La Nacion (Costa Rica)

Esos locos del arco

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Dicen que Bernardino Chaves se encerraba en una habitación con una manada de gatos e intentaba atraparlos lanzándose de pared a pared, por arriba, por abajo y a los revolcones. Así se fogueaba como guardameta. Por eso era fantástico en Limón, estelarísi­mo en Alajuelens­e y oficiaba de Batman con el Cartaginés.

En Argentina, Hugo Orlando Gatti salía de su meta y surcaba el medio campo con el balón dominado, desafiando la lógica y los principios del fútbol que el loco interpreta­ba a su manera. Ambos, Nino y Gatti fueron correligio­narios de primer orden en la estirpe de los gendarmes solitarios, esos tipos del arco que suelen convertirs­e en héroes y ángeles; en villanos o fantasmas.

Me sirvo de la leyenda del Nino costarrice­nse y de la evocación del ícono argentino a raíz de que en mi columna de la semana pasada enumeré a ocho guardameta­s históricos del Deportivo Saprissa. El texto provocó decenas de comentario­s, unos amables y respetuoso­s; otros ácidos y ofensivos. Todos con el denominado­r común de señalamien­to por la omisión de excelentes guardavall­as como Didier Gutiérrez, Emi lio Sagot, Bismark Duarte Gabelo Conejo y otros, pese a que había advertido que, en la ocasión de marras, me refería únicamente a guardameta­s de extracción morada.

De lo anterior se infiere que no me supe explicar y eso pro vocó el aluvión de quejas que agradecí de corazón, porque esta columna sabatina nos pertenece por igual. Este es pacio de privilegio en el mejor periódico de Centroamér­ica aspira a transmitir inquietu des, sensacione­s y valores en torno a la pasión que nos iden tifica en las páginas de diarios y revistas, en los libros, en la radio, en la televisión y en los estadios, donde la cofradía de fervor rinde culto al vuelo so berano de la pelota.

Dicen que cuando Nino Chaves entrenaba, ningún gato del barrio podía sacar e día libre. Muchos aseguran que si el orotinense Didier per día su boina, quedaba a expen sas de la kryptonita. Otros re cuerdan nítidament­e al felino Alejandro González tapándolo todo en un mediodía memora ble de Alajuelens­e ante el po deroso River Plate, en 1987. Y del prodigioso Conejo en Italia 90, ¿qué me dicen? Oda a nues tros locos del arco en todos los tiempos, orfebres de historias y leyendas, de mitos, de fanta sía y controvers­ia.

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