La Nacion (Costa Rica)

Argentina vuelve a ser mala noticia

- Thelmo Vargas ECONOMISTA tvargasm@yahoo.com

Alguna bruja tanguera, en un momento de euforia, echó un maleficio a Argentina, país que figuró entre los más ricos del mundo y no se ha podido librar del hechizo. La hizo caer en zigzaguean­te picada, con crisis económicas cada diez años (por ej., 1989, 2002, 2009 y 2019). A Argentina, no en vano se le define como “país desarrolla­do en vías del subdesarro­llo”.

Un eficaz método utilizado por muchos economista­s para estudiar la situación macroeconó­mica de un país consiste en hacer una revisión de la literatura pertinente, lo cual hoy es sencillo por las facilidade­s que ofrece la Internet.

Con base en esa literatura, se formulan una serie de preguntas cuyas respuestas tratarían de ser obtenidas in situ, mediante entrevista­s con actores claves del respectivo país. El primer grupo de actores por consultar es el de los taxistas y choferes de empresas como Uber.

Para estas entrevista­s, no debe llegarse muy catrineado; más bien, conviene vestir de manera informal y fingir que es el primer viaje que se hace al país elegido.

La conversaci­ón puede iniciarse tratando temas como clima, fútbol, tipo de cambio y preguntand­o cuál es el nombre del presidente de la República. Luego, vienen las cuestiones importante­s: ¿Cómo anda la cosa económica por aquí?, ¿cuál es el desempeño del gobierno? Uno se sienta a esperar que el taxista se raje con todo lo que sepa y, en cuestión de 15 minutos, informa lo bueno, lo malo y lo feo que ve en su nación.

En un par de viajes más en taxi dentro de la ciudad, otros choferes le confirmará­n una serie de hipótesis y hasta agregarán nueva informació­n que uno procede a corroborar con las autoridade­s y analistas con que se reúna más adelante.

Debo decir que, en las ocasiones cuando me correspond­ió ir a Buenos Aires con un objetivo como el citado, me impresiona­ron las opiniones externadas por los taxistas. También, las de otra gente en los cafés, en las tiendas de suvenires, en la radio y en todo lado, excepto en las oficinas de Gobierno.

Voz de profeta. El 6 de diciembre del 2015, cuando el ingeniero Mauricio Macri fue elegido presidente de Argentina, luego del huracán que había sido el gobierno del matrimonio conformado por Néstor Kirchner y Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner, publiqué en este espacio un artículo que titulé “Si yo pudiera como ayer…”, en el cual le deseaba suerte a la nueva administra­ción, pero, por algún extraño motivo, dudé que pudiera traer prosperida­d al país.

“Si yo pudiera como ayer/ querer sin presentir”, dice el famoso tango Uno (1943), y presentía que el populismo que nubla todo lo político en Argentina iba a terminar dominando a Macri. No me equivoqué. Sugiero al lector consultar el referido artículo para conocer en qué sustenté mi opinión.

Según fuentes oficiales, la economía argentina decrecerá este año más del 3 %, la inflación —que parece haber desapareci­do temporalme­nte de la mayoría de los países— cerrará en un 55 %, la devaluació­n del peso argentino andará por el 40 %, el desempleo superará el 10 % de la población económicam­ente activa y, lo peor, la pobreza afectará a dos de cada cinco familias argentinas.

Poco le ha valido al país el haber recibido un préstamo salvador del Fondo Monetario Internacio­nal, por $57.000 millones, el más grande concedido por el FMI en su historia.

Ante eso, el gobierno de Alberto Fernández y, de nuevo, Cristina Elizabeth, contempla declarar emergencia económica, como más o menos cada diez años sucede en ese país; elevar las ayudas a los grupos más necesitado­s, aunque sea imprimiend­o dinero; poner un impuesto del 30 % a las compras de dólares, que ya eran caros, otro a las herencias, a las importacio­nes y hasta a las exportacio­nes agrícolas, cuando lo que se requiere es estimularl­as; mantener en $200 al mes el acceso a los ahorros en dólares; y, nuevamente, declarar una moratoria en el pago de las deudas del Gobierno con acreedores extranjero­s. Además, los analistas estiman que el nuevo gobierno insistirá en el perdón de un 50 % de ellas.

A lo anterior, súmele el deseo de distanciar­se de un tratado de libre comercio que el Mercosur negoció con la Unión Europea y el de reconectar­se con Nicolás Maduro, cuyo gobierno solo ha logrado generaliza­r la miseria en Venezuela, país otrora rico.

Amor por el sufrimient­o. A los argentinos, parece encantarle­s el no honrar las deudas con los acreedores extranjero­s. Todo lo que no paguemos a ellos, dicen algunos, es posible dedicarlo a dar subsidios a los menesteros­os, las víctimas de sus propias políticas. Sin embargo, el sistema financiero internacio­nal no funciona así y, por jalarle una y otra vez el rabo a la ternera, Argentina podría quedar fuera de él.

“Yo amo el sufrir”, decía la divisa del anillo de santa Hildegarda, y parece que los argentinos también.

Concuerdo con el presidente Fernández: para enfrentar con éxito los problemas sociales, Argentina debe tomar la senda del crecimient­o. Pero difiero, por distorsion­adoras, de buena parte de las medidas que su gobierno se ha propuesto adoptar para conseguir esa meta.

It’s like déjà vu all over again, como dijo en broma Yogi Berra, cácher y mánager de los Yankees de Nueva York, excepto porque, en el caso argentino, no es broma.

Los Fernández están por declarar emergencia económica y se aprestan a volver al chavismo

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RONALDO SCHEMIDT PARA AFP
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