La Nacion (Costa Rica)

Comunicaci­ón obstaculiz­ada

- Armando González R. DIRECTOR DE LA NACIÓN agonzalez@nacion.com

Los relacionis­tas pú blicos y los periodis tas institucio­nales se han convertido en formidable­s barreras para el acceso a la informació­n de interés público. Protocolos y trámites, justificad­os por su puestas razones de orden y op timización de la comunicaci­ón terminan entorpecié­ndola, y no de manera inocente.

La burocratiz­ación de la rendición de cuentas sirve para demorarla, en ocasiones lo suficiente para hacer correc ciones o disimular faltas. En otras oportunida­des, sirve a funcionari­o de escondite frente a los cuestionam­ientos. Nunca es inocua, ni siquiera cuando lo aparenta. En ocasiones, la exigencia de una “petición for mal” y otras maromas solo tie ne por objeto preservar el rito En esos casos, la administra ción no teme la divulgació­n de la informació­n, pero aprovecha la oportunida­d de reafirmar los requisitos. Así los mantie ne incólumes para invocarlos más tarde, cuando resulten verdaderam­ente útiles contra la transparen­cia.

No hace mucho tuve la ex periencia con una de las insti tuciones menos transparen­tes del país, la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS), aficio nada a la opacidad ya se trate de pensiones o de cirugías car díacas en el Hospital de Niños para citar dos ejemplos de tris te memoria. El joven médico recienteme­nte encargado de programa de trasplante­s, sobre el cual La Nación ha venido in formando con sentido crítico visitó nuestra redacción para ser entrevista­do. Cuando lo conocí, le propuse otra entre vista, a lo cual accedió, pero le acompañaba una funciona ria que no tardó en exigir la “solicitud formal”. En el acto renuncié a la entrevista, sin ex presárselo al médico invitado.

A lo largo de una carrera ya larga, demasiado, según m legión de críticos, pocas veces he participad­o en el juego de los relacionis­tas públicos. Los periodista­s no debemos pedir permiso para preguntar a quie nes están obligados a rendir cuentas. El periodismo, como los salmones, se fortalece na dando contra corriente. Sus mayores aportes surgen de saltar la cerca, no de rogarle a otros abrir la tranquera. Nues tra función cobra su verdadero valor cuando informamos lo que otros quieren mantener oculto, y en esa labor poca uti lidad tienen los relacionis­tas públicos y periodista­s institu cionales si no comprenden, a su vez,el verdadero valor de su profesión: facilitar el flujo de la informació­n hacia los ciudada nos, fuente de sus salarios. As se los demanda la ley, a ellos y a quienes los contratan. Nunca debemos olvidarlo.

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