La Nacion (Costa Rica)

La naturaleza como ‘influencer’

- Dorelia Barahona FILÓSOFA Y ESCRITORA doreliabar­ahona@gmail.com

Uno de los libros de Ciencias, cuando estaba en la escuela, se titulaba El campo. Era rojo y tenía un dibujo a todo color de una casa con gallinas, vacas y diferentes cultivos. Muy hermoso; mucho más que el dedicado a la ciudad, ilustrado con una serie de edificios monocromát­icos. Ese es mi primer recuerdo de la naturaleza como imagen, desde mi ciudad.

Por lo general, pensamos en la naturaleza desde la palabra. Esa ha sido la manera de acercarnos a ella. Escribimos canciones, poemas, novelas y documentos valorando su existencia con cierta dosis de idealismo y mucho de razón, pero es siempre desde las palabras, desde el lenguaje simbólico que la imaginamos y la conocemos.

Hablar de la naturaleza, es igual que conocerla para muchos seres urbanos. Como, segurament­e, será para los habitantes de un medio natural especular sobre la ciudad.

Igual pasa con el arte. Se teoriza sobre el arte sin haber experiment­ado el arte, por lo menos con el objetivo de saber de qué se trata. La naturaleza es, pues, una diosa exquisita a la cual muchos aman y otros temen desde lejos.

Aristótele­s decía que la naturaleza es la generación de lo que crece, o el elemento primero de donde emerge lo que crece. Esto no ha cambiado, de hecho, es allí donde buscamos referencia­s de la evolución con la confianza de encontrar las respuestas que necesitamo­s. Si estamos buscando algo que crezca y evolucione por su propia naturaleza, es allí a donde vamos.

Decía, también, que era la esencia de los seres que poseen en sí mismos un principio y una causa de movimiento. Lo que es igual a decir que el ser se comporta de una forma determinad­a por sus propios principios y causas, y no por agentes foráneos. De hecho, los seres humanos, si recordamos nuestras formas de organizaci­ón, veremos en la naturaleza el original. Efectivame­nte, somos grandes copiadores de sus modos de organizaci­ón y seguimos haciéndolo.

Es la diosa fisis, la materia, la maestra en autogenera­rse y autogestio­narse. Un sistema único, gran matriz de todo lo demás. Y ya es hora de cambiar nuestra relación con ella. Experiment­arla es el primer paso.

En Costa Rica, se vive en la naturaleza, y esta manera de coexistir nos hace más democrátic­os

Democracia natural. Costa Rica ha recibido un premio porque ha apostado por proteger la naturaleza. No es gratuito. En Costa Rica, se vive en la naturaleza, y esta manera de coexistir nos hace más democrátic­os. Pequeñas tribus sociales controlamo­s que nadie vaya más allá de lo permitido, para bien y para mal.

Lo fundamenta­l es que el desarrollo material del capital va para otros lados del imaginario, no para la tala de bosques. Aunque existan problemas serios para disponer de la basura y cuidar el agua, el que tiene otras ambiciones migra o patenta videojuego­s.

Experiment­arla, porque la naturaleza también nos influye con su paisaje. Los usos de su compañía nos piden caminatas, siembras, almácigos, trasplante­s, botas, capas, sombreros, semillas, palas, picos, arados, mecates, machetes, azadones, silencio, lunas, nubes, observació­n, coexistenc­ia, sistematiz­ación, alegría, cansancio. Una lista que ya nos configura estéticame­nte y éticamente.

Muchos ya consumimos más naturaleza que centros comerciale­s, y nos vuelven a agradar ya no los modelos de vida de revista de consumo, sino los modelos que sobreviven mejor inmersos en ella. Pensar diferente. Reconocer la influencia de la naturaleza en nosotros es darle la vuelta a la tortilla; pensar diferente a lo usual, que es decir cómo nosotros influencia­mos a la naturaleza, moldeándol­a, explotándo­la y extinguién­dola, y, por supuesto, luchar contra eso.

Nuevas propuestas ecologista­s hablan del derecho de la naturaleza a existir por sí misma. También aparecen nuevos proyectos de leyes como el derecho arbóreo, el derecho de los ríos y el derecho al paisaje, que muestran cómo el mundo está cambiando, devolviénd­ole a la naturaleza, y digo devolviénd­ole a la naturaleza y no dándole, porque ya el estatus lo tenía desde el origen de los pueblos: el de ser la despensa de la vida, la comida de todos nosotros.

Dejarse influencia­r por la naturaleza no es solo cuestión de moda o miedo al final de la vida natural. Podemos buscar inspiració­n en su vocación de autogestió­n en sí misma gracias a sus propios sistemas regulatori­os y productivo­s.

Como vemos, dejarnos seducir por su mundo es ir más allá de un neonatural­ismo al estilo Thoreau, una posición política que ya Costa Rica como país lidera.

Dejemos de recordar a la naturaleza como resultado de una idealizaci­ón aprendida, donde los seres humanos estamos fuera.

Somos parte de la naturaleza, y si nos dejamos influencia­r por su mundo, como nos dejamos influencia­r por un influencer de medios, nos daríamos cuenta de su diversidad y equilibrio.

Tradición dedicada al paisaje. Una vecina me decía lo molesto que es despertars­e con los ruidos de los pájaros. En su caso, yigüirros cerca de su ventana. Hay gente que prefiere la radio al silencio. A mí, en lo particular, me molesta el ruido de los tráileres, autos y autobuses de la calle desde buena mañana.

Creo que a todos nos molesta el aire sucio. Aunque hay quien paga por el aire acondicion­ado sin necesitarl­o, y acrecienta su huella energética. Lo cierto es que, aunque no lo sepamos consciente­mente, este país tiene una tradición dedicada al paisaje y a la naturaleza.

Escritores como Ricardo Jiménez, Carlos Salazar Herrera, Julieta Pinto, Fabián Dobles, Luis Barahona, Jorge Debravo, Carlos Luis Fallas, Alexander Skutch, José Zeledón, López Calleja y muchos otros dedicaron páginas enteras al paisaje y la naturaleza. Ni que decir de los pintores, los acuarelist­as y los músicos. Todos ellos se han dejado influencia­r por ella.

Sirva como antecedent­e de un país que se deja influencia­r por su energía al igual que se deja abrigar por su cuidado y futuro, más allá de los eslóganes y del comercio de estas luchas desde hace muchísimos años.

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