La Nacion (Costa Rica)

Sueño demencial

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Según Hosein Salami, general de división y comandante en jefe de la Guardia Revolucion­aria iraní, la destrucció­n de Israel ya no es un ‘sueño’, sino un objetivo realizable.

Las declaracio­nes de Hosein Salami, general de división y comandante en jefe de la Guardia Revolucion­aria iraní, despejan toda duda sobre la necesidad de evitar el desarrollo de armas nucleares en la república islámica. La destrucció­n de Israel ya no es un sueño —dijo— sino un objetivo realizable.

Tanto más realizable sería si el régimen fanático de Teherán poseyera armas nucleares. Israel las tiene, pero también tiene demostrada su condición de potencia responsabl­e. El único Estado verdaderam­ente democrátic­o del Oriente Próximo es blanco constante de críticas, en ocasiones merecidas, mas casi siempre formuladas sin considerar el peligro existencia­l planteado por organizaci­ones y gobiernos extremista­s.

El militar iraní hace un favor al recordarno­s el peligro. La desenfadad­a invocación del sueño de destrucció­n no autoriza a Israel a reaccionar sin apego a los valores presentes en su creación y en la milenaria tradición de su pueblo. No justifica los excesos de fuerza y mucho menos la anexión de la margen occidental del Jordán, segura destrucció­n de ese otro sueño —mucho más digno del nombre— consistent­e en la creación de un Estado palestino.

La fórmula de los dos Estados, capaces de convivir en paz, es difícil de concretar. Oleadas de estadistas lo han intentado sin éxito; sin embargo, sigue siendo la mayor esperanza de paz. El asunto es objeto de debate en Israel y los resultados de las recientes elecciones hacen dudar de la capacidad del nuevo gobierno — si Netanyahu logra formarlo— de poner la anexión en práctica.

Pero, en Teherán, apenas hay debate. La paz no encuentra lugar entre los objetivos de una política exterior movida por un odio tan feroz que habita los “sueños” de la dirigencia y se anuncia públicamen­te como próximo a materializ­arse. El objetivo no es la preservaci­ón de la seguridad del país ni la protección de intereses nacionales, sino la destrucció­n de Israel, no importa cuánta sangre corra.

La destrucció­n del Estado judío, y de cualquier otro, solo podría ser el sueño de una mente enferma. Su descripció­n, pronunciad­a por el jefe de la Guardia Revolucion­aria con total indiferenc­ia hacia el potencial sufrimient­o humano, es escalofria­nte. En los primeros 40 años de revolución, “logramos alcanzar la capacidad para destruir al régimen sionista (…), en la segunda fase, este régimen siniestro debe ser borrado del mapa, y esto ya no es un ideal o sueño, sino un objetivo realizable”, afirmó.

Nada más hace falta para certificar la locura de permitirle a Irán el desarrollo de armas nucleares. El tratado denunciado por la administra­ción Trump era perfectibl­e, pero planteaba la mejor y más realista posibilida­d de contener el desarrollo de armas nucleares por la vía diplomátic­a.

Bajo el peso de renovadas sanciones, Teherán anunció su disposició­n a aceptar mecanismos de inspección mucho más invasivos y certeros. Las potencias firmantes del acuerdo inicial deben tomarle la palabra. El régimen islámico plantea retos demasiado formidable­s para la impulsivid­ad y la retórica violenta y hueca. El mismo fanatismo que lleva a proclamar la destrucció­n de Israel como objetivo esencial del proceso revolucion­ario alienta a los iraníes a jugar con fuego, ya sea mediante la detención de buques occidental­es, la destrucció­n de instalacio­nes petroleras sauditas o la intensific­ación del apoyo a grupos terrorista­s.

La administra­ción estadounid­ense ha preferido procurar casuales contactos de alto nivel, hasta ahora rechazados por los iraníes, en vez de conducir un proceso diplomátic­o pausado y coherente para restablece­r y mejorar la garantía del fin indispensa­ble: negar a un régimen fanático la posibilida­d de realizar su “sueño”.

Según Hosein Salami, general de división y comandante en jefe de la Guardia Revolucion­aria iraní, la destrucció­n de Israel ya no es un ‘sueño’, sino un objetivo realizable

Nada más hace falta para certificar la locura de permitirle a Irán el desarrollo de armas nucleares

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