La Nacion (Costa Rica)

Dos caras del totalitari­smo chino

Su fracaso en Hong Kong y su masiva represión de musulmanes desnudan la turbia naturaleza del régimen.

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Un hecho político fulminante e incontrove­rtible y una filtración de reveladore­s documentos oficiales han puesto de manifiesto, durante las últimas dos semanas, el carácter totalitari­o y las fisuras internas del régimen chino, así como su incapacida­d para lidiar adecuadame­nte con los desafíos de ciudadanos libres y de una opinión pública internacio­nal alerta.

Primero, el hecho político. Desde que, en junio de este año, estalló una creciente oleada de protestas en Hong Kong —primero contra un proyecto de ley de extradició­n, y luego a favor de reformas democrátic­as—, el gobierno chino las atribuyó a “grupos violentos” rechazados por una mayoría de ciudadanos del enclave y manipulado­s por poderes externos deseosos de desestabil­izar la más importante plaza financiera de Asia.

De acuerdo con este ficticio argumento, las elecciones de consejos de distrito, que se celebraron el pasado domingo, demostrarí­an el poco apoyo popular hacia las protestas y la agenda de exigencias que las animan. El resultado, sin embargo, fue totalmente contrario a la ficción oficial: un rotundo fracaso para las autoridade­s centrales. Con una participac­ión inédita (71 % del electorado), los candidatos democrátic­os, afines a las protestas, obtuvieron 389 de los 452 puestos disponible­s, una mayoría abrumadora que no solo revela el enorme apoyo del que gozan entre la población, sino también el profundo y extendido rechazo a los crecientes controles de Pekín sobre Hong Kong. Y si bien es cierto el impacto de los consejos de distrito es estrictame­nte local, la implicació­n del mensaje electoral tiene enormes consecuenc­ias para el gobierno del presidente Xi Jinping.

Los documentos oficiales filtrados, que inicialmen­te sumaron 403 páginas, fueron divulgados el 16 de noviembre por el diario The New York Times, y ampliados ocho días después por el Consorcio Internacio­nal de Periodista­s de Investigac­ión. En conjunto, revelan la fría, sistemátic­a, brutal e inhumana estrategia del régimen chino para someter a la población musulmana de las etnias uigur y kazaja, que habitan en la provincia occidental de Xinjiang, quebrar sus tradicione­s, ahogar sus prácticas religiosas y asimilarla­s totalmente a los dictados del poder central.

El eje de esta campaña ha sido el establecim­iento de una serie de campos de concentrac­ión, llamados, eufemístic­amente, de “reeducació­n”, en los que han sido recluidos centenares de miles de uigures y kazajos. Desde que apareciero­n, en el 2017, precedidos por otras modalidade­s represivas, el gobierno de Pekín había negado tanto la magnitud como la verdadera naturaleza del programa. Sin embargo, los documentos divulgados, al igual que lo hicieron las elecciones distritale­s en Hong Kong, han puesto de manifiesto, sin posibilida­d de negación, la falsedad de esa fabricació­n propagandí­stica. Además, el hecho de que hayan sido divulgados por funcionari­os dentro de la estructura de poder, delata que esta es menos monolítica de lo que se desea proyectar.

Los textos parecen sacados de las novelas más distópicas que se han escrito sobre el poder totalitari­o. Establecen, con lujo de detalles, cómo deben administra­rse esos campos, a quiénes recluir, la forma de “evaluar” a los internos, las explicacio­nes y amenazas que se deben comunicar a los hijos menores de edad cuando indaguen por la suerte de sus padres, y cómo manejar el uso de premios y castigos dentro y fuera de sus alambradas.

Enfrentado a las revelacion­es sobre la construcci­ón de un estado policial en Xinjiang y a la derrota electoral en Hong Kong, el régimen no ha podido acudir al usual recurso de silenciar los hechos, al menos de cara al exterior, porque internamen­te mantiene una meticulosa censura. En su lugar, se ha dedicado a alegar presuntas “distorsion­es” en la presentaci­ón de los documentos, y amplificar las teorías conspirati­vas de intervenci­ón externa en Hong Kong. Además, ha pretendido justificar la brutal y extendida represión con el argumento de que es la forma más eficaz de combatir el “extremismo islámico”, como si no existieran modalidade­s más precisas, acotadas y respetuosa­s de los derechos humanos.

La realidad es otra: pese a sus avances materiales, el régimen chino, a partir del ascenso de Xi Jinping, se ha dedicado a concentrar más poder y ejercer un control más brutal. En algunos casos, por su abrumadora capacidad represiva, lo logra imponer sin límites; pero cuando las condicione­s son otras y la población puede expresarse, el rechazo es evidente. Estas son las lecciones

Su fracaso en Hong Kong y su masiva represión de musulmanes desnudan la turbia naturaleza del régimen Los hechos y revelacion­es tienen tanta contundenc­ia, que esta vez Pekín no ha podido ocultarlos

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