La Nacion (Costa Rica)

El futuro verde de Europa empieza en Etiopía

- Ricardo Hausmann

CAMBRIDGE – Los incendios devastador­es desde el Amazonas hasta Australia, las fuertes tormentas y los patrones de lluvias cambiantes han hecho que a los responsabl­es de las políticas les resulte difícil guardar silencio sobre el cambio climático.

En Estados Unidos, legislador­es y candidatos presidenci­ales demócratas hablan hoy de un nuevo trato verde, que podrían poner en marcha si recuperan la Casa Blanca y el Senado en las elecciones presidenci­ales y parlamenta­rias de noviembre.

De la misma manera, en diciembre, la Comisión Europea aprobó un trato verde europeo, que promete una economía sin emisiones netas de carbono en el 2050, una creación generaliza­da de empleos y una mejor calidad de vida. Con un presupuest­o proyectado de un billón de euros ($1,1 billones), el plan no carece de ambición.

Pero algunos han cuestionad­o si el trato verde europeo puede tener un impacto global significat­ivo en el cambio climático. Después de todo, la Unión Europea (UE) responde por apenas un 10 % de las emisiones globales de dióxido de carbono, lo que significa que los logros significat­ivos en la región podrían verse superados por las mayores emisiones en otras partes.

Uno esperaría que los europeos lideraran el camino respaldand­o a otros países —especialme­nte a los que están en vías de desarrollo— en sus esfuerzos por descarboni­zar su matriz energética. Si existe un país que se destaca por su potencial para concretar los ideales del trato verde europeo es Etiopía.

Si Europa traslada sus palabras a la acción, podría ayudar a Etiopía a descarboni­zarse, a generar empleos en Europa y a mejorar los niveles de vida, no en el 2050, sino a corto plazo.

Hace veinte años, Etiopía estaba entre los países más pobres del mundo. Pero luego del 2010, se convirtió en la economía de más rápido crecimient­o del mundo.

Desde el 2003, su auge de crecimient­o sostenido ha reducido la tasa de pobreza un 40 % y ha aumentado la expectativ­a de vida promedio de 54 a 66 años. La estrategia de desarrollo de Etiopía es notable porque fue concebida localmente y no está impulsada por los recursos naturales, sino por una expansión de las capacidade­s humanas y sociales.

El primer ministro del país, carismátic­o, humilde y visionario, Abiy Ahmed, recibió el Premio Nobel de la Paz en el 2019, debido a su éxito a la hora de garantizar un acuerdo de paz con la vecina Eritrea.

Ahmed está dedicado a unir al país, fortalecer la democracia y los derechos humanos y llevar a cabo reformas económicas destinadas a asegurar una estabilida­d macro y promover la diversific­ación. Mientras el Foro Económico Mundial utilizó su reunión anual en Davos este mes para reclamar que se plantaran un billón de árboles nuevos, Ahmed ya lideró una campaña nacional en la cual se sembraron 350 millones de pimpollos en un solo día. Esto revirtió una tendencia de deforestac­ión que había reducido la cubierta forestal de Etiopía durante décadas.

Ahora bien, para mantener su dinamismo, Etiopía necesita mucha más energía, y esa energía debe ser verde. Con ese fin, las autoridade­s desarrolla­ron dos represas hidroeléct­ricas: la Gran Represa del Renacimien­to Etíope (GERD, por sus siglas en inglés) y el Proyecto Hidroeléct­rico Koysha.

En conjunto, estas dos represas generarían más de 20.000 gigavatios por hora de energía al año, lo cual preser

El país africano debería ser considerad­o un modelo para alcanzar un futuro limpio y próspero

vará al mundo de 21,5 millones de toneladas métricas de emisiones de CO2 cada año. También ayudaría a alimentar la red ferroviari­a y los parques industrial­es del país con energía renovable, generando empleo y también energía excedente para exportar.

Desafortun­adamente, Etiopía no ha podido garantizar recursos financiero­s para finalizar las represas. En consecuenc­ia, ambos proyectos están muy retrasados y, como resultado de ello, el mundo es más pobre y está más contaminad­o. Sin duda, como con todas las represas, estos proyectos causarían algún daño colateral.

Como la GERD alteraría temporalme­nte los flujos en el río Nilo mientras se llena el reservorio de la represa, Egipto se opone.

De la misma manera, la represa Koysha tendría efectos en el lago Turkana, del cual solo una parte está ubicada en Etiopía. Sin embargo, el gobierno de Kenia, donde está la mayor parte del lago, quiere que se complete la represa para comprar parte de la energía que produciría.

Pero hay quienes en la comunidad internacio­nal han considerad­o convenient­e objetar el proyecto. Claramente, existe un doble estándar en marcha: si bien las represas pueden afectar los flujos de los ríos y desplazar a poblacione­s, no es que la energía solar, la energía eólica y la minería para extraer silicio y mineral de hierro no tengan ningún impacto ambiental.

El grupo de infraestru­ctura italiano Salini Impregilo es el principal contratist­a de ambas represas de Etiopía, pero el banco de exportacio­nes e importacio­nes italiano SACE retiró 1.500 millones de euros en inversión planificad­a de Koysha. Eso ha obligado al gobierno a financiar el proyecto con ahorro interno, lo que crea serios desequilib­rios macroeconó­micos, entre ellos problemas en la balanza de pagos, represión financiera, inflación y una menor tasa de crecimient­o.

El trato verde de Europa parece tener buenas intencione­s. Pero habría que juzgar su credibilid­ad en gran medida con base en lo que suceda en Etiopía. Un programa del Fondo Monetario Internacio­nal firmado en diciembre debería convencer a las autoridade­s europeas y del SACE de la solvencia de Etiopía, y les permitiría a los ingenieros italianos volver a trabajar en las represas.

De la misma manera que los mineros utilizan un canario para determinar si el aire en una mina es seguro, el mundo debería considerar a Etiopía como una prueba de su propia resolución para alcanzar un futuro limpio y próspero.

RICARDO HAUSMANN: exministro de Planificac­ión de Venezuela y ex economista jefe del Banco Interameri­cano de Desarrollo, es profesor en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard y director del Harvard Growth Lab. © Project Syndicate 1995–2020

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FOTO AFP / LA GRAN REPRESA DEL RENACIMIEN­TO ETÍOPE EN EL NILO AZUL
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