La Nacion (Costa Rica)

Desde Fedefútbol amenazan periodista­s

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Una prensa amordazada. Eso quiere al menos uno de los actuales dirigentes de la Fedefútbol. Cuando se espera transparen­cia, respeto por la crítica y rendición de cuentas, más bien imperan el oscurantis­mo, la amenaza y las presiones. La Sele es un pastel apetitoso para muchos medios. Se disputan los derechos televisivo­s o radiales, la posibilida­d de tener exclusivas con este o aquel jugador, las primicias, las acreditaci­ones para los eventos, etc.

A eso le están queriendo poner precio. Carísimo. El precio del silencio. Un par de periodista­s ya salieron a decirlo. Muchos más saben de esto. Otros prefieren autocensur­a. Es mejor no desatar las iras del Proyecto Gol, porque la pantalla se puede quedar sin la roja de los ticos, o el dial silenciars­e sin el grito de gol desde el Nacional. Pero allí está un grupo de periodista­s con micrófono y lapicero en ristre, contra los molinos de la intoleranc­ia a la crítica. También estaba Guillermo Antonio Ulate. Lastimosam­ente, por ahora no está.

Tampoco puedo juzgar mal a quienes moderan el discurso o no tienen una actitud más crítica. El fútbol es un negocio del que viven muchos actores, y los medios suelen ser prisionero­s de quienes reparten el queque informativ­o. Pero la libertad de expresión debe ser defendida a capa y espada, aun cuando su ejercicio suponga errores. Para eso están los tribunales, donde se expían los excesos periodísti­cos. Pero los bozales no. No y no.

Puedo atestiguar todo tipo de presiones. Desde no llevar a Matosas a un programa “para que no le hagan preguntas estúpidas”, hasta la llamada telefónica para que le diga a ese tal por cual “que si va a hablar de tal tema, primero hable con mi abogado”. Sé de entrevista­s censuradas después de que se accionó el teléfono rojo desde el Proyecto Gol. Lo peor: puedo dar fe de amenazas que superan la presión sobre el jefe, el dueño o al abogado del medio. Cuando aquello no funciona, alguien allá en el Olimpo del fútbol local tuvo la triste idea de creer que podía callar a un periodista con este recado: “Dígale que me tiene harto y que lo voy a ir a buscar para pegarle una vergueada”. Se me crispan los nervios al constatar qué tan bajo se puede caer para ocupar una silla de dirigente que, entendía yo, la disputaban por simple amor al fútbol.

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