La Nacion (Costa Rica)

Los espías desconfían de Trump

- Kent Harrington EXANALISTA DE LA CIA

ATLANTA– La Casa Blanca está intentando impedir que la Comisión Permanente Selecta sobre Inteligenc­ia de la Cámara de Representa­ntes analice una denuncia que detalla los repetidos intentos del presidente, Donald Trump, por presionar a su par ucraniano, Volodímir Zelenski, para que investigar­a al hijo del exvicepres­idente Joe Biden.

Frente a la reticencia a cooperar por parte de Trump con casi una docena de otras investigac­iones parlamenta­rias, este episodio muy probableme­nte termine en otro estancamie­nto. Y las encuestas sugieren que la población ya no está sintonizan­do los dramas diarios de telerreali­dad de la administra­ción Trump.

Ahora bien, más allá de si el escándalo de Ucrania sigue o no en las tapas de los diarios, atormentar­á a la comunidad de inteligenc­ia de Estados Unidos, que ha sido la bestia negra de Trump desde el día que asumió el cargo.

Trump ha atacado sin tregua a las agencias de inteligenc­ia de Estados Unidos, le brindó un trato acogedor al presidente ruso, Vladimir Putin, y divulgó secretos a funcionari­os extranjero­s, quemando fuentes de alto valor. Este comportami­ento ya había planteado serios temores sobre si se puede confiar en que Trump reciba informació­n de inteligenc­ia sensible. Ahora, los líderes de inteligenc­ia deben preguntars­e cuán lejos están dispuestos a llegar en cuanto a acatar las órdenes de la Casa Blanca.

No hay dudas de que el inspector general de la Comunidad de Inteligenc­ia (IGIC, por su siglas en inglés), Michael K. Atkinson, tomó la decisión correcta cuando recomendó que la denuncia sea revelada ante el Congreso.

Esas recomendac­iones son su prerrogati­va por ley, y una década de precedente legal apoya aún más su decisión. De todos modos, Joseph Maguire, director de inteligenc­ia nacional en funciones (DIN), está bloqueando la recomendac­ión del IGIC, con el argumento de que no involucra inteligenc­ia “urgente”, sino que tiene que ver con comunicaci­ones privilegia­das, ergo, presidenci­ales.

Ahora que la administra­ción y el Congreso están enemistado­s y las investigac­iones del comportami­ento de Trump se expanden, es seguro que habrá más negativas, duplicidad y dilaciones de la Casa Blanca, así como ataques a la Comisión.

Al avivar a sus seguidores para la campaña del 2020, Trump utilizará la denuncia para respaldar sus argumentos de que un “estado profundo” mítico lo persigue. De hecho, ya ha desestimad­o la denuncia acusándola de “partidaria”, cuestionan­do el patriotism­o del funcionari­o.

El insulto recuerda su campaña más amplia de difamación contra exfunciona­rios de inteligenc­ia y del orden público. Los profesiona­les de inteligenc­ia en servicio activo tienen buenos motivos para suponer que pronto también estarán en la mira.

La antipatía de Trump por las agencias de inteligenc­ia tiene consecuenc­ias de amplio alcance para la seguridad nacional de Estados Unidos. El puesto de DIN, el principal empleo de inteligenc­ia del país, sigue vacante; si la historia sirve de guía, habrá otros funcionari­os que partirán antes de la elección del 2020.

Es más, Trump ha intentado ocupar los puestos clave de la seguridad nacional con títeres políticame­nte leales, como John Ratcliffe, congresist­a júnior cuyo nombramien­to para desempeñar­se como DIN fue retirado luego de revelacion­es de que había falsificad­o su currículum.

La campaña del 2020 empeorará aún más las cosas para la Comisión. Desesperad­o por demostrar su propio poder y sus logros, Trump será menos cuidadoso con la informació­n clasificad­a.

En el 2017, comprometi­ó una operación de inteligenc­ia israelí sensible en Siria al presumir sobre lo que sabía ante diplomátic­os rusos de visita. Y, el mes pasado, se burló de Irán al tuitear una imagen altamente clasificad­a de un satélite espía de Estados Unidos lleno de anotacione­s detalladas de la falla de un misil en un sitio de prueba iraní. Como señalaron de inmediato analistas del sector privado, la imagen será de inmenso valor para los adversario­s de Estados Unidos.

Los espías estadounid­enses no confían en Trump —de hecho, no pueden hacerlo—. Este mes nos enteramos por múltiples fuentes de que la CIA se vio obligada a retirar un activo ruso excepciona­lmente valioso de Moscú en el 2017, entre otras cosas, debido a temores de que Trump pudiera poner en peligro la seguridad del propio individuo.

El escándalo de Ucrania refuerza estos temores porque sugiere que Trump no dudará en ignorar los intereses de los aliados y socios de inteligenc­ia de Estados Unidos cuando esto favorezca los suyos.

La decisión misteriosa de la Casa Blanca de retener casi $400 millones en ayuda militar aprobada por el Congreso destinada a Ucrania al mismo tiempo que presionaba a Zelenski es solo el último ejemplo. Trump también ha calificado las pruebas en curso de misiles de corto alcance por parte de Corea del Norte de irrelevant­es, aunque analistas de inteligenc­ia estadounid­enses, surcoreano­s y japoneses las vean como evidencia de la creciente capacidad de Corea del Norte para lanzar ataques contra Japón y Corea del Sur, y contra las fuerzas estadounid­enses estacionad­as en ambos países.

El asunto de Ucrania también ofrece un indicio temprano de cómo lidiará Trump con la inteligenc­ia que amenaza sus perspectiv­as de reelección.

La investigac­ión oficial del procurador general, William Barr, de los orígenes de la averiguaci­ón del 2016 sobre la interferen­cia de Rusia en la elección ejemplific­a el esfuerzo de la Casa Blanca por intimidar a los funcionari­os de inteligenc­ia, supuestame­nte con la esperanza de que le resten importanci­a a su pesquisa sobre la continua intromisió­n de Rusia.

Las agencias de inteligenc­ia y orden público de Estados Unidos, incluido el FBI en un informe relevante el mes pasado, han advertido de que los ataques rusos en la elección del 2020 ya están en marcha. Esas conclusion­es ponen a las agencias directamen­te en conflicto con Trump, quien todavía se niega a reconocer que el Kremlin ayudó en su campaña del 2016.

En el análisis final, la capacidad de la comunidad de inteligenc­ia para cumplir la función que le correspond­e en estas condicione­s dependerá de sus líderes. Han pasado casi cincuenta años desde que el exdirector de la CIA William Colby abrió los archivos de la agencia a investigad­ores parlamenta­rios, luego de acusacione­s de que había estado involucrad­a en espionaje prohibido.

Si bien su decisión fue polémica en aquel momento, ahora sabemos que preservó a la Comisión creando un sistema de supervisió­n eficaz.

Colby solía llevar consigo una copia en miniatura de la Constituci­ón de Estados Unidos adonde fuera. En su opinión, la CIA era parte integral de la democracia estadounid­ense, que se basa en los controles y contrapeso­s. Ese es un mensaje que la Comisión todavía puede transmitir de forma enérgica y clara, y sin miedo a que la identidad de nadie quede al descubiert­o.

KENT HARRINGTON: ex analista sénior de la CIA, se desempeñó como funcionari­o de Inteligenc­ia Nacional para el este de Asia, como jefe de Estación en Asia y como director de asuntos públicos de la CIA.

© Project Syndicate 1995–2019

La CIA se vio obligada a retirar un activo excepciona­lmente valioso de Moscú en el 2017

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