Reformas y polarización
Dos amenazas se ciernen sobre los impostergables acuerdos que los costarricenses debe procurar alcanzar sobre el rol y la estructura del Estado: el fiscalismo extremo y la intransigencia ideológica.
Para unos, la reforma del Estado se vuelve un tema presupuestario. Su énfasis debería estar en la reducción del gasto y en cerrar programas e instituciones redundantes o irrelevantes.
Para otros, la discusión es ideológica; para los defensores de lo público el marco institucional termina siendo un garante de justicia e igualdad de oportunidades sin el cual imperaría la más descarnada selección natural; para los de la acera de enfrente, la intervención estatal no es más que un aparato opresivo ominoso e innecesario que cercena los beneficios que espontáneamente surgirían de la iniciativa y la capacidad de los individuos.
En los tiempos que corren, este debate está lejos de mantenerse en el plano de la razón utópica y, alimentado por la polarización de una sociedad esquizofrénica y paranoica, termina siendo un factor más de división y tribalización, que en nada contribuye con la lógica de transparencia, negociación y acuerdo que requiere la toma de decisiones en democracia.
Una reforma del Estado guiada por el fiscalismo extremo no funcionará, porque en el afán de reducir a toda costa los presupuestos públicos se terminará pasando por alto el necesario debate técnico y político sobre lo que una sociedad como la nuestra requiere y espera de las instituciones.
Sin esa deliberación, aunque los presupuestos se achiquen, difícilmente se cerrará el déficit entre las crecientes demandas ciudadanas y la reducida capacidad institucional para satisfacerlas.
Una reforma estatal surgida en la arena de la polarización y el extremismo ideológicos de poco servirá. El esbozo institucional que surja de ella no reflejará el resultado de un acuerdo saludable entre los diferentes actores políticos, sino la capacidad de vociferación e imposición de los bandos.
En ese escenario de división y crispación los principales ganadores serán justamente los grupos de interés –sindicales, empresariales y de otro tipo – que, aprovechando los vacíos de poder, el desenfoque estratégico de la política pública y la ausencia de incentivos apropiados seguirán extrayendo rentas ilegítimas del resto de la sociedad por medio de sus relaciones con las instituciones gubernamentales.
Tipo de cambio