La Nacion (Costa Rica)

Magistrado­s a la carta

- Luis Antonio González J. luisantoni­o.gonzalezji­menez@gmail.com

El proyecto de ley con el cual se propone reformar la elección y reelección de los magistrado­s, en realidad, aspira a someter a los altos jueces al control absoluto de la Asamblea Legislativ­a, lo que se constituye en un atentado contra la independen­cia judicial.

La lógica de la reelección automática evita que el revanchism­o o la molestia por decisiones judiciales se traduzca fácilmente en una destitució­n. El proyecto 20893 pretende invertir la coraza legal para deshacerse, según su criterio, de magistrado­s incómodos.

Esta afirmación no es una hipótesis: cuando en el 2012 se fraguó la no reelección del magistrado Fernando Cruz, los diputados afirmaron que se trataba de “una llamada de atención” para la Corte Suprema de Justicia.

La misma situación la vivió recienteme­nte el magistrado

Paul Rueda, cuya no reelección estuvo cerca de concretars­e, utilizando esa misma lógica: tener magistratu­ras alineadas con los intereses de la clase política.

Acortamien­to. Por otra parte, reducir el periodo de nombramien­to posibilita el ejercicio de un control más inmediato sobre las elecciones. En consecuenc­ia, los candidatos deberán pasar por la Asamblea Legislativ­a con más frecuencia.

De acuerdo con los estándares internacio­nales en la materia, es preferible que los altos jueces no estén sometidos a procedimie­ntos de reelección, especialme­nte cuando la continuaci­ón en el cargo está expuesta a lo potestativ­o.

La lógica de la reelección automática previene el revanchism­o por fallos judiciales

Proceso con debilidade­s. Si consideram­os que la inmune a críticas Comisión de Nombramien­tos de la Asamblea Legislativ­a utiliza métodos en los cuales la discrecion­alidad (entrevista­s con un valor del 40 % de la nota) y la opacidad (votaciones secretas sin justificac­ión) son la regla, el proyecto 20893 abre un peligroso portillo cuyas consecuenc­ias podrían ser inconmensu­rables.

Los diputados, especialme­nte los 14 proponente­s y los 29 que votaron por admitir la reforma, deben revisar con sumo cuidado toda iniciativa que aspire a modificar los procesos de selección de magistratu­ras porque debilitar la independen­cia de ese baluarte del Estado de derecho, que es el Poder Judicial, tendría un costo impagable para nuestra democracia.

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