Una nueva fuente sísmica
Wálter Montero, geólogo y sismólogo quien en los últimos 30 años ha investigado las fallas activas, afirma que la fuente sísmica de esta seguidilla de temblores es nueva, pues no está en el mapa de las estudiadas al sur de San José.
“Es novedoso”, dijo el experto del Centro de Investigaciones en Ciencias Geológicas de la Universidad de Costa Rica. Añadió que con las edificaciones actuales allí, es difícil detectar una falla sísmica por medios tradicionales. Habría que revisar fotos aéreas anteriores a la expansión urbana de los últimos 30 años, para tener alguna pista de la falla de origen.
“Vamos a tener que ponerle atención y revisar con más cuidado la región, para ver si encontramos algo que no hemos detectado en estudios pasados”, acotó. También analizarán las características de cada temblor y su orientación, así como imágenes satelitales y modelos de elevación digital del terreno.
Montero dice que desde el 2016 han ocurrido ahí sismos leves, pero no tan seguidos como los de este agosto.
Más efectos. Otra consecuencia de cuidado tiene que ver con que si un temblor alcanza los 5 grados, podría provocar movimientos de suelo en la zona adyacente, máxime en época lluviosa.
En el 2017, en Capellades de Cartago, un temblor fuerte dio paso a deslizamientos, pues los suelos estaban saturados.
El patrón de los temblores recientes muestra tendencia noroeste. En el Valle Central hay dos sistemas de fallas activas, como la que atraviesa los distritos de Jaris, Piedras Negras y Picagres de Mora, San José, la cual originó el terremoto que destruyó varias edificaciones en Alajuela, en 1990. El otro sistema es el de Aguacaliente, que va con rumbo este-noreste, contraria a la de Picagres.
Montero también dejó claro que los sismos recientes no tuvieron un movimiento telúrico disparador, como ocurrió con el terremoto de Cóbano de 1990, que días después causó un enjambre sísmico en Puriscal que duró nueve meses.
Lo que pueda suceder es incierto. A veces, enjambres como uno ocurrido en Tobosi de El Guarco, entre el 2011 y el 2012, desaparecen sin mayor consecuencia; lo mismo que otro en Santa Ana en el 2016. Pero no se sabe si esa será la tendencia de los actuales. Una ventaja es que cerca de este sitio hay muchas estaciones sismológicas que recogen la información para estudiarla.
Como el conocimiento acumulado sobre la sismicidad en el centro del país data de hace unos 50 años, se desconocen los periodos de retorno o ciclos sísmicos en las fallas. “Ni siquiera en los países más avanzados se conocen muchos ciclos, porque a veces transcurren cientos de años entre uno y otro”, afirmó Montero.