Centeno se salvó de goleadas
Se salvó. Se salvó a sí mismo y al Saprissa. Le evitó a la afición que ha vuelto a llamarlo ‘Rey’ ver desmoronada esa corona imaginaria, forjada con los éxitos de antyaño como jugador.
El Paté que llegó al banquillo morado, apenas diez meses atrás, no habría ganado la final de la Liga Concacaf. Peor aún, casi con seguridad habría salido goleado, como aquel que en Guápiles recibió cinco goles en una visita y cuatro más en la siguiente.
A Centeno no lo salvó nadie, muy a pesar de la mala definición del Motagua o algún yerro arbitral. Se salvó él, cuando aquel que invitaba “a aceptar el fútbol en el corazón” terminó por “aceptar el fútbol en el raciocinio”.
El Paté decidido a salir jugando a toda costa difícilmente habría vencido en la Liga Concacaf. El Paté que tenía los 500 pases por partido como objetivo, habría salido frustrado del Tiburcio Carías. El Paté que se jactaba de parar a sus defensas centrales casi en la media cancha, habría padecido la velocidad de los catrachos, empecinados en enviar balones largos a las espaldas de Aubrey David.
¿Exagero? Revise el video de la última visita al Santos.
En contraparte, el Saprissa de esta semana, sin el mínimo sonrojo por sumar solo 291 pases, sin titubeos para atrincherarse cuando el ideal de “me defiendo con la pelota” se agotó en un 55% de posesión, fue un justo campeón.
Hoy, el título conseguido aumenta los ahorros del Paté en la paciencia del saprissismo, hasta garantizar su continuidad así no logre el campeonato nacional.
De momento está jugando como se juegan estas instancias: sin concesiones, ni romanticismos, al mando de un cuadro de notables virtudes ofensivas y evidentes defectos, defensivos, y la oncena más desgastada entre las cuatro que disputan el título.
En todo caso, Wálter Centeno ya obtuvo el gran logro de su carrera (así vengan más títulos; de fijo vendrán): se salvó de las goleadas destinadas al testarudo idealista.