Gatos y ratones en el Rosabal
Fuerza Herediana ha venido jugando con fuego. Tanto éxito deportivo debería estar refrendado por un aire de transparencia, en el que los heredianos –sobre todo- puedan disfrutar de sus jugadores y dirigentes.
Hay cosas imprecisas, poco claras. Empezando por el destierro al que se sometió Patey, no sé si voluntariamente. Dijo, al calor de una investigación de la policía, que su amigo Scott Brannon era socio de Fuerza Herediana y que tenía un negocio de apuestas con servidores en Asia. Dos días después se anunció su salida.
La denuncia de la Fiscalía de que sus propios funcionarios atentaron contra la investigación, fue festejada por los florenses como un campeonato más. ¿Festejar qué? ¿Las dudas que se alargan? ¿El sinsabor de no sentirse eximido por un juez tras valorar las pruebas?
La negación del Herediano hacia Brannon atiza la hoguera. Si tiene apuestas no puede ser socio ni dirigente. La FIFA lo prohíbe. Pero Patey dijo que las tenía y le puso la etiqueta de codueño de Fuerza Herediana. Negarlo, pero al mismo tiempo subirlo a la tarima para que le pongan medalla, no tiene sentido.
El equipo que lo exhibe como un gran amigo a la hora de los homenajes, igual hipoteca la credibilidad de ambos con el tema de los pagos a sus jugadores. Pocos creen que los números aportados por la Caja correspondan a la realidad de los salarios en el Team. El convenio Herediano-griego añade dudas. De repente, el asistente técnico de un equipo está jugando contra otro del que es tesorero y uno de los apoderados.
Cuando el presidente de Fuerza Herediana lo explica como un favor de amigos, se descubre que el mensajero de los florenses también ahora es griego, que comparte dirigencia con el mismo Jafet y con el presidente herediano en otras sociedades.
Lo que hasta antes de la publicación de La Nación era un convenio deportivo para foguear jugadores florenses, de última hora es un favor que Jafet Soto le hace a un amigo mexicano que compra acciones en Grecia.
O sea, solo por ayudar al prójimo mexicano, Herediano, generosamente, acepta que parte de su personal trabaje para Grecia. Le consigue patrocinios y, al decir del jerarca de la asociación griega, hasta renegocian derechos de TV. ¡Un poco extraño todo!