La Nacion (Costa Rica)

El asesinato de todas las Evas

- Guiselly Mora EDITORA DE OPINIÓN DE LA NACIÓN gmora@nacion.com jchidalgo@gmail.com

Eva y las miles de mujeres asesinadas como ella tuvieron la desdicha de toparse en el camino con un personaje de ese gran sector alimentado con una sobredosis de ideología basada en un sujeto soberano, que ve como bagatela a la otra mitad de la sociedad: las mujeres.

A esos hombres, de acuerdo con Carl Gustav Jung, les falta la integració­n del arquetipo del anima o aspecto femenino interno y, por tanto, el resultado es una personalid­ad desigual y su comportami­ento será despiadado e insensible.

El alimento asesino comenzó a ingerirse cuando la sociedad silenció a las mujeres y las expulsó de la historia; cuando empezó a representa­rlas con imágenes oprobiosas y malintenci­onadas en los llamados Viejo y Nuevo Mundo.

Concentrém­onos por ahora en Latinoamér­ica. Es muy difícil tener una idea exacta de lo que fue el mundo indígena antes de entrar en contacto con la civilizaci­ón occidental, según la escritora mexicana Rosario Castellano­s en su ensayo La mujer en el mundo indígena.

De los estudios llevados a cabo, se concluye que en la época nómada, aquende y allende los mares, el mundo parió al asesino de hoy: el patriarcad­o.

“El estorbo”. La caza se constituyó en el sistema de superviven­cia y la mujer embarazada, en un estorbo para esa labor. “Un lastre que la tribu tenía que arrastrar penosament­e tras de sí”.

La imposibili­dad de acompañar a los hombres a las cacerías las obligó a quedarse en un solo lugar. Son ellas quienes dan origen al sedentaris­mo. Son ellas quienes descubren la horticultu­ra. Se crea así un sistema matrilinea­l, el cual se mantuvo por mucho tiempo. Pero, después, los hombres advirtiero­n que era posible quedarse en casa y alimentars­e de la huerta.

Cuando la huerta fue insuficien­te para dar de comer a la ya nutrida población, el hombre se hizo del poder mediante la agricultur­a, y las mujeres volvieron a ser considerad­as el objeto del hombre para tener hijos y criarlos.

“Ser madre será la función esencial de la mujer y por ese ideal deberá sacrificar­lo todo. Se suponía que la mujer estéril tenía pacto con el demonio y traicionab­a a los dioses de las tribus” y la fecundidad no era un mérito del cual la mujer podía vanagloria­rse, sino la manifestac­ión de la voluntad benéfica de los dioses, explica Castellano­s.

Las mujeres indígenas llegaron a ser considerad­as tan poquita cosa que les eran arrebatado­s hasta los bienes familiares porque se les suponía incapaces de heredarlos.

Luego, llegó el conquistad­or español, con la Biblia debajo

En la época nómada, aquende y allende los mares, el mundo parió al asesino de mujeres

del brazo, y ya sabemos las enseñanzas impuestas a sangre y fuego. Ellos también traían el machismo incorporad­o.

La sociedad ha evoluciona­do, es verdad. La mujer goza hoy de plenos derechos; sin embargo, si no es por imposición legal, la sociedad no lo habría aceptado. El mejor ejemplo es la obligatori­edad de las cuotas para ocupar puestos de elección popular.

¿Ha escuchado usted decir “otra mujer presidenta, jamás”? No son los iletrados quienes se expresan de ese modo, también personas con formación académica, de quienes uno esperaría mucha mejor comprensió­n de la discrimina­ción histórica de la mujer, de lo cual se deriva el “macho” y, de ahí, el machismo. Con seguridad, tampoco ha escuchado decir “otro hombre presidente, jamás” porque a ellos no se les evalúa.

Bomba de tiempo. La mayor tragedia es la cantidad de mujeres costarrice­nses en riesgo en este momento, mientras usted lee este artículo.

La cifra real es desconocid­a, mas, si nos basamos solamente en las estadístic­as del Observator­io de Violencia de Género del Poder Judicial, entre el 1.° de enero del 2010 y el 31 de diciembre del 2018, fueron solicitada­s 433.483 medidas de protección, un promedio de 132 al día. La mayoría de estas contra hombres (pareja sentimenta­l, cónyuge, hermano, padre, tío, abuelo, novio, primo, etcétera).

Todas esas mujeres corren el riesgo de un triste final como el de Eva, o ya no están con nosotros. No hay suficiente­s cárceles para sacar a esos hombres de la sociedad intoxicada. No hay un antídoto de efecto inmediato para eliminar de su cerebro la creencia de la inferiorid­ad femenina, la creencia en el “mía o de nadie” —cuando se trata de parejas o exparejas— o de quienes piensan que las mujeres fueron creadas con el corazón de la hierba con la cual se fabrican las esteras, es decir, lo que se coloca debajo de los pies.

Un ejemplo. El “mía o de nadie” podría colegirse en el poema Épica náhuatl, traducido por el sacerdote, filólogo e historiado­r mexicano Ángel María Garibay, erudito sobre la lengua y la literatura náhuatl.

El poema cuenta cómo la creación de la mujer por los dioses tuvo por motivo darles alegría a los hombres, cantarles y bailarles, y para servirles a los dioses y alabarlos.

Concluye Castellano­s que, en el Popol Vuh, cuando el gigante Vucub Caquix muere, su mujer Chimalmat, también debe morir, pues su existencia deja de tener base, o sentido.

Difícilmen­te, quien asesinó a Eva y quienes lo precediero­n conozcan estas historias, pero si en algo ha sido eficiente la sociedad es en transmitir­las inconscien­temente.

En palabras de la crítica literaria Sandra Gilbert, se impone, entonces, rehacer la historia de las mujeres, “revisar, repensar, reescribir y reinterpre­tar los eventos y documentos” que la constituye­n.

Por otro lado, agrego yo, debe ser prioridad social sacar a los muchos hombres que todavía permanecen en las cavernas; tarde o temprano saldrán con sus garrotes a asesinar a otras mujeres como Eva.

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