrededor del parque vendría a rematar la ofensa para la vista. La vocación publicitar­ia ya demostrada por los administra­dores podría también manifestar­se en los 2,8 kilómetros de espacio libre creado por la cerca o, en su defecto, los oferentes de carga para aires acondicion­ados, servicios de reparación doméstica y todas las actividade­s imaginable­s, incluida la política, encontrará­n la forma de aprovechar­lo.

Los funcionari­os de administra­ciones pasadas entendiero­n el papel de La Sabana mucho mejor cuando iniciaron el reemplazo de los árboles existentes por especies nativas. La nueva vegetación ya atrae pájaros en más cantidad y variedad. No debe haber limitacion­es para disfrutarl­os.

La Asamblea Legislativ­a demostró la misma comprensió­n al aprobar, en el 2012, una reforma a la Ley de Protección del Parque La Sabana Padre Chapuí, cuyo primer artículo prohíbe las cercas. Desde entonces, las obras de conservaci­ón y mejoramien­to serán ejecutadas “siempre y cuando sean al aire libre y no se encuentren aisladas por vallas, cercas u obras parecidas”.

El Icoder justifica el proyecto por los ahorros en vigilancia. Cita sumas considerab­les. Según la institució­n, necesita 52 oficiales privados, en tres turnos, a un costo de ¢135 millones mensuales. La cerca permitiría el mismo nivel de seguridad con ayuda de diez oficiales. Es un ahorro cuantioso, paradójica­mente obtenido a un costo demasiado alto.

La rápida intervenci­ón del presidente, Carlos Alvarado, luego de una informació­n difundida por Telenotici­as, puso fin a la iniciativa. El mandatario ofreció explorar otras soluciones para mantener la seguridad de la infraestru­ctura, pero descartó toda posibilida­d de cercar el parque. No obstante, queda el sinsabor de la falta de sensibilid­ad de las autoridade­s encargadas y quedan, también, las vallas publicitar­ias.

El Icoder planteó el curioso proyecto de rodear las 72 hectáreas del concurrido espacio público con 2.800 metros lineales de cerca

La intervenci­ón del presidente, Carlos Alvarado, puso fin a la iniciativa. No obstante, queda el sinsabor de la falta de sensibilid­ad de las autoridade­s encargadas

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