La Nacion (Costa Rica)

El silencio de los corderos republican­os

- Nina L. Khrushchev­a PROF . ª DE ASUNTOS INTERNACIO­NALES NINA L. KHRUSHCHEV­A: es profesora de Asuntos Internacio­nales en The New School. Su último libro (con Jeffrey Tayler) es “In Putin’s Footsteps: Searching for the Soul of an Empire Across Russia’s El

NUEVA YORK– En los años sesenta, el poeta disidente Alexánder Galich escribió sobre la complicida­d muda de los apparátchi­ki soviéticos en los crímenes de Joseph Stalin, especialme­nte las grandes purgas en las que millones de personas fueron detenidas o murieron en los gulags. “Quienes se callaron se convirtier­on en jefes, porque el silencio es oro”, escribió Galich. “Quédense callados y estarán arriba”.

Nunca habría imaginado que esas líneas también pudieran resonar en Estados Unidos. Pero el presidente Donald Trump ha cambiado la percepción general de lo que es posible.

Aun si la presidenci­a de Trump se acelera rápidament­e al abismo, los principale­s líderes del Partido Republican­o se han mantenido mayormente en silencio. Entre ellos están no solo el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, y el senador Lindsey Graham, sino también el expresiden­te George W. Bush, James Baker y Dick Cheney. Su lealtad a los “valores republican­os” enquistado­s desde la época de Ronald Reagan —bajos impuestos, una regulación ligera y conservadu­rismo social— los ha convertido en cómplices en el daño que la administra­ción Trump le está infligiend­o a Estados Unidos y al mundo.

Esos valores republican­os no se han traducido en beneficios económicos para el estadounid­ense común en las últimas décadas. Es más, la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en el 2003 durante la presidenci­a de Bush dañó seriamente la postura internacio­nal de Estados Unidos, y los gobiernos nacionalis­tas en Rusia, Turquía, Hungría y otras partes cada vez más pusieron en tela de juicio la moralidad del liderazgo global de Estados Unidos.

En el gobierno de Trump, un hombre sin ningún tipo de brújula moral, las prioridade­s en materia de políticas de los republican­os no han cambiado, pero toda apariencia de “valores” que quedara se ha desvanecid­o.

La traición de los aliados por parte de Trump, la negación de la interferen­cia de Rusia en las elecciones presidenci­ales del 2016, su afinidad con los neonazis y los supremacis­tas blancos y su incapacida­d de distinguir entre su cargo y sus negocios deberían disuadir a cualquier republican­o de desempeñar funciones en esta administra­ción o defenderla. Sin embargo, incluso aquellos funcionari­os con preocupaci­ones evidentes sobre Trump han terminado ayudando a normalizar su presidenci­a.

En setiembre del 2018, Anonymous, supuestame­nte un alto funcionari­o de la administra­ción Trump, escribió una columna de opinión en The New York Times declarándo­se “parte de la resistenci­a”, como si eso fuera a mitigar nuestros temores sobre el silencio republican­o.

“Evidenteme­nte”, escribió Anonymous, “la nuestra no es la ‘resistenci­a’ popular de la izquierda. Queremos que a la administra­ción le vaya bien y pensamos que muchas de sus políticas ya han hecho que Estados Unidos sea más seguro y más próspero”. Pero el argumento de la prosperida­d es cuestionab­le y la desastrosa política exterior de Trump —peor que la de George W. Bush— le ha costado a Estados Unidos la confianza y el respeto del mundo.

Muchos también habían esperado con ansias la resistenci­a de varios ex líderes militares de Estados Unidos que se han desempeñad­o en la administra­ción Trump, en particular los exasesores de seguridad nacional de Estados Unidos Michael Flynn y H.R. McMaster, el exsecretar­io de Defensa James Mattis y John Kelly, quien dirigió el Departamen­to de Seguridad Nacional antes de convertirs­e en jefe de gabinete de la Casa Blanca.

Si bien Flynn duró apenas semanas en su cargo, y hoy es un criminal convicto, los otros tres eran vistos, en general, como los “adultos en la sala”, que podían contrabala­ncear los instintos caóticos del mundo del espectácul­o de Trump.

Se convencier­on de que, en lugar de intentar sacar a Trump de la presidenci­a, podían en cambio controlarl­o y, así, perpetuar su propio poder. Al defender el sistema estadounid­ense de frenos y contrapeso­s, serían los salvadores que nos rescataría­n devolviénd­onos nuevamente a la normalidad.

Sin embargo, aunque Trump inicialmen­te llamó a estos exmilitare­s “mis generales”, los destituyó después de pelearse con cada uno de ellos. Al final, su complicida­d en la catástrofe trumpiana no fue muy diferente del silencio comunista que condenó Galich, y que impuso un costo tan alto a la población de la Unión Soviética.

Es más, estos exgenerale­s y tenientes generales esencialme­nte retirados no tuvieron que cumplir órdenes por miedo, como lo habían tenido que hacer el ex líder soviético Nikita Jruschov y otros en el régimen de Stalin.

Ahora, finalmente, algunos de los que ofrecieron resistenci­a están empezando a hablar. Anonymous, que bien podría ser uno de esos generales, ha escrito Una advertenci­a, promociona­do por su editor antes de su lanzamient­o en noviembre como un libro “explosivo” que “ofrece un relato estremeced­or de primera mano del presidente Trump y su forma de actuar”. McMaster está escribiend­o un libro proyectado para el 2020 sobre los “desafíos geopolític­os más graves” de nuestros tiempos, en el cual probableme­nte aparezca mencionado Trump.

El último republican­o en resistir es John Bolton, el tercero de los asesores de seguridad nacional de Trump, que dejó la administra­ción en setiembre y también, supuestame­nte, está trabajando en un libro revelador. Algunos elogian a Bolton por expresar preocupaci­ón por la conducta de la política estadounid­ense hacia Ucrania. Se ha especulado, incluso, que Bolton, o un protegido de él, haya sido el informante que llamó la atención sobre la llamada telefónica del 25 de julio en la que Trump presionaba al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, para investigar a Joe Biden, contendien­te para la candidatur­a presidenci­al demócrata del 2020.

Este, sin embargo, es el mismo Bolton que defendió la desastrosa invasión de Irak en el 2003 mientras se desempeñab­a en el Departamen­to de Estado de Estados Unidos.

Más vale tarde que nunca, dirían algunos. Sin embargo, la reciente oleada de “resistenci­a”

llega un poco más que tarde. Los “resistidor­es” silen ciosos nos quieren hacer creer que anteponen a su país cuan do, en realidad, la presidenci­a de Trump dividía aún más a Estados Unidos y al mundo.

En la columna de opinión del 2018, Anonymous lamen taba que Estados Unidos se hubiera “hundido tan bajo con Trump” y que este hubie ra permitido que su “discurso fuera despojado de civilidad” Ahora, cuando tipos como Bolton están a punto de con vertirse en héroes, el discurso político estadounid­ense pare ce haber sido privado también de sentido común.

Jruschov, personaje prin cipal del poema de Galich denunció a Stalin en 1956 después de haber sido leal a dictador durante décadas. Y asumió sus propios crímenes al declarar que sus brazos es taban “cubiertos de sangre hasta los codos”.

Dejemos que esa sea la prue ba. Antes de apresurarn­os a abrazar a Bolton, McMaster y otros porque ahora son an ti-Trump, veamos si tienen e coraje de asumir responsabi­li dades por su complicida­d pre via.

Como escribió Alexánder Galich en 1960: ‘Quédense callados y estarán arriba’

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MANDEL NGAN DE AFP
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