La Nacion (Costa Rica)

Revolución en las finanzas públicas

- Miguel Valle Guzmán miguelvall­eguzman@gmail.com

Las múltiples funciones del Estado son sufragadas mediante impuestos. Cuando la carga impositiva resulta demasiado excesiva o desproporc­ionada, el contribuye­nte se siente desalentad­o y la economía se contrae, con grave perjuicio para todos.

Si los impuestos son insuficien­tes y las funciones encomendad­as al Estado dejan de cumplirse, o se cumplen inadecuada­mente, el panorama también se complica y desfavorec­e a ambos sectores.

En buena teoría, la necesidad del Estado de disponer de los medios necesarios para la correcta consecució­n de sus fines y los del contribuye­nte, consciente de su obligación de contribuir, sin tener que soportar una carga opresiva, deberían ser perfectame­nte conciliabl­es. Desafortun­adamente, esto, que en teoría resulta lo más convenient­e, en la práctica se complica por intereses desorbitad­os que se mueven en uno y otro sector, pero, especialme­nte, en ciertos grupos sindicales enquistado­s dentro del aparato estatal, que, sin parar mientes en el daño a la economía del país, irreflexiv­amente pretenden elevar sus salarios y beneficios de toda clase, bajo amenaza de huelga y otras medidas de coerción, como las que hemos tenido que soportar en los últimos tiempos.

Leyes de Parkinson. El conocido autor Cyril Northcote Parkinson (1909-1993), historiado­r y economista inglés, quien supo revestir de un fino humor todos los asuntos que trató en su larga vida, dejó plasmadas sus reflexione­s sobre los más variados temas en cortas sentencias a las cuales denominó “leyes de Parkinson”.

En un librito titulado Cuidado con los impuestos, advierte que la exacción tiene un límite y que del desconocim­iento u olvido de este pueden derivarse numerosos males y evidenciar que una carga moderada de los tributos y su correcto manejo, muchas veces, ha resultado en general beneficio.

Las manifestac­iones más llamativas de ineficienc­ia, por lo general, no provienen de la falta adecuada de fondos, sino del aumento desmedido de la burocracia, de la duplicidad de funciones en el Gobierno y de no haberse planteado puntualmen­te cuáles son los objetivos que se pretenden alcanzar.

La segunda ley de Parkinson advierte que en el sector público los gastos se elevan hasta nivelarse con los ingresos. A la inversa, por grande que sea la recaudació­n, los funcionari­os sentirán siempre la apremiante necesidad de consumirla toda, y crearán nuevos puestos de trabajo, “incentivos salariales” y toda clase de “gastos administra­tivos”.

En tanto, los contribuye­ntes del sector privado no programan sus gastos, tanto personales como administra­tivos, en función de lo que les gustaría disfrutar, sino del ingreso que efectivame­nte pueden obtener de su trabajo o industria. En pocas palabras: los ciudadanos responsabl­es no incurren en gastos superfluos pretendien­do gastar lo que no tienen.

Universos cerrados. Como tirios y troyanos, reconocen que los ingresos del Estado provienen de los gravámenes que soportan, en distintas proporcion­es, las actividade­s económicas que llevan a cabo los contribuye­ntes en un sin número de niveles.

Todas ellas, en términos generales, están sometidas a un mismo régimen tributario lo cual es justo, puesto que e problema de la economía es uno e indivisibl­e. Sin embargo en lo tocante a las institucio nes publicas y sus distintos de partamento­s, no se observa e mismo principio: cada una de ellas se considera un universo cerrado y, por lo tanto, sujetas a distintos regímenes salaria les, establecid­os en disímiles convenios con los beneficia dos.

Esta forma de proceder con sagra una actitud irresponsa ble de los defensores de intere ses sectarios, quienes rehúsan considerar el problema sala rial en forma integral. Como lo recuerda Parkinson: cuando a los adultos se les permite ac tuar como niños, acaban com portándose en forma infantil.

Los empleados de todos los rangos pierden con frecuencia la correcta perspectiv­a de sus funciones y, en vez de conside rarse servidores del país, ante ponen sus intereses a los de la institució­n a la que están obli gados a servir.

Cuando los individuos y las empresas del sector privado hacen su cálculo de egresos para el próximo período, co rrelativam­ente estiman cuá debe ser el monto total del in greso del que pueden disponer En otras palabras: dentro de sector privado, nadie pretende gastar lo que no tiene.

El primer gobierno, nos dice Parkinson, que decida enfocar el problema partiendo de ese mismo punto de vista y contro le las acciones antipatrió­ticas de algunos dirigentes sindica les habrá llevado a cabo una benéfica revolución en las fi nanzas públicas.

Una carga moderada de los tributos y su correcto manejo resulta en beneficio general

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