Los gritos de la afición liguista
Ansiosos, en vaivenes entre la ilusión y el desencanto, muchos aficionados liguistas ya eligieron culpables. Los confiesan a viva voz, madrazos incluidos, como comprobaría cualquiera en la gradería oeste del Morera Soto. Ahí estuve el domingo, testigo del quinto duelo entre la Liga y Herediano en el último mes y medio.
Aunque hay culpables en la acera de enfrente, sobre todo Esteban Alvarado, entre paradones y balones en el poste, el juicio de los alajuelenses pronto señala a los propios. A falta de Adonis Pineda, quien no estaba en plenitud de condiciones para enfrentar a Herediano, Ariel Lassiter encabeza la lista de recriminados.
Si bien la grada no dirige —para eso está Carevic—, el muchacho necesita un respiro en un equipo con relevos como Bernald Alfaro, Barlon Sequeira y Anthony López, capaces, en el menor de los casos, de compartir la carga.
Lassiter ya agacha la cabeza, quizás abrumado por los cuestionamientos ajenos o las propias recriminaciones, el remate desviado, el balón perdido, el pase al contrario. Está perdiendo la batalla en ese camino anímico que muchas veces marca la carrera de un futbolista prometedor. Alajuelense debe salvarlo.
Aunque su rescate, como el de Pineda, pasa por el trabajo de evidentes deficiencias técnicas o tácticas, la luz roja está encendida en lo emocional.
Marco Ureña tampoco escapa a los juicios, como deja claro el aficionado que grita a viva voz el supuesto salario del delantero tras cada opción perdida. Ureña —debo decir a su favor— corre, busca, baja, no se achica, si bien la conducción de la pelota y la definición no siempre están a la altura del esfuerzo.
A Ureña se le ve coraje, algo que cuesta detectar en Alex López. Por momentos, uno no sabe si es cansancio, desánimo o las dos cosas las que opacan su privilegiada técnica.
Alajuelense no juega mal, pero lo que se perdona en las buenas, se vuelve evidencia en las malas, mientras la afición busca culpables por la propia ansiedad.