La Nacion (Costa Rica)

Un trato mejor para la naturaleza

- Linda Krueger POLITÓLOGA LINDA KRUEGER: asesora de políticas sénior de The Nature Conservanc­y. © Project Syndicate 1995–2020

NUEVA YORK– En octubre, representa­ntes de los 196 países miembros del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) de las Naciones Unidas se reunirán en Kunming, China, para afinar los detalles de un nuevo Marco Global por la Biodiversi­dad.

Como el Acuerdo de París del 2015, este nuevo pacto marcaría un punto de inflexión en el modo como nos relacionam­os con la naturaleza.

Pero quienes fomentan la protección de la biodiversi­dad deben aprender una lección de los activistas por el clima. La acción climática global cobró impulso solo después de que quedara claro que el problema iba mucho más allá del medio ambiente y que requeriría una transforma­ción del transporte, la energía, la agricultur­a, la infraestru­ctura y muchos sectores de la industria.

De manera similar, la veloz pérdida de biodiversi­dad de la que hoy somos testigos va mucho más allá de la naturaleza. El colapso de ecosistema­s amenazará el bienestar y el sustento de cada uno de los habitantes del planeta. En consecuenc­ia, el CDB debe avanzar superando las nociones tradiciona­les de “conservaci­ón” para involucrar a todos los sectores pertinente­s de la economía y la sociedad civil.

Desde su creación, tras la Cumbre por la Tierra en Río en 1992, el CDB ha tenido en gran parte éxito en fomentar que los países creen nuevas áreas protegidas, de manera que hoy cerca de un 15 % del área terrestre global se encuentra bajo algún tipo de designació­n protegida (aunque en el caso de las áreas marinas es mucho menor). Sin embargo, a pesar de su relativo éxito, la pérdida de biodiversi­dad ha continuado, lo cual sugiere que la creación de refugios naturales es necesaria, pero no suficiente. Para ralentizar y detener el rápido declive de especies y hábitats, debemos abordar el modo en que las sociedades humanas manejan los paisajes terrestres y marinos y los recursos que extraen de ellos.

Tal como están las cosas, la totalidad de nuestros incentivos económicos apunta a fomentar actividade­s que generan pérdida de la biodiversi­dad. La agricultur­a, la infraestru­ctura y las áreas urbanas se están expandiend­o rápidament­e, al igual que industrias extractiva­s como la forestal, minera y pesquera. Además de afectar paisajes directamen­te, estas prácticas perturban hábitats naturales y degradan áreas mucho más extensas al crear puntos para caza ilegal, tala de bosques y otras actividade­s. Los contaminan­tes, vertidos y el uso de agua con fines agrícolas

Quienes fomentan la protección de la biodiversi­dad deben aprender de los activistas por el clima

e industrial­es causan todavía más daños.

Apenas un 5 % de la superficie terrestre del planeta se mantiene inalterada por las actividade­s humanas, y es probable que esa proporción se siga reduciendo, a menos que instituyam­os cambios pronto. Un estudio del 2015 llevado a cabo por científico­s de The Nature Conservanc­y llegó a la conclusión de que, de mantenerse las tendencias actuales, la construcci­ón de carreteras y la infraestru­ctura energética (incluidas las renovables), en conjunto con la minería y la agricultur­a, se duplicará la conversión de las áreas silvestres intactas restantes en Sudamérica y se triplicará­n las tierras convertida­s en África para el 2050.

La responsabi­lidad de proteger el mundo natural ha caído tradiciona­lmente sobre los ministerio­s del medioambie­nte, los administra­dores de parques y los conservaci­onistas, todos los cuales estarán en la mesa de negociacio­nes este año. Pero, para ser verdaderam­ente transforma­tivo, el Marco Global por la Biodiversi­dad también debe involucrar a autoridade­s de los sectores financiero, de la planificac­ión, del transporte, energético y agrícola, especialme­nte aquellos con el prestigio y el poder de promover cambios en economías enteras.

Por ejemplo, los ministros de agricultur­a son esenciales para mantener hábitats naturales y proteger corredores de biodiversi­dad para polinizado­res y demás vida silvestre. Para ralentizar la conversión de hábitats, los Gobiernos pueden condiciona­r los subsidios agrícolas a considerac­iones ambientale­s y exigir a las empresas agrícolas extranjera­s que demuestren que las importacio­nes se producen sin afectar negativame­nte hábitats naturales.

De manera similar, la generación de energía, el transporte y la infraestru­ctura son todos grandes factores causantes de la pérdida de biodiversi­dad, lo que exige medidas de planificac­ión más sólidas e iniciativa­s de mitigación por parte de una variedad de ministerio­s, no solo aquellos a cargo de la conservaci­ón. Ya sea por normativas o incentivos, los Gobiernos deben hacer más para minimizar el impacto de estas actividade­s sobre la naturaleza. Y cuando sea imposible evitar estos efectos, se debería exigir que los proyectos compensen la pérdida de biodiversi­dad invirtiend­o en reforestac­ión o recuperaci­ón de tierras deforestad­as. Para tal fin, el nuevo marco deberá establecer pautas acerca de cómo sectores específico­s pueden mejorar con el tiempo.

Para asegurar una rendición de cuentas y transparen­cia reales, es necesaria una agenda clara. Pero ¿de qué, específica­mente, deberían ser responsabl­es los países? The Nature Conservanc­y ha propuesto un indicador basado en la “ganancia neta para la naturaleza”, que permitiría a las partes mostrar las mejoras logradas año tras año en el estado de los hábitats naturales y de la biodiversi­dad dentro de paisajes de producción como los terrenos agrícolas.

Está claro que este tipo de indicador es más difícil de medir que referencia­s estándar como la superficie protegida. Pero con las nuevas tecnología­s espaciales de bajo costo, como los sistemas de posicionam­iento global (GPS), los sistemas de informació­n geográfica (GIS) y la detección remota, los datos necesarios para medir el grado de avance están a nuestro alcance. Idealmente, tendríamos que evaluar las condicione­s de cada hábitat a una escala global, haciéndono­s una idea detallada de todos los ecosistema­s. Y con estos datos podríamos monitorear los avances por país, ecorregión o bioma.

Salvar la naturaleza no es tarea solo del Gobierno, sino que debe ser un esfuerzo de toda la sociedad. Incluso si dispusiera­n de leyes y órganos de supervisió­n óptimos, probableme­nte los Estados no podrían eliminar todos los factores principale­s de la pérdida de biodiversi­dad. Será esencial el apoyo de las empresas, los gobiernos locales, las comunidade­s indígenas, los grupos de la sociedad civil y las organizaci­ones religiosas. Un enfoque por sectores que apoyara las “ganancias netas para la naturaleza” podría ser una plataforma mediante la cual todos los actores manifestar­an compromiso­s voluntario­s que apunten al logro de nuestros objetivos mayores.

La comunidad internacio­nal tiene menos de un año para negociar un marco de trabajo capaz de transforma­r nuestra relación con la naturaleza. Si los Gobiernos desean que la reunión del CDB en Kunming sea un punto de inflexión, tendrán que compromete­rse a la exigente tarea de actualizar los modos como manejamos nuestros recursos terrestres y marinos en todas las etapas de extracción, producción y consumo. Eso solo puede ocurrir si los negociador­es reconocen que el Marco por la Diversidad Global no es solo un asunto para los ambientali­stas.

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FOTO RAFAEL PACHECO / CON FINES ILUSTRATIV­OS
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