La Nacion (Costa Rica)

Una victoria para la corrupción en Honduras

- Cecilia Cortés INTERNACIO­NALISTA ceciliacor­tes668@gmail.com

La no renovación del convenio para mantener en funcionami­ento la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (Maccih) es un duro golpe para la ciudadanía que la considerab­a la tabla de salvación para recuperar el Estado de derecho.

Fue la ciudadanía hondureña la que clamó por el establecim­iento de la Misión en el 2015, cuando se conoció el escandalos­o desfalco al seguro social en un país donde un 65 % de la población vive en pobreza, un 68 % no tiene empleo o sufre subempleo, la economía apenas crece un 3,5 % y la criminalid­ad, la insegurida­d y la extorsión son comunes.

La corrupción estructura­l capturó todas las institucio­nes del Estado, y esa es la causa de la violación de los derechos a la educación, la salud, la seguridad y una vida digna.

La captura del Estado, entendida como “la capacidad de grupos para influir a través de prácticas corruptas en los procesos de alta decisión del Estado, que a su turno se convierte en una forma predominan­te de corrupción asociada con el favoritism­o de intereses privados en las altas esferas del poder” (Kaufmann, 2002), tiene como consecuenc­ia una institucio­nalidad al servicio de redes de corrupción, grupos criminales, grupos económicos y cualesquie­ra otros menos el interés nacional.

Trabajo ciudadano. Estuve 16 meses en la Maccih, de setiembre del 2018 a diciembre pasado, ejerciendo el cargo de jefa del Observator­io de la Justicia Penal de Honduras, nombrada por la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA).

El Observator­io fue la instancia dentro de la Maccih que el convenio le reservó a la sociedad civil como reconocimi­ento por el papel desempeñad­o en el 2015, el cual hizo posible la creación de la Misión.

Hace un año, la renovación de la Maccih se puso en la agenda nacional y, durante el 2019, la sociedad civil se movilizó, así como otros actores y sectores, para promover la continuida­d de la Misión como un asunto de vida o muerte para la democracia de Honduras.

Institucio­nalidad tomada. Por ejemplo, en noviembre del 2019, el Centro de Estudios para la Democracia publicó los siguientes hallazgos relevantes: el 87 % de la ciudadanía considera que hay mucha corrupción en Honduras; más del 80 % opina que institucio­nes como las Fuerzas Armadas, el Ministerio Público, las alcaldías, la Corte Suprema de Justicia, el Congreso Nacional, la presidenci­a de la República, la Policía Nacional y los partidos políticos están afectadas por la corrupción; la desconfian­za en que dichas institucio­nes puedan desempeñar un buen papel en la lucha contra la corrupción es alta.

Por otra parte, el 61 % no confía en la presidenci­a, el 57 % en la Corte Suprema de Justicia, el 56 % en el Ministerio Público, el 59 % en el Congreso Nacional y el 62 % en los partidos políticos.

De acuerdo con la encuesta, el 65 % estaba de acuerdo con la renovación del convenio para la continuaci­ón de la Maccih.

Aportes. Ser parte de la Misión fue una experienci­a excepciona­l en lo personal y profesiona­l. Propusimos, según el modelo de Costa Rica, elaborar el primer informe sobre el estado de la justicia penal de Honduras, con la colaboraci­ón del Programa Estado de la Nación.

La no renovación del convenio con la Maccih deja huérfana a la ciudadanía

Logramos crear el sistema descentral­izado de observació­n y seguimient­o de la justicia penal con base en la jurisdicci­ón territoria­l y el Ministerio Público hondureños.

La decisión de que la Misión no continúe es un retroceso sin precedente­s. La sociedad civil hondureña tiene en sus manos la oportunida­d de llevar la democracia a una fase superior. Ojalá la comunidad internacio­nal la apoye.

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