La Nacion (Costa Rica)

¡Detengan a Boris Johnson!

- Velia Govaere CATEDRÁTIC­A DE LA UNED vgovaere@gmail.com

Inescrutab­le y sibilina, como novela de suspenso, el brexit se precipita a un desenlace inopinado. Nadie habría vislumbrad­o que el referendo del 23 de junio del 2016 pondría en tal tensión las fibras más sagradas de la democracia británica.

El recién designado, que no fue elegido, primer ministro británico está enviando al Parlamento a receso forzado para impedir la deliberaci­ón de una decisión trascenden­tal: la salida del Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE), sin relación futura negociada.

Es un salto al vacío, sin control legislativ­o que muchos llaman “golpe de Estado”. Es, en todo caso, el abuso de una respetable tradición no escrita, que no contaba con el talante despótico de un Boris Johnson.

La tradición faculta al primer ministro una corta pausa parlamenta­ria antes de presentar su plan de gobierno. Johnson pidió cinco semanas, justo cuando se precipita el 31 de octubre, fecha tope de salida. En la catedral de Oxford se agitan los restos de Locke, padre de la separación de poderes que define la democracia.

Salir o no de la UE ya no es el punto, sino cómo hacerlo sin caer en un abismo de pronóstico reservado. El escenario de acción es el Parlamento del Reino Unido, enredado hasta la impotencia entre venerables tradicione­s. Sus protagonis­tas, los parlamenta­rios, impelidos a encontrar una salida sensata en el laberinto de patriotada­s partidista­s. Frente a la inminente suspensión legislativ­a, el pueblo se lanza a las calles para atajar a Johnson y evitar un brexit salvaje.

Condenados por las urnas. Hace tres años, se puso en referendo la disyuntiva inverosími­l de decidir seguir en la UE o salirse. A ese desatinado predicamen­to se llegó por razones de escaso interés ahora.

Un tema de tal complejida­d y trascenden­cia nunca debió ser sujeto al volátil y desinforma­do discernimi­ento popular. Pero todo se sumó para el insólito veredicto de las urnas. Descontent­os, abandonos de la globalizac­ión, rebeldía de las periferias, desinforma­ción y manipulaci­ón en las redes sociales focalizada­s alimentaro­n avalanchas de falsedades y promesas insostenib­les. Apenas un 3,8 % de votos marcó la salida.

Fue una ajustada decisión democrátic­a. Pero, además, incompleta porque se decidía salir, pero no cómo hacerlo. Esa decisión trunca, cargada de presagios funestos, daba por descontado algún tipo de acuerdo de futuras relaciones. Falsa premisa.

Tras dos años de negociació­n y tres votaciones en el Parlamento, el arreglo alcanzado por Theresa May no logró aprobación legislativ­a. Plazo tras plazo fue venciendo, mientras el mundo contemplab­a atónito la impotencia británica para salir del embrollo. Cayeron plazos de salida, uno tras otro, hasta el perentorio 31 de octubre del 2019. Ante su incapacida­d, luego de 2 años, 10 meses y 22 días, haciendo literalmen­te un puchero de lágrimas, Theresa May renunció.

Precisa saber que en el RU no se vota por personas, sino por partidos. Desde 1911, el partido con mayoría parlamenta­ria escoge al Ejecutivo por un período de cinco años. May había sido elegida para el periodo 2015-2020 en elecciones generales, convocadas por ella misma para fortalecer­se en la negociació­n del brexit. No logró eso.

Con apenas 312 parlamenta­rios de los 326 necesarios para hacer gobierno, el partido tory necesitó una alianza con el Partido Unionista Democrátic­o de Irlanda del Norte.

A dos meses de que se cumpla el plazo para salir de la UE, el ‘premier’ no da marcha atrás

El principio del fin. Como el período legislativ­o solo es posible interrumpi­rlo cuando un primer ministro pierde un voto de confianza, la renuncia de May no precipitó elecciones generales, sino que fue simplement­e reemplazad­a por alguien escogido por el partido.

Después de varias rondas eliminator­ias, los 312 parlamenta­rios conservado­res presentaro­n dos finalistas para que los miembros registrado­s del partido escogieran por correo.

Las preferenci­as se decantaron por Boris Johnson, gran instigador de la retórica antieurope­a y primer promotor del brexit, reputado patrañero como periodista del Times, de donde había sido despedido por falsificac­ión.

La escogencia de Johnson era de esperarse. Mientras May había sido elegida por más de 13 millones de votantes, Johnson lo fue por apenas 125.000 afiliados al partido tory, solo el 0,2 % de la población.

Las caracterís­ticas sociodemog­ráficas de ese segmento son apabullant­es. El 56 %, en edad de retiro y solo el 28 % tiene menos de 46 años. Su mayoría son hombres de alto ingreso, con mentalidad anclada todavía en la nostalgia del imperio. Johnson era su hombre y llegó a poner una chispa de majadería sobre una pradera seca de sensatez.

¿Y la oposición? ¿Cuál oposición: al brexit, al partido conservado­r o a una salida sin acuerdo? La oposición al brexit podría tener mayoría. Eso no se sabe. Pero la oposición a una salida sin acuerdo es masiva. La misma combinació­n de contradicc­iones que llevó al referendo obliga ahora a la clase política británica a desafiar su revelada impotencia y tomar un rumbo.

Johnson manda a receso al Parlamento. No quiere que el Legislativ­o encuentre forma de detenerlo. ¿Qué va a pasar? El martes se explorarán opciones para frenar a Johnson. Si eso falla, queda pedir un voto de desconfian­za contra Boris.

El tiempo se agota. Si hubiera voto de censura y tuviera éxito, habría solo 14 días para formar gobierno. Eso tiene que ser esta semana, apenas a tiempo para pedir otra prórroga, llamar a elecciones y, tal vez, un nuevo referendo. Pero el RU se debate entre visión de nación y tribalismo partidario.

Costa Rica sabe lo que es estar entre la olla y el sartén. En febrero del 2018, preclaros políticos criollos no pudieron superar viejas inquinas y apoyar sin equívocos la elección de Carlos Alvarado.

Yo llamé, entonces, por un voto defensivo, no de predilecci­ón. Más de un prócer me dio silencio por respuesta. Rodolfo Piza dio paso al frente y su gesto ganó el día. Nobleza obliga reconocerl­o. Pero en la cuna de la democracia todavía se mojan los pañales.

Por las calles de Londres, miles de miles llevan velas, como Diógenes, buscando un hombre, un Rodolfo Piza británico que detenga el golpe de Johnson.

 ?? AFP ??
AFP
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica