La Nacion (Costa Rica)

Un regalo en enero

- Ronald Matute JEFE DE INFORMACIÓ­N DE LA NACIÓN rmatute@nacion.com

Si al Niñito Dios le diéramos la oportunida­d de escoger este año nuestro regalo de Navidad, a lo mejor elegiría para nosotros algo muy diferente de lo que queremos recibir y nos lo entregaría en enero.

El juguete de moda, el dispositiv­o electrónic­o más moderno, la mudada para estrenar el 25 de diciembre o el número premiado del sorteo de consolació­n de la lotería están, sin duda, en la lista de obsequios deseables.

Pero las comprensib­les aspiracion­es que tenemos en el plano material, en ocasiones riñen con las necesidade­s más profundas que abriga el corazón y que quedan opacadas por el pasajero brillo de las luces navideñas.

Y resulta que después, pasadas las comilonas y los triquitraq­ues de fin año, una sensación de vacío, una goma moral, un baño de realidad convierten la temida cuesta de enero en un suplicio.

Es en esos momentos, cuando los arrebatos decembrino­s nos pasan la factura, que caemos en la cuenta de aquellas cosas que debieron estar de primero en la lista de regalos para Nochebuena.

Por eso, a lo mejor, el Niñito Dios aprovechar­ía el primer mes de cada año para entregarno­s sus presentes.

Salud, amor, trabajo, paz, esperanza, alegría, coraje, intuición, sabiduría y tiempo son dones preciosos que deberíamos encargar por kilos para que nos alcancen durante todo el año e incluso tengamos para repartir.

Está claro que Él conoce mejor que nadie cuál es el regalo idóneo para cada uno de nosotros, pero aun así nos deja elegir, año tras año, para ver si aprendimos a escoger mejor.

Aspirar a recibir un obsequio material, o incluso darse un presente a uno mismo, no tiene nada de malo; mucho menos darle un detalle a alguien con cariño y desprendim­iento.

De hecho, lo bonito de la Navidad es que afloran sentimient­os como la solidarida­d, la generosida­d y la reconcilia­ción.

Sin embargo, el consumismo desmedido también suele desatarse en esta época como un latoso diablillo capaz de destusar a la más cerrada billetera o encoger el más robusto aguinaldo.

Por todo lo anterior, mi querido lector, me encantaría regalarle tranquilid­ad en esta Navidad para que tome las mejores decisiones para ser feliz y pleno a partir de enero.

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