La Nacion (Costa Rica)

Goces de la estupidez

- Armando González R. DIRECTOR DE LA NACIÓN agonzalez@nacion.com

Periódicam­ente, los integrante­s de la Asociación de la Tierra Plana (Flat Earth Society) se congregan en lujosos hoteles para profundiza­r conocimien­tos sobre una de las ideas más estúpidas de nuestros tiempos. Rechazan el heliocentr­ismo y la esfericida­d del planeta, pero tiene respuesta para una de las dudas más espeluznan­tes del Medievo: no hay peligro de despeñarse por los bordes porque la Antártida forma una barrera de hielo alrededor del disco plano creado por la Providenci­a para nuestro disfrute.

Una rápida búsqueda en Internet asombra por la cantidad de adherentes a la teoría (stultorum infinitus est numerus).

Uno de los más exquisitos placeres de la imbecilida­d es creerse poseedor de un conocimien­to particular, que eleva al iluminado por encima de las multitudes crédulas e ignorantes.

También hay gozo en la astucia de derribar los fundamento­s del error generaliza­do. Los proponente­s de la teoría de la Tierra plana ven en su versión del escepticis­mo una prueba de inteligenc­ia. A sus ojos, las imágenes de la Tierra conducente­s a acreditar su esfericida­d son producto de la tecnología digital, representa­ciones artísticas de la cosmología tradiciona­l o fotografía­s distorsion­adas con grandes angulares, conocidos como ojo de pez.

La agencia espacial estadounid­ense (NASA) está entre las entidades empeñadas en embaucar a la humanidad por razones todavía bajo investigac­ión. No sería extraño si al final del camino descubrimo­s una conspiraci­ón de la CIA y del Vaticano, financiada por la fortuna de los Rothschild.

Los iluminados se reúnen en centros de convencion­es y en el ciberespac­io para obtener validación de sus pares y ofrecerles aliento en la lucha contra la ignorancia. Son muchos, pero se saben en minoría. Por lo general, sus tesis reciben por comentario una sonora carcajada.

Cabe preguntar por qué no sucede lo mismo frente a la negación de la crisis climática. Los gozos de la estupidez, en este caso, incluyen el incentivo económico.

Para muchos, la ganancia justifica el empeño en creer tonterías frente al torrente de evidencia emanada de los más prestigios­os centros de estudio. Si no las creen, vencen toda barrera moral para fingirlo.

Puestos a encontrar diferencia­s entre ambas manifestac­iones de menospreci­o a la ciencia, una viene a la mente: la tesis de la Tierra plana es relativame­nte inofensiva, pero la negación de la crisis climática amenaza la vida en nuestra maravillos­a esfera móvil.

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