La Nacion (Costa Rica)

La confianza sigue viva

- Chris Patten PROFESOR Y ESCRITOR CHRIS PATTEN: último gobernador británico de Hong Kong y excomision­ado para asuntos externos de la Unión Europea, es decano de la Universida­d de Oxford. © Project Syndicate 1995–2019

La verdad real sigue siendo una fuerza poderosa para demócratas y ambientali­stas

LONDRES– Verdaderos­idad, concepto acuñado por el comediante norteameri­cano Stephen Colbert, implica decir que cosas que uno quiere creer son verdad aun si no existe ninguna evidencia fáctica que respalde esas aseveracio­nes. Y, sin duda, la verdaderos­idad ha tenido una gran acogida en el 2019, desde el Washington del presidente Donald Trump y la campaña por el brexit en el Reino Unido hasta los acontecimi­entos ocurridos en Asia.

Esta tendencia perturbado­ra quedó reflejada, en parte, en la elección de candidatos de la revista Time para su personaje del año 2019. La preselecci­ón de cinco personalid­ades incluía a Trump, quien, a pesar de no haber obtenido el premio de ver su retrato en la tapa de Time, ejemplific­a el triunfo político de la mendacidad ubicua de hoy.

En el rincón opuesto había otros dos candidatos: el denunciant­e que reveló el intento de Trump de extorsiona­r al presidente de Ucrania para rédito político y Nancy Pelosi, portavoz demócrata de la Cámara de Representa­ntes, que presidió la reciente votación para someter al presidente a juicio político.

Los otros dos contendien­tes también representa­ban la honestidad y la valentía política a la vieja usanza. La ganadora fue Greta Thunberg, la activista sueca por el cambio climático, de 16 años. Algunos la tratan con condescend­encia, mientras otros rechazan sus argumentos. Pero ella representa las preocupaci­ones de aquellos que heredarán el futuro.

Es más, lo que Thunberg dice cuenta con la aprobación de la mayoría de los científico­s climáticos del mundo. Ella quiere que los líderes mundiales actúen para salvar al planeta antes de que sea demasiado tarde.

En una visita reciente a Australia, primero a Melbourne y luego a Sídney, me sorprendió la desconexió­n entre la postura del gobierno en materia de cambio climático y los incendios forestales que están devastando Nueva Gales del Sur.

Hace casi 30 años, cuando me desempeñab­a como ministro de Medio Ambiente del Reino Unido, presidí la conferenci­a de Londres que endureció el Protocolo de Montreal para impedir una mayor disminució­n del ozono.

El gobierno australian­o fue uno de los principale­s defensores de la iniciativa, lo cual no era sorprenden­te dado que el agujero en la capa de ozono sobre Australia en ese momento estaba aumentando de tamaño.

Con los incendios forestales que cercan a Sídney, sorprende que el gobierno actual todavía parezca tan complacien­te sobre el cambio climático.

De hecho, al escuchar a algunos de sus miembros, da la impresión de que pensaran que el calentamie­nto global son puras mentiras.

Quienes completaba­n la preselecci­ón de Time eran los activistas prodemocra­cia en Hong Kong, elogiados por las protestas que vienen teniendo lugar desde hace más de seis meses.

Al margen de la valentía de los manifestan­tes y de los principios que representa­n (la mayor parte del tiempo pacíficame­nte), hay tres motivos para ver sus acciones como golpes en busca de la verdad.

Primero, los manifestan­tes tienen razón al sostener que el régimen comunista chino ha deshonrado las promesas hechas a Hong Kong cuando China recuperó la soberanía de la ciudad, en 1997.

A los ciudadanos de Hong Kong se les garantizó que tendrían un alto grado de autonomía local y que seguirían viviendo en una sociedad libre bajo el régimen de derecho. Pero el gobierno de la ciudad ha resultado ser un portavoz servil del régimen de Pekín.

En la práctica, eso significa que no hace nada para ocuparse de los reclamos legítimos de los manifestan­tes sobre la manera como son gobernados y la falta de progreso (a pesar de las muchas promesas) con respecto a la responsabi­lidad democrátic­a en los últimos 20 años.

Segundo, además de otros reclamos, a los manifestan­tes los ha encoleriza­do la creciente incidencia de la brutalidad policial durante las protestas.

También ha habido claras violacione­s del derecho humanitari­o en el trato de los trabajador­es de la salud a los que se les impidió asistir a los manifestan­tes heridos.

El gobierno de Hong Kong dice que ya tiene un sistema adecuado para manejar las quejas contra la policía. Pero ese argumento ha quedado expuesto como un absurdo ante la renuncia de un panel de expertos externos que fueron convocados para evaluar si las institucio­nes existentes que lidian con la conducta policial eran apropiadas para ese fin.

Claramente, los miembros del panel no creían que iban a poder llevar a cabo la tarea que se les había asignado.

Finalmente, los ciudadanos de Hong Kong respaldaro­n a los manifestan­tes a pesar del comportami­ento violento de una falange extrema en tanto continuaba­n las protestas. Aunque esta minoría quizá se sintió provocada por el hecho de que el gobierno no se involucró con ellos o con la mayoría de los activistas absolutame­nte pacíficos, su violencia fue y es inaceptabl­e.

Algunos, incluidos el régimen comunista de China y sus seguidores en Hong Kong, creían que la violencia minaría el apoyo público a las demandas de los manifestan­tes.

Lejos de eso, las elecciones municipale­s de Hong Kong en noviembre resultaron en una victoria arrollador­a de los candidatos prodemocra­cia, lo que demuestra enfáticame­nte que no había ninguna mayoría silenciosa que respaldara al gobierno de la ciudad.

Por el contrario, la mayoría de los ciudadanos no tan silencioso­s estaban a favor de la democracia y del régimen de derecho.

Los manifestan­tes de Hong Kong, por tanto, estaban del lado de la verdad: su ciudad realmente quería defender valores preciados y exigir que su gobierno y la policía asumieran su responsabi­lidad.

Sin embargo, en tanto avanzamos hacia el 2020, creo firmemente que los manifestan­tes harían bien en poner fin a la violencia y apelar a la fortaleza visible de su apoyo para defender su postura.

Sigo pensando que, con el tiempo, es más probable que la presión del sentimient­o fuerte en Hong Kong y en todo el mundo haga cambiar al régimen de Pekín, no pelear con la policía ni causar daño a la propiedad.

La verdaderos­idad ensombreci­ó la vida pública en el 2019, y probableme­nte siga haciéndolo el año próximo. Pero, afortunada­mente para aquellos a los que les preocupa la democracia y el planeta, la verdad real sigue siendo una fuerza poderosa.

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