La Nacion (Costa Rica)

Cuatro rumbos de colisión para la economía global

- Nouriel Roubini ECONOMISTA NOURIEL ROUBINI: es director ejecutivo de Roubini Macro Associates y profesor de Economía en la Escuela Stern de Administra­ción de Empresas de la Universida­d de Nueva York. © Project Syndicate 1995–2019

NUEVA YORK– En el clásico juego del gallina, dos automovili­stas corren directamen­te el uno hacia el otro, y el primero en desviarse para evitar el choque es el “perdedor”. Pero si ninguno se desvía, es probable que los dos mueran.

El estudio de esta clase de situacione­s se ha usado para evaluar los riesgos de las rivalidade­s entre grandes potencias. Por ejemplo, durante la crisis de los misiles cubanos, las dirigencia­s de la Unión Soviética y de Estados Unidos tenían que elegir entre perder el honor o arriesgars­e a una colisión catastrófi­ca. La pregunta que se hace siempre es si se puede hallar una solución intermedia en la que cada parte salve, a la vez, la vida y la credibilid­ad.

En el mundo de hoy, se desarrolla­n varios juegos del gallina de carácter geoeconómi­co. En cada caso, si no se encuentra una solución, habrá un choque entre ambas partes y el resultado más probable será una recesión global y una crisis financiera.

El primero y más preocupant­e es el conflicto comercial y tecnológic­o entre Estados Unidos y China. El segundo es la disputa que se está gestando entre Estados Unidos e Irán. Luego, en Europa, tenemos la escalada del juego de nervios entre el primer ministro británico, Boris Johnson, y la Unión Europea en relación con el brexit. Y, finalmente, Argentina, que tras la probable victoria del peronista Alberto Fernández en la elección presidenci­al del mes entrante puede terminar en rumbo de colisión con el Fondo Monetario Internacio­nal.

En el primer caso, una guerra plena comercial, monetaria, tecnológic­a y finalmente guerra fría entre Estados Unidos y China extendería la actual desacelera­ción de la industria, el comercio y el gasto en capital al sector servicios y al consumo privado, lo que empujaría a Estados Unidos y a las economías globales a una recesión significat­iva.

En tanto, un conflicto militar entre Estados Unidos e Irán elevaría el petróleo a más de $100 por barril y eso generaría una estanflaci­ón (recesión con aumento de la inflación). Es lo que sucedió en 1973 durante la Guerra de Yom Kippur, en 1979 después de la Revolución iraní, y, en 1990, tras la invasión iraquí a Kuwait.

En cuanto al brexit, un choque entre ambas partes tal vez no baste para causar una recesión global, pero sin duda iniciaría una en Europa, que luego se derramaría a otras economías. La visión convencion­al indica que un brexit duro produciría una grave recesión en el Reino Unido, pero no en Europa, porque el primero es más dependient­e del comercio bilateral que la Unión Europea. Pero es una visión ingenua. La eurozona ya padece una marcada desacelera­ción y una recesión industrial; y los Países Bajos, Bélgica, Irlanda y Alemania — que se acerca a una recesión— dependen intensamen­te del mercado de exportacio­nes al Reino Unido.

La confianza empresaria­l en la eurozona ya está deprimida como resultado de las tensiones comerciale­s chino-estadounid­enses y un brexit caótico sería la gota que rebose el vaso.

Basta con imaginar miles de camiones y autos haciendo fila para cumplir los nuevos procedimie­ntos aduaneros en Dover y Calais. Además, una recesión europea tendría repercusio­nes con capacidad de debilitar el crecimient­o en todo el mundo y, tal vez, iniciar un episodio de huida del riesgo. Podría incluso causar nuevas guerras de monedas, si el euro y la libra se devaluaran demasiado respecto de otras divisas, en particular, el dólar.

Una crisis en Argentina también puede tener consecuenc­ias globales. Si Fernández derrota al presidente, Mauricio Macri, y hunde el programa de $57.000 millones acordado con el FMI, Argentina sufrirá una repetición de la crisis monetaria con impago de deuda del 2001.

Lo anterior conduce a un proceso más general de fuga de capitales desde los mercados emergentes y, en consecuenc­ia, una posible crisis en países muy endeudados como Turquía, Venezuela, Pakistán y el Líbano, y complicar la situación de países como la India, Sudáfrica, China, Brasil, México y Ecuador.

En los cuatro escenarios, las dos partes en pugna luchan por mantener el honor. El presidente estadounid­ense, Donald Trump, quiere un acuerdo con China para estabiliza­r la economía y los mercados antes de buscar la reelección en el 2020; el presidente chino, Xi Jinping, también quiere un acuerdo para detener la desacelera­ción de China. Pero ninguno quiere ser el “gallina” porque eso debilitarí­a su posición política interna y empoderarí­a al otro lado. Sin embargo, de no llegarse a un acuerdo antes de fin de año, la colisión se volverá más probable; el riesgo de un mal resultado se acrecienta cada minuto que pasa.

Trump también creyó que podía intimidar a Irán con el abandono del Plan de Acción Integral Conjunto y la imposición de graves sanciones. Pero los iraníes respondier­on con una escalada de provocacio­nes regionales porque saben que Trump no puede permitirse una guerra total y el encarecimi­ento del petróleo que traería aparejado.

Además, Irán no iniciará negociacio­nes que den a Trump una oportunida­d para la foto hasta que se levanten algunas sanciones. Como ninguna de las partes quiere dar el brazo a torcer —y la administra­ción Trump tiene detrás a Arabia Saudita e Israel que la incitan a seguir—, el riesgo de choque es cada vez mayor.

Tal vez, inspirado por Trump, Johnson creyó ingenuamen­te que podía usar la amenaza de un brexit duro para intimidar a la Unión Europea, y así sacarle un acuerdo de salida mejor al obtenido por su predecesor­a. Pero ahora que el Parlamento aprobó una ley contraria a un brexit sin acuerdo, Johnson está en dos juegos del gallina simultáneo­s. Aunque todavía es posible hallar una solución para la “salvaguard­a” irlandesa antes del 31 de octubre, la probabilid­ad de un brexit duro de facto también está en aumento.

En lo referido a Argentina, ambas partes están iguales. Fernández quiere un mandato electoral claro, y hace campaña con el mensaje de que Macri y el FMI son los culpables de todos los problemas del país. La carta de poder del FMI es obvia: si cancela el próximo tramo de $5.400 millones y pone fin al programa de ayuda, Argentina sufrirá otro colapso financiero.

Pero Fernández también tiene una carta de poder porque una deuda por $57.000 millones es un problema para todo acreedor; un colapso argentino limitaría la capacidad del FMI para ayudar a otras economías en dificultad­es Como en los otros casos, una solución intermedia honrosa es lo mejor para todos, pero la posibilida­d de colisión y deba cle financiera no se puede des cartar.

El problema es que para ha llar esa solución, ambas partes tienen que bajar tensiones pero la lógica táctica del jue go del gallina recompensa e comportami­ento temerario Si hago que parezca que ya no tengo forma de torcer la dirección de mi auto, a la otra parte no le queda más opción que desviarse. Pero si las dos partes arrojan el volante por la ventana, ya no podrán evitar e choque.

La buena noticia es que en los cuatro escenarios descri tos, cada parte todavía dialoga con la otra, o puede estar dis puesta a un diálogo bajo de terminadas condicione­s hon rosas. La mala noticia es que todos todavía están muy lejos de cualquier forma de acuerdo Para peor, la mezcla incluye unos egos enormes, y algunos de ellos tal vez preferiría­n cho car antes que ser vistos como gallina.

De modo que el futuro de la economía global está pendien do de cuatro juegos de nervios que pueden terminar de cual quier manera.

En el mundo de hoy, se desarrolla­n varios juegos del gallina de carácter geoeconómi­co

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