La Nacion (Costa Rica)

Tareas pendientes y lecciones aprendidas

- Carlos Tiffer ABOGADO carlos@doctortiff­er.com

El 2019 no ha sido un buen año para Costa Rica ni en lo social ni en lo económico ni en lo político. Tampoco en seguridad ciudadana.

En lo social, nos ubicamos entre los 10 países más desiguales del mundo, con una pobreza aproximada al 20 %, que golpea, principalm­ente, a mujeres, jóvenes y niños; en lo económico, algunos datos señalan que cerca de un millón de personas trabajan en la informalid­ad; medio millón laboran por menos del salario mínimo; y en un año se perdieron, cuando menos, 40.000 empleos en el comercio.

En lo político, también ha sido un mal año. La proporción de personas descontent­as con la democracia aumentó, lo mismo que la desconfian­za en el sistema democrátic­o. La mala gestión económica y financiera, el alto costo de vida, la corrupción y la desigualda­d han hecho estragos en la región latinoamer­icana y Costa Rica no escapa a ese fenómeno.

Pero de todos estos temas, el de la seguridad de los ciudadanos resulta crucial. El crimen, especialme­nte el delito violento, afecta todo el tejido social de un país y deteriora la calidad de vida de los ciudadanos. ¿Quién quiere vivir o invertir en una nación insegura? Una delincuenc­ia desenfrena­da es tan peligrosa como una crisis económica.

Sobre esto último, tampoco las cifras y los datos son ni siquiera alentadore­s para Costa Rica. La tasa de homicidios es la que mejor refleja el nivel de violencia nacional. Según el Organismo de Investigac­ión Judicial (OIJ), cada 16 horas, aproximada­mente, se comete un homicidio. Asimismo, desde el 2009, y este año no ha sido la excepción, se cometen anualmente unos 500 homicidios dolosos; dicho de otro modo: 12 por cada 100.000 habitantes, lo que, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud, ya se considera una epidemia.

Formas de violencia. Lamentable­mente, este año se perdió la oportunida­d de prohibir en forma definitiva la posesión de armas de fuego en manos de ciudadanos. Fue una excelente ocasión para iniciar una nueva estrategia, pues más del 70 % de los homicidios se ejecutan con armas de fuego.

La cantidad de homicidios evidencia la expansión del narcotráfi­co, por un lado; las batallas entre grupos criminales por la distribuci­ón y comerciali­zación de las drogas, por otro; y la ineficacia de las autoridade­s para detener un fenómeno criminal con una respuesta eminenteme­nte policial.

No solo las muertes violentas dolosas son preocupant­es, sino también las ocurridas en las carreteras nacionales o muertes culposas, que son otra forma de violencia y con un alto costo económico y social.

Desde el 2015, cerca de 400 personas fallecen cada año en el sitio del accidente vial. Las probabilid­ades de ser víctima de un homicidio doloso son casi iguales a morir en una carretera en Costa Rica. Aunado a la tasa de homicidios, los robos, y dentro de estos los cometidos en nuestras casas, resultan altamente alarmantes. Según el OIJ, suceden 20 robos en viviendas, en promedio, cada día.

Los feminicidi­os presentaro­n este año un comportami­ento particular. Del 2015 al 2018 se cometieron cerca de 26 anuales en nuestro país, mientras que este año, según la Fiscalía Adjunta de Género del Ministerio Público, al 2 de diciembre, se contabiliz­aban 13 víctimas de este grave delito, es decir, hubo una reducción del 50 %.

Se debe explorar empíricame­nte las causas de esta disminució­n. Podría estar relacionad­a con la resolución de los casos y el castigo a los victimario­s. Dicho de otro modo: los autores de este delito, en primer lugar, han sido descubiert­os y luego han sido sancionado­s.

La importanci­a de este dato es que podría ser de utilidad especialme­nte para la prevención de los homicidios dolosos, que los autores sepan que van a ser descubiert­os y castigados, que no haya impunidad para los homicidas, pero, sobre todo, que sean juzgados y castigados en un tiempo razonable.

Acelerar juicios. La impunidad también genera nuevos delitos, por lo cual el juzgamient­o tiene que ser eficaz y en un plazo breve.

No como sucede actualment­e, por la existencia de un proceso penal complejo y burocrátic­o. Son años de espera solo para la celebració­n de los juicios o debates, las agendas de los tribunales de juicio están saturadas y no es infrecuent­e que se señale un juicio con uno o dos años de anticipaci­ón y, lo peor, que luego se suspenda en el último momento.

Luego, viene la etapa recursiva, que incluye un recurso de casación inútil e ineficaz, que debería eliminarse en aras de cumplir con los principios constituci­onales de acceso a la justicia, y justicia pronta y cumplida.

Falla en educación. Otra materia crucial en la que tampoco fue un buen año para Costa Rica es la educación. Recienteme­nte, se dieron a conocer los resultados de las prestigios­as pruebas PISA, efectuadas en el 2018 a 7.221 estudiante­s de 205 centros educativos y comparadas con 79 países.

Los puntajes evidenciar­on que no ha habido avances desde el 2012 en las categorías evaluadas: lectura, matemática­s y ciencias. Por el contrario, hubo un retroceso y el rendimient­o de los alumnos coloca al país por debajo del promedio de la OCDE, organizaci­ón a la cual se desea pertenecer en un futuro próximo.

La educación es una de las temáticas transversa­les y siempre actuales; punta de lanza del exitoso modelo de desarrollo costarrice­nse. Si queremos mejorar el nivel social, económico y político, y, desde luego, la seguridad ciudadana, debemos priorizar la educación.

La mejor estrategia de prevención de la violencia, la exclusión y el delito es un buen programa educativo y, principalm­ente, la lucha contra el abandono en primaria y secundaria.

No basta solo con aportar recursos económicos, resulta más relevante la evaluación y capacitaci­ón de los docentes, pero, principalm­ente, la vocación para enseñar, ahí, probableme­nte, radique el éxito o el fracaso de muchos niños y jóvenes.

Ante un mal año como fue el 2019, probableme­nte lo que se impone es el optimismo para este 2020 y ver lo pasado como lecciones aprendidas.

Sin embargo, el optimismo y las promesas no son suficiente­s, se necesitan estrategia­s inteligent­es y, particular­mente, trabajo en metas realizable­s y claras; de lo contrario, la desconfian­za y el malestar de los ciudadanos aumentará y se hará sentir.

Al volver la vista atrás, ¿cuándo veremos la senda que nunca se ha de volver a pisar?

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JORGE CASTILLO / FOTO CON FINES ILUSTRATIV­OS
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