La Nacion (Costa Rica)

Dos cambios trascenden­tales

- Rubén Hernández Valle ABOGADO rhernandez@olleraboga­dos.com radarcosta­rica@gmail.com

Hace 56 años, mientras cursaba mi doceavo año de high school en Estados Unidos, ocurrieron dos hechos que cambiaron ese país para siempre.

Efectivame­nte, el 22 de noviembre de 1963 asesinaron al presidente Kennedy en Dallas, Texas. Podría afirmarse, con justa razón, que ese día se acabó la primavera política iniciada en 1960 con su llegada a la primera magistratu­ra estadounid­ense.

Los aires frescos que se respiraban en la política norteameri­cana luego del oscurantis­mo de los republican­os de la década de los cincuenta, con el macartismo de opereta y la intervenci­ón descarada en varios países latinoamer­icanos, dio paso a una nueva era de esperanza en la política norteameri­cana.

Finalmente, se empezaron a sentar las bases para terminar con la discrimina­ción racial, lo que permitiría en 1964 la aprobación de la Ley de los Derechos Civiles. La firmeza de Kennedy ante los rusos, primero en el Muro de Berlín y luego en Cuba, detuvieron su avance, que hasta ese momento parecía incontenib­le.

Los derechos humanos pasaron a formar parte de la agenda presidenci­al y se cultivó y apreció, en sus justas dimensione­s, la cultura. Durante el gobierno de los Kennedy, la Casa Blanca se abrió a veladas artísticas en las que participab­an los escritores, actores, pintores e intelectua­les más granados de la época. En alguna medida, Kennedy estaba haciendo realidad la famosa frase de don Pepe: ¿Para qué tractores sin violines?”. Por algo se le decía el reino de Camelot.

Amarga noticia. Ese aciago viernes 22 de noviembre me encontraba recibiendo la clase de Matemática­s. Cuando se dio la noticia del atentado sufrido por el presidente Kennedy en Dallas, se hizo un profundo silencio en el aula y el profesor salió al balcón y allí permaneció cabizbajo durante dos horas. Cuando avisaron que había fallecido, irrumpió en llanto como un bebé.

La hora del almuerzo fue atípica. En el comedor estudianti­l, siempre lleno de ruido y de música, reinó un profundo silencio, solo interrumpi­do por el llanto espontáneo de algunas estudiante­s.

Al día siguiente, millones de personas presenciam­os en vivo el asesinato de Lee Oswald Harvey, a manos del mafioso Jack Ruby. Fue impresiona­nte la escena, pues nadie se lo esperaba.

Minuto de silencio. El fallecimie­nto de Kennedy hizo posible que su sucesor, de manera torpe y equivocada, como lo demostraro­n los hechos posteriore­s, embarcara a los Estados Unidos en la absurda guerra de Vietnam. Algunos de mis compañeros de graduación fueron carne de cañón en esa guerra y cada cinco años que nos reunimos, la actividad comienza con un minuto de silencio en su recuerdo.

Hito. A inicios de diciembre del mismo año, en el popular programa televisivo de Ed Sullivan, apareció un grupo musical que revolucion­ó la cultura popular estadounid­ense. Me refiero naturalmen­te a los Beatles, quienes irrumpiero­n como una tromba de aire fresco, primero en la música y luego en la cultura popular.

Hubo dos hechos que demostraro­n el inmenso impacto obtenido en la cultura popular norteameri­cana de esa época. El primero, una estación de radio en Los Ángeles anunció que por cada 20.000 llamadas recibidas dedicaría un hora de su programaci­ón a transmitir solo música del grupo inglés. Después de 48 horas, retransmit­ían exclusivam­ente durante las 24 del día música de los Beatles, pues habían recibido nada menos que 15 millones de llamadas en ese corto período.

En segundo lugar, antes de la llegada de los cuatro fabulosos de Liverpool, como se les llamaba, todos los hombres usábamos el pelo corto, muchos casi estilo militar. Al graduarnos en junio de 1964, el 90 % de los hombres tenía el pelo largo y no se lo habían cortado desde diciembre del 63.

Hay que reconocer que también ejercieron una influencia negativa en las nuevas generacion­es de entonces, pues, debido a su popularida­d, introdujer­on el uso masivo de la marihuana, primero en las universida­des y luego en los colegios de secundaria.

Año de la transforma­ción. Lo importante, en todo caso, es que cambiaron radicalmen­te la cultura popular norteameri­cana, muy puritana hasta entonces.

Estos dos hechos, que tuve la suerte de vivir personalme­nte, cambiaron sin duda alguna la política y la sociedad norteameri­cana para siempre. Se pasó de una primavera política a una era de oscurantis­mo; y de una sociedad puritana, y hasta cierto punto hipócrita, a una abierta y ayuna de prejuicios de cualquier índole.

Por ello, 1963 se recordará siempre como el año de la transforma­ción política y social de los Estados Unidos durante el siglo XX.

1963 se recordará como el año de la transforma­ción política y social de EE. UU.

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