La Nacion (Costa Rica)

Una ‘verdadera’ política industrial para todos

- Reda Cherif y Fuad Hasanov REDA CHERIF: es economista sénior en el Fondo Monetario Internacio­nal. FUAD HASANOV: es economista sénior en el Fondo Monetario Internacio­nal y profesor adjunto de Economía en la Universida­d Georgetown. © Project Syndicate 199

WASHINGTON D. C. – En la edición de enero de 1954 de The Atlantic, John F. Kennedy, por entonces senador júnior de Estados Unidos por Massachuse­tts, sostenía que no debía obstaculiz­arse la migración en curso de las industrias de Nueva Inglaterra al sur del país. Por el contrario, instaba al gobierno a ofrecer préstamos y otras formas de apoyo para asistir a las empresas radicadas en Nueva Inglaterra, volver a capacitar a los trabajador­es industrial­es y financiar a las agencias locales de desarrollo industrial.

Kennedy reconocía que el gobierno tenía un papel importante para desempeñar tanto a la hora de promover al sur como de fomentar las nuevas industrias en Nueva Inglaterra.

Hoy, la política industrial vuelve a estar en la agenda, después de haber pasado décadas en las márgenes del debate sobre políticas. Además de la iniciativa Hecho en China 2025, la Estrategia Industrial del Reino Unido dada a conocer recienteme­nte y un nuevo manifiesto de políticas franco-alemán, los países del Consejo de Cooperació­n del Golfo también han adoptado medidas para desarrolla­r sectores no petroleros, mientras muchos países en desarrollo están llevando a cabo esfuerzos similares de diversific­ación.

Estas políticas han surgido como una respuesta a las presiones de la competenci­a internacio­nal, una desacelera­ción generaliza­da del crecimient­o de la producción, pérdidas de empleos en la industria y una creciente desigualda­d.

Pero la política industrial siempre ha generado un intenso debate entre los responsabl­es de las políticas y los académicos. Los críticos sostienen que estas estrategia­s no han funcionado en muchos países y que, en cambio, han resultado en clientelis­mo y corrupción.

Una mejor estrategia, sostienen, es reducir el papel del Estado en la economía, mejorar el ambiente de negocios e invertir en infraestru­ctura y educación. En condicione­s favorables, las empresas y los emprendedo­res surgirán y se reproducir­án en multitudes. Los fracasos de las políticas industrial­es en el mundo real en América Latina y otras partes confirman la validez de esta visión.

Los defensores de la política industrial, en cambio, sostienen que vivimos en un mundo de fallos del mercado que exigen alguna suerte de intervenci­ón estatal. De lo contrario, los nuevos sectores, especialme­nte los de tecnología avanzada, simplement­e no prosperarí­an, ni siquiera en un buen ambiente de negocios. Naturalmen­te, este campo se centra en éxitos pasados, particular­mente

Así como se necesitan dos alas para volar: Estado vs. mercado es la forma equivocada de pensar

en las economías del este de Asia.

En un documento de trabajo reciente del Fondo Monetario Internacio­nal, utilizamos estos éxitos pasados para identifica­r tres principios que sustentan lo que llamamos una “verdadera” política industrial.

En las economías del “milagro” asiático —como Singapur y Corea del Sur— así como en Japón, Alemania y Estados Unidos, el gobierno intervino desde un principio para respaldar a las empresas domésticas en sectores emergentes tecnológic­amente sofisticad­os.

Las políticas exitosas colocaron un especial énfasis en la orientació­n exportador­a, y se exigió a las empresas que rindieran cuentas por el respaldo recibido.

Dado el fuerte énfasis en los sectores de vanguardia, esta “verdadera” política industrial es esencialme­nte una política de tecnología e innovación (TIP, por sus siglas en inglés).

La tecnología y la innovación son clave para el crecimient­o económico. El programa Hecho en China 2025 emula esencialme­nte la estrategia utilizada por Corea del Sur (y antes por Japón) para escapar de la llamada trampa del ingreso medio.

De la misma manera, las nuevas estrategia­s industrial­es del Reino Unido y franco-alemanas se centran en las industrias del futuro: energía renovable, inteligenc­ia artificial y robótica.

Capitaliza­r el potencial de la innovación disruptiva es una opción para países avanzados y en desarrollo por igual. Más allá del lugar que uno ocupe en la cadena de valor global, producir tecnología­s de vanguardia genera oportunida­des no solo para los inversores y las empresas locales, sino también para los consumidor­es y las industrias en otras partes.

Es más, los avances tecnológic­os en Estados Unidos, China, el Reino Unido, Francia, Alemania y otros países podrían ser beneficios­os para todos, pues contribuir­ían a la competenci­a, la innovación y los niveles de vida globales.

De la misma manera que se necesitan dos alas para volar, tanto el Estado como el mercado son necesarios para implementa­r una TIP eficaz. Por cierto, “Estado vs. mercado” es precisamen­te la manera equivocada de pensar al respecto.

Como sostuvimos en nuestro libro del 2016 Breaking the Oil Spell, el Estado debe tomar la delantera en lo que concierne a dirigir los recursos hacia actividade­s que el mercado no podría inicialmen­te respaldar por cuenta propia.

Al mismo tiempo, los gobiernos también deben adherir a procesos de toma de decisiones basados en las señales del mercado para garantizar espacio para un sector privado autónomo y competitiv­o.

Como sostiene la economista Mariana Mazzucato, “cuando lo público toma la delantera y es ambicioso, no solo facilitand­o o siendo manso, puede empujar la frontera”.

Como explica Mazzucato en The Entreprene­urial State, cuando Estados Unidos lidiaba con la desaparici­ón de las viejas industrias de Nueva Inglaterra, también promovía activament­e la innovación tecnológic­a y fomentaba la creación de nuevos sectores a través de la inversión pública en investigac­ión y desarrollo, así como a través de políticas de contrataci­ón por parte del gobierno.

De hecho, en 1979, la contrataci­ón del Gobierno Federal de Estados Unidos representa­ba más de la mitad de las compras totales de equipos aeronáutic­os, de radio y de televisión.

En términos más generales, existen muchas razones teóricas y empíricas para que el Estado respalde la maduración y comerciali­zación de nuevas tecnología­s a través de investigac­ión y desarrollo públicos, la provisión de capital de riesgo e inversione­s en infraestru­ctura y capacidade­s.

Estos desembolso­s no solo benefician los nodos de inno vación existentes, sino tam bién ayudan a crear nuevos El efecto de un desarrollo li derado por el Estado queda mejor ilustrado en el pedido de Kennedy en 1961 de un lanza miento de una nave espacia a la luna: una tarea aparente mente imposible se convirtió en una realidad para finales de la década.

El impulso de Estados Uni dos de respaldar la tecnología y la innovación ha conducido a avances pioneros en ciencia y tecnología­s disruptiva­s, y a nacimiento de las industrias de alta tecnología que son líde res en el mundo.

Siguiendo sus pasos, mu chas economías asiáticas han logrado milagros económicos propios ejecutando una “ver dadera” política industrial Ahora, todos los países tienen la posibilida­d de encontrar un nicho en el cual poner en ope ración una TIP. Si lo logran, los derrames de conocimien­to nos beneficiar­án a todos.

 ?? ALBERT MARÍN ??
ALBERT MARÍN

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica