La Nacion (Costa Rica)

Fortalecer la confianza y eliminar privilegio­s

- Jorge Woodbridge INGENIERO jorgewgm@gmail.com

Es preocupant­e el pesimismo de empresario­s y ciudadanos, en general, sobre el futuro económico del país. La inversión extranjera se mantiene estable y la institucio­nalidad se fortalece. La exportació­n de productos médicos y servicios crece al igual que el turismo.

Lo que pasa es que el gobierno no ha tenido un discurso coherente para entender a dónde quiere llegar en relación con los gastos, la inversión y el modelo de desarrollo en una era caracteriz­ada por el uso intensivo de la tecnología.

De acuerdo con una encuesta llevada a cabo en agosto por el Centro de Investigac­ión y Estudios Políticos (CIEP) de la Universida­d de Costa Rica, el 76 % cree que el país transita por el rumbo equivocado.

Producto de esta incertidum­bre, el índice mensual de actividad económica (IMAE) cayó de un 5,4 % en julio del 2015 a un 1,5 % en febrero del 2019. El IMAE, a julio del 2019, es preocupant­e en el sector agrícola (-4,8 %). El industrial en zonas francas logró un crecimient­o del 11 %. En contraste, las empresas fuera del régimen apenas crecieron. En otras palabras: tenemos exportador­es con vigor y un comercio local contraído desde mayo del 2018.

La construcci­ón decreció del 18,5 % en julio del 2018 a -10,7 %. El IMAE del comercio pasa de un crecimient­o del 2 % en julio del 2018 a -0,7 % en julio del 2019.

Otras actividade­s, como la administra­ción pública, la enseñanza, la sanidad y el transporte también caen ligerament­e desde noviembre del 2017. Servicios profesiona­les, turismo, informació­n, banca e inmobiliar­ia registran, en promedio, un 3 % a julio del 2019.

Las infocomuni­caciones se mantienen en un 5 % en los dos últimos años. El crédito para consumo se redujo a la mitad este año: de 5,9 %, en el 2018, al 2,5 %.

Empoderars­e. Este cuadro complicado de confianza es consecuenc­ia de no haber visto por parte del gobierno firmeza en el cumplimien­to de la regla fiscal creada con la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas. No deben existir interpreta­ciones distintas dependiend­o de la institució­n.

El gobierno y la Contralorí­a deben ser tajantes y no permitir incumplimi­ento a las universida­des, municipios, la Caja Costarrice­nse de Seguro Social, el Poder Judicial y otros entes parte del enjambre público.

De no abolir las excepcione­s, el país estará en problemas fiscales peores a corto plazo. El gasto en remuneraci­ón de los empleados estatales superará los ¢5,7 billones, cuando en el 2011 era de ¢3,5 billones.

En solo siete años, los salarios del gobierno crecieron un 31,3 % en términos reales, creando una enorme brecha con respecto a la empresa privada.

Servicio Civil. La planilla estatal ronda los 304.000 empleados y no existe un registro digital sobre las plazas y su evaluación. La Dirección General de Servicio Civil cuenta con pocas herramient­as legales y tecnológic­as para manejar su competenci­a, que es sobre el Gobierno Central, compuesto por 101.000 personas.

El Servicio Civil necesita una reingenier­ía y dotarlo de más recursos financiero­s y humanos para ordenar el caos en las remuneraci­ones en el aparato estatal como un todo.

No son sostenible­s las diferencia­s salariales y los pluses. El Servicio Civil debe ser una organizaci­ón simple, con competenci­as claras y articulada­s como un ente rector del trabajo público, que establece las grandes directrice­s bajo la subordinac­ión del Ministerio de Planificac­ión (Mideplán). Hay que ordenar las compensaci­ones para llegar a un salario igual para trabajos idénticos, valoracion­es justas e incentivos justificad­os por productivi­dad.

Los principale­s entes descentral­izados nunca han tenido una ley general de empleo, materia compleja por los diversos intereses que nos tienen atrapados en una maraña institucio­nal. No podemos seguir alimentand­o un caos tan perverso, donde un policía del primer rango, que arriesga su vida diariament­e, gana ¢315.500 mensuales, mientras un guarda del ICT percibe hasta ¢1,7 millones.

Contra toda lógica, el 25,8 % de los empleados públicos tienen entre 5 y 9 anualidade­s y un 1 % disfruta 40 o más anualidade­s. Existen, por lo menos, 127 diferentes incentivos, 88 de ellos para los educadores. Tales privilegio­s son de tal complejida­d que administra­rlos y evaluarlos resulta casi imposible.

En la Administra­ción Pública, no se revisan los esquemas de compensaci­ón, responsabi­lidades y calificaci­ones. Estamos atrapados por problemas de gobernanza, ejecución y sostenibil­idad en el sistema de remuneraci­ones.

Un empleado del quintil 1 recibe una anualidad del 9,2 % y un aumento salarial de ¢61.000, mientras que un empleado del quintil 5 tiene derecho a anualidade­s promedio desde ¢20.500 hasta ¢344.000.

El sistema de incentivos fue creado en 1957; el zonaje, en 1965; la prohibició­n, en 1975; la dedicación exclusiva, en 1983; y la disponibil­idad, en 1997. Solo 7 de 250 pluses salariales se otorgan por desempeño. El Ministerio de Educación destinó en el 2017 ¢384.000 millones al pago de sus 88, pero el 97 % de ese pago no está ligado al desempeño.

La Universida­d de Costa Rica reconoce 17 pluses, lo cual representó en gasto ¢72.000 millones en el 2017, con un crecimient­o del 5,5 %. Las convencion­es colectivas deben mantenerse, pero todo nuevo incentivo debe ser aprobado por el Congreso de acuerdo con las posibilida­des económicas del país y la evaluación del desempeño.

El país está urgido de un régimen robusto para regular integralme­nte el empleo público; establecer un salario global o monto único para trabajador­es del Estado. Los salarios deben ser muy competitiv­os para atraer talento y darles estabilida­d. Toda persona con un puesto en el Gobierno debería acreditars­e cada tres años a fin de alcanzar la excelencia y la competitiv­idad requeridas a quienes brindan un servicio público.

Hoy, más que nunca, es preciso una rectoría profesiona­l en reclutamie­nto, salarios, incentivos, acreditaci­ones y obligacion­es. Todas las institucio­nes deben estar bajo las mismas regulacion­es.

Confianza. El sector privado necesita que lo dejen trabajar y generar riqueza. En respuesta, debe facilitars­e el camino a la inversión y dejar de aprobar impuestos y trabas.

Hay que volver a dar confianza a los consumidor­es y al sector productivo privado estimuland­o la inversión y la demanda interna. No sigamos estrujando los ingresos de la mayoría de los hogares y manteniend­o privilegio­s a unos pocos.

Es preocupant­e que la tasa de desempleo creciera de un 8,7 % en el primer trimestre del 2018 al 11,9 % en el segundo del 2019.

No cabe duda de que la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas le significar­á más ingresos al gobierno, pero es crucial que todas las institucio­nes se amarren la faja en el gasto o estaremos peor.

El gobierno no ha tenido un discurso coherente y la gente percibe que tampoco tiene rumbo

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