¿Dinero sucio en el fútbol?
En los últimos meses dos colombianos se han disputado la ASODELI, como si se tratara del mismísimo Real Madrid. Al final terminó en poder de mexicanos, aunque las aguas siguen agitándose.
Todo al mismo tiempo que los jugadores han estado reclamando impago de salarios y maltratos. Algo muy extraño debe ocurrir para que se peleen así las riendas de un ruinoso equipo de futbol.
Mientras tanto, un dirigente y accionista de U Universitarios, también colombiano, fue baleado luego del partido de su equipo ante Cartaginés. Fue el segundo atentado contra un desconocido que forma parte de una triangulación entre el Club de Futbol de la UCR, empresarios ticos y otros de Colombia, con quienes se firmó un acuerdo de inversión.
El antiguo UCR dejó de tener ayuda y reconocimiento de la Universidad por haberse realizado esa cesión de administración, aparte de un reproche por la falta de claridad en las finanzas.
Al menos dos personas han sido investigadas por supuesta legitimación de capitales y la misma FEDEFUTBOL inició una investigación acerca de la presunta participación de uno de ellos en el prohibido por FIFA negocio de apuestas.
En el Santos de años atrás llegaron unos mexicanos, invirtieron muchos dólares y de la noche a la mañana desaparecieron. Por su parte, Guadalupe está en manos de una empresa cuyo capital proviene de México, con un presidente que en un pasado cercano era el entrenador.
Sobre otro equipo corren rumores en torno al origen de los dineros que lo han hecho próspero de la noche a la mañana. En la Segunda ni se diga: por aquí y allá aterrizan capitales que no se sabe si son golondrinas o llegaron para quedarse.
Por algo, el Instituto Costarricense sobre Drogas quiere incluir el futbol como uno de los sujetos obligados a contribuir contra la legitimación de capitales, a fin de mejorar el rastreo de los dineros que ingresan al país.
Aunque seguramente no todos los casos estarán ligados a conductas ilícitas, esa penetración de capital foráneo debe tener una explicación. Estadios vacíos, escasos patrocinios, canchas e inmuebles en mal estado, entre otros, no pueden ser un paraíso para que inversores metan su dinero. ¿A cambio de qué?
¡A menos que se trate de benefactores!