La nación contra la república
Es inevitable el encontronazo en el 2020 en Estados Unidos. La nación se trenza con percepciones subjetivas y estereotipos. La república, con leyes que responden a los cambios sociales.
La nación nos dibuja la idea platónica de “los americanos”: son blancos, rubios, independientes y bravos, presumiblemente con ojos claros, idealistas, nacionalistas, emprendedores, adoran al dios de los cristianos, heterosexuales y se comunican en inglés. Naturalmente, no todos son así, pero para eso existen los estereotipos. El himno refleja esa mitología. La bandera ondea “sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes”.
La república, al menos en nuestros días, alega que “los americanos” son de diversos colores y mezclas, creyentes o no creyentes en cualquier dios, y están sujetos por reglas o por convenciones sociales que no toman en cuenta la sexualidad o el género. Muchos han llegado huyendo de los desastres nacionales. Están unidos por la Constitución
y la ley, no por la supuesta “identidad nacional”. Se acogen al patriotismo constitucional. A mediados del siglo XXI, abundarán más los negros, hispanos y asiáticos que los “americanos blancos”.
Leyes versus estereotipos. Esta dicotomía volverá a presentarse en las elecciones del 2020 entre Donald Trump, quintaesencia de la nación, y quien resulte electo como candidato demócrata de la docena que aspiran a ser el inquilino de la Casa Blanca.
Los hay, viejos, jóvenes y maduros; cristianos, judíos, ateos (in pectore) y agnósticos; blancos, negros, mestizos e hispanos; gays condecorados por su reiterada presencia en las guerras, hombres y mujeres “averages” al sur de la cintura; radicales y conservadores; socialistas y socialdemócratas; billonarios, millonarios y clases medias; personas extremadamente instruidas y seres menos estudiosos.
El último que ha entrado en la batalla ha sido Mike Bloomberg, un judío neoyorquino, filántropo, de 77 años, y con tres periodos de experiencia como alcalde en la administración de Nueva York. Bloomberg es el noveno hombre más rico del planeta. Pero no heredó su fortuna, sino que la hizo a golpes de talento, suerte y tecnología. El antisemitismo de la nación, afortunadamente, le queda lejos. En el pasado, los electores, como parte de la identidad nacional, mayoritariamente blancos, fueron antisemitas, anticatólicos, antinegros, antihispanos, antifeministas, como se reflejaba en las correrías del Ku Klux Klan y en los sinsabores de las sufragistas.
La ronda regional de consultas comienza por Iowa. Es probable que gane Pete Buttigieg, alcalde de South Bend, Indiana. El extraño apellido proviene del padre, un profesor universitario procedente de la isla de Malta en el Mediterráneo. Es joven, enérgico, moderado, bien formado académicamente, graduado de Harvard y “Rhode Scholar”, blanco maltés, lo que significa una gran cantidad de mezclas. Sirvió distinguidamente un par de veces en las guerras del Medio Oriente y obtuvo por ello dos medallas meritorias.
Reto. Es abiertamente gay. Se casó en el 2018 con Chasten Glezman, un maestro que adoptó el apellido del político. Curiosamente, este rasgo de la personalidad de Pete acaso no le perjudique dentro de los demócratas que votan de acuerdo con los verdaderos valores republicanos. Si es legal, y si es el mejor candidato, ¿qué importa lo que sucede en la alcoba de dos adultos decididos a amarse que no eligieron su sexualidad, sino la asumieron?
Se trata de una variante del razonamiento que hizo presidente a Barack Obama. Curiosamente, en Estados Unidos los negros e hispanos son los grupos más cargados de prejuicios sexuales. ¿Qué importaba el color de la piel de Obama? Votar por Obama era demostrar que se podían orillar los prejuicios raciales. Votar por un gay es cancelar los prejuicios sobre el comportamiento íntimo de las personas.
Las leyes y los estereotipos estadounidenses se enfrentarán en las elecciones 2020
A fin de cuentas, no sería el primer presidente gay de Estados Unidos, pero sí el primero que admite su condición de homosexual. Al soltero James Buchanan, el décimo quinto jefe de gobierno del país, le tocó esa prioridad. Sus adversarios le llamaban “Nancy”. Carl Sandburg también lo insinuó de Abraham Lincoln, el décimo sexto, en su famosa biografía, aunque sin otra prueba que el hecho de que durante varios años compartiera el lecho con otro adulto llamado Joshua Fry Speed. Naturalmente, ganar en Iowa no significa que Pete Buttigieg será el candidato demócrata. Es solo el primer obstáculo.
Quién no le escribió alguna vez, una carta al Niño o quiso escri birla? En mi barrio antes de alfabetizar nos, nos olíamos que aquello era puro cuento. Recuerdo que un ventoso día de diciem bre me pareció extraño que si para entonces ya el Niño debía de haber hecho sus compras, hubiese tantas tien das de juguetes abiertas poco antes de Nochebuena. Conté las que había en Alajuela y el número me hizo olvidar la carta y darme por satisfecho con un carrito de madera y un pito plástico que me dura rían dos días.
Eso sí, con el tiempo me acostumbré a leer las cartas al Niño que, sin respuestas n resultados, escribían otros Sobre todo algunas de carác ter colectivo, como las que pedían la paz mundial, el rei no de la justicia, el perfeccio namiento de la democracia y, por qué no mencionarlo un campeonato para el Club Sport Cartaginés. La claridad de los números y los hechos me movía a pensar que e Niño las trituraba a medida que se las entregaba el carte ro.
Pero los datos proporcio nados por respetables fuen tes nos obligan a creer que el destinatario hizo un bodo que con esa especie de carta al Niño a la inversa del año 2015, conocida como Acuer do de París sobre el Cambio Climático. Pronto festejare mos el cuarto aniversario de aquel histórico intercambio de abrazos y congratulacio nes entre los miles de líderes mundiales que decían haber participado en la redacción de la carta más llena de me tas y de promesas que se ha bía escrito hasta entonces Ahora caemos en la cuenta siempre haciendo números de dónde está la trampa: des de el principio, las solemnes promesas eran insuficientes para satisfacer las metas. Y encima de ello, ya es evidente que las intenciones políticas de cumplirlas venían más va cías que un cartucho de palo mitas de maíz.
Para muestra, basta con unas manchas de tinta: The Production Gap Report, de Instituto del Ambiente de Estocolmo, nos revela que a juzgar por los planes de un grupo de países encabezado por Australia, Canadá, EE UU. y Rusia, de aumentar la producción de combustibles fósiles, ya en el año 2030 se es tará emitiendo una cantidad de gases de efecto invernade ro (principalmente CO2) que ascenderá a más del doble de la que debería estarse produ ciendo para cumplir con la meta global establecida en la carta al Niño enviada en di ciembre del 2015.