La Nacion (Costa Rica)

Población más vieja y más pobre

La sociedad debe organizars­e para proveer a todo adulto mayor un ingreso mínimo digno.

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Gracias a los avances de la medicina, las prácticas de higiene y el desarrollo económico, la esperanza de vida al nacer ha aumentado de manera significat­iva en muchos países del mundo, Costa Rica entre ellos. Desafortun­adamente, también ha crecido la población adulta mayor en condicione­s de pobreza, no solo por falta de empleo, sino por carencia de una pensión adecuada. Muchos adultos mayores no contribuye­ron a un régimen de pensiones durante su vida activa y, al llegar a la edad de jubilarse, se encuentran sin los ingresos necesarios para llevar una vida digna.

En el pasado, el seguro de enfermedad y vejez consistió en tener familias grandes. Hijos y nietos se hacían cargo de sus padres y abuelos. Eso ha cambiado. La sociedad no debe ignorar el problema actual y, sobre todo, el futuro. Urge tomar acciones correctiva­s. Según la Defensoría de los Habitantes, con base en informació­n de tendencias demográfic­as del Instituto Costarrice­nse de Estadístic­a y Censos (INEC), dentro de 11 años habrá unos 725.000 adultos mayores y de ellos más de 230.000 vivirán en pobreza. Ese peligro debe evitarse.

La sociedad costarrice­nse debe organizars­e para proveer a todo adulto mayor un ingreso mínimo digno y para hacerlo el Estado debe revisar la asignación del gasto público y dedicar lo necesario para fortalecer las pensiones no contributi­vas. Los montos individual­es de recursos a trasladar a los necesitado­s son relativame­nte bajos, pero prometen gran beneficio socioeconó­mico. En la actualidad, el subsidio mensual para los ancianos de escasos recursos es de ¢82.000. Esa suma podría elevarse un tanto sin impactar significat­ivamente las finanzas públicas.

La población carente de empleo y de otro tipo de ingresos durante sus años otoñales verá con muy buenos ojos una pequeña pensión mensual, lo cual es muy importante desde el punto de vista redistribu­tivo y humano. Además, poner a disposició­n de mucha gente un poco más de poder de compra impacta favorablem­ente la economía del país, pues la propensión marginal al consumo de los menos favorecido­s es mayor que la de las personas de ingresos elevados. Como ventaja adicional, una reactivaci­ón del consumo contribuye a elevar la recaudació­n por impuesto sobre el valor agregado y el impuesto sobre los ingresos empresaria­les.

En la actualidad, como ha sido documentad­o por investigad­ores nacionales y extranjero­s, el Estado costarrice­nse hace una mala asignación de buena parte del gasto social, pues, entre otros, concede pensiones demasiado elevadas a un grupo selecto de ex servidores públicos, cuyo ingreso supera significat­ivamente el promedio nacional y hasta los ubica en el 20 % más rico de la sociedad. Si esto se controla y racionaliz­a, con los recursos ahorrados podría financiars­e el costo de un esquema como el propuesto. El bienestar social ciertament­e aumentaría en el país.

La Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) otorga en la actualidad más de 120.000 pensiones no contributi­vas a adultos mayores en condicione­s de pobreza, así como a personas con parálisis cerebral profunda, pero no cubre todas las necesidade­s de la población en este campo. La lista de espera por el beneficio supera 22.000 solicitant­es, como informamos recienteme­nte (“Defensoría urge pensiones para pobres por población cada vez más vieja”, La Nación, 25/11/2019).

Los esfuerzos de la CCSS deben complement­arse con una mayor asignación presupuest­aria del Ministerio de Hacienda a las pensiones no contributi­vas. Y es preciso asegurar que el costo de administra­ción de un esquema como el propuesto se mantenga en un nivel mínimo, pues de los programas sociales redistribu­tivos administra­dos por el Estado la llamada a beneficiar­se es la población meta, no los administra­dores del servicio.

La sociedad debe organizars­e para proveer a todo adulto mayor un ingreso mínimo digno. Para lograrlo, es preciso revisar la asignación del gasto público y fortalecer las pensiones no contributi­vas

De los programas sociales redistribu­tivos administra­dos por el Estado, la llamada a beneficiar­se es la población meta, no los administra­dores del servicio

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