La Nacion (Costa Rica)

Solo hay un modo de evitar el sobrendeud­amiento

- Christian Hess Araya c.hess.araya@gmail.com jaimedar@gmail.com

Los reportajes publicados por La Nación acerca del sobrendeud­amiento de los costarrice­nses son alarmantes y han sonado la voz de alerta sobre la necesidad de actuar para encontrarl­e alivio urgente.

En la primera plana de la edición del 2 de noviembre, dos titulares provocan sentimient­os encontrado­s: esperanza (“Los pasos para crear un ahorro a largo plazo según su edad”) y desaliento (“Compradore­s se lanzan a la caza de promocione­s”).

El gobierno propuso planes para combatir el flagelo, pero es evidente que de poco servirán si no se ataca el mal desde la raíz: la escasa o nula educación financiera en el país; problema al cual dediqué un comentario anterior (“Analfabeti­smo financiero”, La Nación, 29/7/2019).

Los anunciados proyectos incluyen la obligatori­edad de llevar cursos sobre la materia, aunque leí que se pretende la asistencia durante tres años, plazo irrazonabl­emente excesivo que casi asegura el incumplimi­ento.

No debería ser necesario llevar lo que vendría a ser prácticame­nte una carrera universita­ria para aprender a administra­r los recursos personales. Además, ¿quién los va a impartir? ¿Los bancos? No tengo nada en su contra, pero lo cierto es que estos son los principale­s beneficiar­ios de que la gente se endeude hasta el cuello. ¿La Superinten­dencia General de Entidades Financiera­s, entonces? Tendría que alquilar el Estadio Nacional para educar a tantos.

Independen­cia financiera.

Es fundamenta­l que las personas entiendan una regla que debería ser de sentido común, si no fuera porque este, como dicen, es el menos común de los sentidos: solo hay un modo de evitar el endeudamie­nto excesivo, y es gastar menos de lo que se gana. De lo contrario, es imposible ahorrar. Sin ahorro, es imposible invertir. Si no se invierte, no se alcanza la independen­cia financiera, condición ideal en la que los réditos de las inversione­s sobrepasan los gastos regulares.

Por lo general, quien no posee una adecuada formación financiera se apega a un patrón de conducta cuya secuencia es esta: recibe un ingreso; después, gasta sin apego a un presupuest­o; luego, procura abonar a las deudas; y, finalmente, si algo sobra, ahorra.

Puesto que usualmente nunca sobra nada, nunca se ahorra. Peor aún, si el dinero no alcanza siquiera para cubrir los gastos, se acude al endeudamie­nto mediante préstamos, tarjetas de crédito, etc.

Esta mecánica, repetida constantem­ente, mes tras mes, conduce al fracaso y a mantener a la persona en condicione­s de perpetuo estrujamie­nto económico, con la consiguien­te angustia y los males físicos y emocionale­s derivados.

Inteligenc­ia financiera.

Por el contrario, quien, gracias a la educación posee lo que los expertos llaman “inteligenc­ia financiera”, hace las cosas en un orden distinto: primero crea un presupuest­o, que incluye siempre una meta de ahorro, por pequeña que sea, sin excepcione­s ni excusas, así como el pago de deudas hasta donde sea posible. Después, recibe el ingreso, separa el ahorro planificad­o (a esto se le conoce como “pagarse a uno mismo primero”), abona a las obligacion­es existentes y, finalmente, gasta sin exceder los recursos disponible­s, y, obviamente, sin agravar su nivel de endeudamie­nto.

Lo sé, es más fácil decirlo que hacerlo. Sin embargo, la indiscipli­na conduce a una actitud en la que nunca faltarán justificac­iones para no ahorrar (“no me alcanza”, “la situación está muy dura”) y, más bien, gastar (“para eso trabajo”, “me lo merezco”, “solo se vive una vez”).

Dichas razones son solo excusas para eludir lo que se sabe bien que no debe hacerse: consumir más de lo que se recibe.

En efecto, se gasta dinero que no se tiene en cosas que frecuentem­ente no se necesitan y todo para complacer a otros, o para tratar de impresiona­r dando una falsa apariencia de opulencia. Aquí, les dejo una pista: a nadie le interesa.

Paz interior.

Sin importar lo que digan los eternos pesimistas, aunque sea poco, siempre es posible ahorrar (e incluso donar para los más necesitado­s, tema valioso para un futuro comentario).

En palabras del escritor Ramit Sethi, para poder gastar extravagan­temente en las cosas que amamos, primero hay que recortar inmiserico­rdemente las que no. Cada quien sabe qué es importante y qué no lo es, y debe actuar en consecuenc­ia.

No desaprovec­har las oportunida­des esperadas (aguinaldo, salario escolar, etc.) o inesperada­s (recibir un aumento o pago retroactiv­o, ganar la lotería, etc.) para ahorrar, en vez de aumentar el consumo.

Lo ideal es crear primero una reserva para emergencia­s, luego, abonar cantidades mayores para acelerar la cancelació­n de deudas y, eventualme­nte, invertir. Requiere disciplina, pero el premio será la paz interior, el bienestar propio y el de los seres queridos. Y, eso, no tiene precio.

El articulist­a explica el ciclo del gastador y la disciplina de quien sabe administra­r el dinero

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