La Nacion (Costa Rica)

Privilegio­s salariales son razón de la lucha por aumentar el FEES

- Yorleni León Marchena DIPUTADA

La verdad sobre las luchas para defender el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) cada día está más clara gracias a la presión de diputados y medios de comunicaci­ón, que exigen transparen­cia en el uso de los fondos públicos.

En las administra­ciones de Óscar Arias y Laura Chinchilla, el incremento anual del fondo fue más que sustancial, siempre superó la inflación en una y hasta trece veces. Además, durante esos periodos, se aprobó un crédito del Banco Mundial por $200 millones para infraestru­ctura, becas para doctorados y sistemas de gestión.

También fue creada la Universida­d Técnica Nacional (UTN) y se modificó una ley para que el Instituto Tecnológic­o de Costa Rica (Tec) abriera una sede en Limón.

Luego, en la administra­ción de Luis Guillermo Solís, continuaro­n incremento­s bondadosos del FEES y no fue hasta su último año, y en estos dos primeros de Carlos Alvarado, cuando el crecimient­o del FEES se igualó a la inflación, como respuesta a la difícil situación fiscal del país.

Es así como la imagen que dan las universida­des de ser perseguida­s y que se les quiere violar su autonomía no se sostiene. Dinero han tenido; eficiencia en el gasto y transparen­cia, no tanto.

El año pasado la ministra de Hacienda les ofreció un aumento del 1,5 %, equivalent­e al 50 % de la inflación, e indicó que serían las únicas institucio­nes públicas en recibir ese beneficio. Igualmente, les manifestó, como siempre se ha advertido, que el crecimient­o exponencia­l de los salarios debía detenerse porque era insostenib­le.

En contra del planteamie­nto de la ministra, el gobierno accedió a dar la inflación según dicta la Constituci­ón. Frente a la crisis y la falta de solidarida­d de las universida­des para con la austeridad en el gasto, la Asamblea aprobó eliminar ¢10.000 millones del FEES.

Este año, el acuerdo firmado reitera un aumento con respecto a la inflación, pero, a diferencia del pacto del 2018, los rectores, a pesar de haberlo rubricado, adujeron que viola su pregonada autonomía universita­ria.

Por esta razón, y en vista de la presión ejercida por el Consejo Nacional de Rectores (Conare), la Comisión de Hacendario­s modificó la partida de ¢70.000 millones en gastos de capital a ¢35.000 millones. No obstante el recorte, el Conare convocó una marcha hacia la Casa Presidenci­al con consignas sobre la violación de la autonomía universita­ria, pérdida de becas estudianti­les, cierre de programas y debilitami­ento de sedes regionales. Consignas muy convenient­es para atraer al sector estudianti­l, pero muy lejos de ser las motivacion­es que el Conare ha estado ocultando a los costarrice­nses.

Tan cierto fue, que los rectores de la UNA y la UCR reconocier­on que tenían todo solucionad­o antes de la marcha, y becas, sedes regionales y programas no estaban comprometi­dos.

Resistenci­a histórica.

Desde hace muchos años, las universida­des se resisten a ser transparen­tes, a cambiar los esquemas salariales y a cumplir indicadore­s de desempeño para que estos reflejen las aspiracion­es de los costarrice­nses, como regionaliz­ación de buena calidad, aumento de la matrícula en carreras de gran demanda, acreditaci­ón de carreras, control de disparador­es del crecimient­o salarial, entre otros ajustes.

Lo han evadido esgrimiend­o la autonomía universita­ria. La autonomía se ha convertido en un escudo para blindar a las universida­des; es una idea suprema que las pone en el olimpo y, por tanto, son intocables. Han logrado demostrar que no hay ley que deban cumplir, como la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas, y que no tienen por qué acatar las normas de la Contralorí­a General de la República en cuanto a eficiencia e indicadore­s de gestión para mejorar la rendición de cuentas.

La muestra de los síntomas de la crisis se ve en el tiempo. Las universida­des han evadido los problemas señalados mediante el uso de recursos de inconstitu­cionalidad, así han defendido artículos abusivos de sus convencion­es y transparen­cia salarial.

Grandes oportunida­des para demostrar a la sociedad un ejercicio responsabl­e y probo de la autonomía se han desperdici­ado a cambio de pleitos legales que erosionan cada día más la imagen del Conare.

Incapacida­d de las rectorías.

La última crisis deja al desnudo, sobre todo en la UNA y la UCR, los matices más preocupant­es en el buen uso de los recursos asignados al FEES.

Aparte de la incapacida­d notable del rector Alberto Salom para el diálogo y el manejo de la crisis dentro de su propia casa de enseñanza superior, ha sido claro que la prioridad para los superávits libres es para más infraestru­ctura faraónica en Heredia y las boronas para las sedes regionales que tanto necesitan mejorar.

Henning Jensen no es hasta ahora que se preocupa por la sede olvidada en Golfito o la de Limón, donde, irresponsa­blemente, se cerraron las carreras de Ingeniería Química y la Naval, dejando a más de 100 estudiante­s de la segunda en el limbo porque no pueden graduarse.

Para ilustrar por qué los salarios están fuera de control, cito como ejemplo a la UCR, donde su jugosa tajada del FEES está causando dentro del Conare un gran desequilib­rio cada vez que se negocia el fondo.

Revelado por los medios de comunicaci­ón, es sabido que el salario promedio de un profesor por un cuarto de tiempo es ¢1,5 millones, lo cual equivale a un salario a tiempo completo de ¢6 millones. Mientras en el Tec, el salario promedio por el tiempo completo ronda los ¢2 millones.

El rector de la UCR reclama que él sí ha negociado la convención colectiva hacia la baja, y asegura que gracias a él la anualidad es de 3,75 %. Lo que no dice es que esa anualidad se aplica al salario total y no al salario base.

Jensen dejó protegida la negociació­n salarial dentro de la convención y la igualó a la inflación. Esto, sin entrar a analizar las escalas salariales, que hacen de la UCR una bomba que estallará a corto tiempo y necesitará de más recursos del FEES, pero no para becas ni para mejoras en las sedes o para más matrícula de estudiante­s. Claramente, los incremento­s del FEES, en adelante, serán para saciar el crecimient­o exponencia­l de los salarios de la UCR, que ni cumpliendo lo señalado en la Constituci­ón va a lograr.

Cambio radical.

La próxima negociació­n del FEES debe ser diferente. El Conare deberá llevar un plan de reducción de incentivos negociado y de cumplimien­to inmediato. Deberá compromete­rse a una redistribu­ción para fortalecer a la UNED, al Tec y a la UTN. Deberá demostrar a la sociedad costarrice­nse que la autonomía universita­ria es para garantizar­nos un uso probo de los fondos públicos.

Los diputados no estamos en contra de la educación pública. Estamos cien por ciento a favor de ella, pero exigimos resultados y responsabi­lidad en el manejo de los recursos.

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