La Nacion (Costa Rica)

Manejo de fondos para infraestru­ctura educativa

El fideicomis­o de $167,5 millones no alcanzará para financiar las obras educativas inicialmen­te planeadas, sino a lo sumo para la mitad.

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El Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) concedió en el 2013 un crédito al Gobierno de Costa Rica para construir 80 centros educativos y 23 canchas techadas, cuya urgencia está clara dado el mal estado de buena parte de la infraestru­ctura educativa pública. Para la ejecución de las obras, la ley optó por la figura del fideicomis­o, empleada cada vez con más frecuencia porque, en teoría, sirve para todo. El fiduciario es el Banco Nacional de Costa Rica y la contrapart­ida oficial, el Ministerio de Educación Pública, que cuenta con una unidad especializ­ada: la Dirección de Infraestru­ctura y Equipamien­to Educativo (DIEE).

Lo que parecía un buen proyecto pronto comenzó a mostrar las debilidade­s propias de otras obras públicas. Primero, el Banco Nacional tardó más de dos años en conformar la unidad ejecutora y ese retraso arriesgaba un aumento en el precio de los trabajos. Por otro lado, según se informó oportuname­nte, no mediaron estudios comprensiv­os de la naturaleza y costo de las construcci­ones. Además, los valores calculados no tenían mayor justificac­ión técnica. Por ejemplo, la inversión en el Colegio de Guararí, en Heredia, fue valorada en $2,6 millones, pero terminó costando $4,7 millones; la del Colegio Occidental, en Cartago, era inicialmen­te de $3,8 millones y cerró en $5,5 millones. Tremendas pifias, pero no excepciona­les en el Estado.

En consecuenc­ia, el fideicomis­o de $167,5 millones no alcanzará para financiar las construcci­ones inicialmen­te planeadas, sino, a lo sumo, para la mitad. La inflación acumulada durante los últimos años ha sido baja y no explica la totalidad del aumento en los costos. Reportajes de este medio revelaron otras deficienci­as del proyecto, como presupuest­os exagerados e irregulari­dades en la compra de terrenos y en la contrataci­ón de ingenieros externos. Eso hace dudar del papel técnico de la DIEE.

En una reciente comparecen­cia ante los diputados, el exministro de Educación Pública Leonardo Garnier criticó el elevado monto pagado por construcci­ones llevadas a cabo con fondos del fideicomis­o. También se informó de que unos 400 arreglos urgentes en escuelas y colegios quedaron a la deriva porque “el funcionari­o que conocía los casos se pensionó y no los reportó” a sus superiores, lo cual se asemeja a una tragicomed­ia.

Estos hechos constituye­n un ejemplo más de la desidia predominan­te en el manejo de buena parte de los recursos públicos, sin jerarcas dedicados a pedir cuentas sobre la ejecución de sus subordinad­os y sin desvelo por el encarecimi­ento de las obras en razón de su pasividad. Urge revisar la estructura de gobierno corporativ­o del sector público costarrice­nse. Demasiados servidores actúan sin guía, sin saber lo que se espera de ellos y ante quiénes deben rendir cuentas de su desempeño.

La figura del fideicomis­o y otros esquemas financiero­s para alcanzar los objetivos de la administra­ción no constituye­n garantía de éxito por sí mismos. Son muchos los recursos malogrados por situacione­s como la comentada. Los diputados encargados de analizar lo sucedido con el fideicomis­o deben estudiarlo con gran cuidado para tomar las medidas correctiva­s indispensa­bles. No es aceptable tener un sector público capaz de gastar más de lo que recibe en impuestos, pero incapaz de poner cuidado en lo que hace. Mientras esa situación persista, no hay fórmula mágica para desarrolla­r infraestru­ctura con eficiencia.

El fideicomis­o de $167,5 millones no alcanzará para financiar las obras educativas inicialmen­te planeadas, sino, a lo sumo, para la mitad

No mediaron estudios comprensiv­os de la naturaleza y costo de las obras. Además, los valores calculados no tenían mayor justificac­ión técnica

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